No entiendo ni una palabra de las que tengan que ver con el vino. He bebido en la comida uno que me supo especialmente bueno. Ni sé cómo se llama, ni si es Rioja o Ribera o cualquier otra cosa. Tampoco sé cuanto costó la botella. No puedo ni imaginarlo. Es algo que no me interesa.
Para acabar, una botella de cava. Lo único que sé es que no era catalán. De Toledo. Nunca imaginé que terminaría bebiendo algo así. Pero claro, en una comida con extraños te pueden pasar estas cosas. Cava de Toledo. Esa botella sí que imagino cuanto cuesta. Poco. El cava catalán sigue siendo el mejor cava español y es más caro seguro. Y el que ha pedido la botella un idiota de los grandes. Barato, también.
Antes de levantarnos alguien se empeña en que nos sirvan melón. Cultivado en Brasil, pero por expertos meloneros de Villaconejos. Surrealista. Aún no sé lo que yo pintaba en esa mesa. Me lo pregunto una y otra vez. Nada. No hay una respuesta que me agrade. Esto me pasa por comer con gente que no me interesa lo más mínimo.
El joven Guzmán está enfermo. Varicela. El joven Guillermo tiene la dentadura que parece un piano viejo. Ortodoncia. Gonzalo es preadolescente. El horror. Y para eso no hay medicina o aparato que valgan.
Guzmán está descolocando la estantería a la que alcanza, Guillermo luce su aparato dental todo orgulloso, sonriendo mucho; Gonzalo disfruta de su música encerrado en la habitación. Los niños son así. Disfrutan con sus problemas. Sin embargo, a mí me ha quedado un sabor amargo en la boca. Mezcla de melón brasileño, cava toledano y buen vino. Y esto no hay quien lo disfrute. Definitivamente me estoy haciendo mayor. O lo soy y no quiero darme cuenta de ello.
Para acabar, una botella de cava. Lo único que sé es que no era catalán. De Toledo. Nunca imaginé que terminaría bebiendo algo así. Pero claro, en una comida con extraños te pueden pasar estas cosas. Cava de Toledo. Esa botella sí que imagino cuanto cuesta. Poco. El cava catalán sigue siendo el mejor cava español y es más caro seguro. Y el que ha pedido la botella un idiota de los grandes. Barato, también.
Antes de levantarnos alguien se empeña en que nos sirvan melón. Cultivado en Brasil, pero por expertos meloneros de Villaconejos. Surrealista. Aún no sé lo que yo pintaba en esa mesa. Me lo pregunto una y otra vez. Nada. No hay una respuesta que me agrade. Esto me pasa por comer con gente que no me interesa lo más mínimo.
El joven Guzmán está enfermo. Varicela. El joven Guillermo tiene la dentadura que parece un piano viejo. Ortodoncia. Gonzalo es preadolescente. El horror. Y para eso no hay medicina o aparato que valgan.
Guzmán está descolocando la estantería a la que alcanza, Guillermo luce su aparato dental todo orgulloso, sonriendo mucho; Gonzalo disfruta de su música encerrado en la habitación. Los niños son así. Disfrutan con sus problemas. Sin embargo, a mí me ha quedado un sabor amargo en la boca. Mezcla de melón brasileño, cava toledano y buen vino. Y esto no hay quien lo disfrute. Definitivamente me estoy haciendo mayor. O lo soy y no quiero darme cuenta de ello.
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