Creo que se trata de un concejal del Ayuntamiento de Pamplona. No lo sé con certeza y no pienso hacer el mínimo esfuerzo por averiguarlo. Menudo cretino.
Se declara agnóstico y monta un numerito absurdo y ridículo al gritar desde el balcón “vivan las fiestas de San Fermín” en lugar de “viva San Fermín”. Impresionante. Aunque digo yo que, puestos a hacer gala de agnosticismo, la fórmula más exacta debería ser “vivan las fiestas de un tal Fermín” Mucho más agnóstico, casi ateo, un golpe de efecto definitivo. Y ser un buen ateo viste mucho. Quizás este pobre hombre se cree que los mozos le piden cantando al santo que les guíe en el encierro (hasta tres veces cada mañana) porque son católicos de verdad. Pues no. Lo hacen para seguir la tradición y para descargar adrenalina. Pero se lo piden al santo y no a su buen amigo Fermín. Supongo que, entre otras cosas, por si acaso.
Este hombre no parece estar enterado de que la cultura occidental y sus tradiciones (incluso las más paganas como, por ejemplo, la de correr delante de un toro para llevarle hasta un corral), el lenguaje, todo, todo, todo, están contaminados o influenciados (como quiera decirse) por la imaginería sacra, por la literatura católica, por la arquitectura que pensaron y llevaron a cabo los cristianitos de todos los tiempos o por cuestiones morales que, difícilmente, se pueden eliminar. Incluso siendo agnóstico y evitando gritar “viva San Fermín”. Y no parece enterado, tampoco, de algo tan simple como que los santos son la excusa para celebrar lo que toque. O para pedir favores que nunca se cumplen. Ni más, ni menos.
El carácter religioso de las fiestas patronales, el de la navidad y el de cualquier celebración, quedan para el uso y disfrute de los que se declaran católicos y, encima, se lo creen.
Creo yo que gritar “viva San Fermín” no convierte al vocero en cristiano convencido.
Montar ese numerito sí que te convierte en un ridículo. Y es que esto es tan absurdo como querer beatificar a Rocio Jurado o intentar que los jóvenes que se reúnen debajo del balcón consistorial recen un “Padre Nuestro” antes de liarse a beber cava. Estas cosas no las intentaría ni el mismísimo Papa. Porque será el cristiano más cristiano de todos, pero no tiene un pelo de tonto. El concejal si que lo tiene (el pelo, digo). Cualquier día de estos intenta nombrar a Farruquito patrón de las autoescuelas. Claro, pensará que como es agnóstico algo tendrá que hacer para demostrarlo.
Se declara agnóstico y monta un numerito absurdo y ridículo al gritar desde el balcón “vivan las fiestas de San Fermín” en lugar de “viva San Fermín”. Impresionante. Aunque digo yo que, puestos a hacer gala de agnosticismo, la fórmula más exacta debería ser “vivan las fiestas de un tal Fermín” Mucho más agnóstico, casi ateo, un golpe de efecto definitivo. Y ser un buen ateo viste mucho. Quizás este pobre hombre se cree que los mozos le piden cantando al santo que les guíe en el encierro (hasta tres veces cada mañana) porque son católicos de verdad. Pues no. Lo hacen para seguir la tradición y para descargar adrenalina. Pero se lo piden al santo y no a su buen amigo Fermín. Supongo que, entre otras cosas, por si acaso.
Este hombre no parece estar enterado de que la cultura occidental y sus tradiciones (incluso las más paganas como, por ejemplo, la de correr delante de un toro para llevarle hasta un corral), el lenguaje, todo, todo, todo, están contaminados o influenciados (como quiera decirse) por la imaginería sacra, por la literatura católica, por la arquitectura que pensaron y llevaron a cabo los cristianitos de todos los tiempos o por cuestiones morales que, difícilmente, se pueden eliminar. Incluso siendo agnóstico y evitando gritar “viva San Fermín”. Y no parece enterado, tampoco, de algo tan simple como que los santos son la excusa para celebrar lo que toque. O para pedir favores que nunca se cumplen. Ni más, ni menos.
El carácter religioso de las fiestas patronales, el de la navidad y el de cualquier celebración, quedan para el uso y disfrute de los que se declaran católicos y, encima, se lo creen.
Creo yo que gritar “viva San Fermín” no convierte al vocero en cristiano convencido.
Montar ese numerito sí que te convierte en un ridículo. Y es que esto es tan absurdo como querer beatificar a Rocio Jurado o intentar que los jóvenes que se reúnen debajo del balcón consistorial recen un “Padre Nuestro” antes de liarse a beber cava. Estas cosas no las intentaría ni el mismísimo Papa. Porque será el cristiano más cristiano de todos, pero no tiene un pelo de tonto. El concejal si que lo tiene (el pelo, digo). Cualquier día de estos intenta nombrar a Farruquito patrón de las autoescuelas. Claro, pensará que como es agnóstico algo tendrá que hacer para demostrarlo.
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