Gonzalo y Guzmán disfrutan de su campamento de verano. Ni llaman, ni se ponen al teléfono. Buena señal. Guzmán y Gimena han descubierto que sus padres son capaces de hacerles caso. Si lloran o se quejan les preguntamos qué pasa, les cogemos en brazos. Estando los mayores la cosa se complica por la carga de trabajo. Así que todos contentos.
Ayer estuvimos en el cine gracias a que los tíos Mónica y Héctor (con sus niños facturados a diferentes lugares) se ofrecieron a cuidar de ellos.
La vida de los otros. Espléndida. Me quedo con el momento en el que un agente de la Stasi descubre que el mundo que conoce no corresponde con la realidad. Ni siquiera con la suya, con la única que ha tenido oportunidad de sobrevivir. Le vemos leyendo un poema de Brecht.
Fue un día del azul septiembre cuando
bajo la sombra de un ciruelo joven
tuve a mi pálido amor entre los brazos,
como se tiene a un sueño calmo y dulce.
Y en el hermoso cielo de verano,
sobre nosotros, contemplé una nube.
Era una nube altísima, muy blanca.
Cuando volví a mirarla ya no estaba.
Y a partir de ese momento el personaje comienza a evolucionar, a comprender un entorno que hasta ese momento se limitaba a la cara menos simpática de sí mismo. Sólo existe un camino posible. Agarrar lo bello para sortear la violencia, la destrucción gratuita del hombre. Hacer lo que toca pase lo que pase. Es necesario renunciar a casi todo para ser fiel a ti mismo, tal y como dijo el director de la película “sin que importe lo lejos que se hayan adentrado por el sendero equivocado”. Hay momentos en la vida en los que uno siente la llamada de aquello contra lo que ha luchado por desconocimiento, por odio o por obligación, siente la necesidad de convertirse en uno de los otros. Miramos la muerte cara a cara sabiendo que efectivamente existe, asumiendo que eso, sólo eso, nos mantendrá vivos mientras soportemos un poco más. Siempre hay que soportar un poco más. El dolor ante la conciencia de nuestros errores, nuestra incapacidad, nuestra fragilidad, nos avisan y nos dan una segunda oportunidad para morir habiendo llegado a ser lo que olvidamos ese día que ya no quisimos jugar con muñecas.
Al regresar nos encontramos con Gimena en huelga de hambre (se negó a tomar su último biberón porque para eso tiene padres que le hacen caso, supongo) y con Guzmán convertido en inventor de cuentos delirantes. Le preguntaron que si quería cenar y contestó que en casa lo único que se toma es agua, por ejemplo. O sea, Guzmán en huelga de hambre, también. Los niños hacen siempre lo que deben, sin esfuerzo alguno. Eso es lo que diferencia al adulto de un crío. Por eso ellos no tienen problemas de conciencia. Por eso y no por otra cosa.
Si alguien lo desea puede disfrutar de este video. Peace Piece. Niño Josele. Antes hay que mirar al cielo y buscar una nube altísima y blanca. Al terminar comprobar si está o no. Quizás no tenga más remedio que reflexionar sobre ello.
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