26/7/08

Viendo literatura


Desde muy niño soy novio de Audrey Hepburn. Mi padre y mi hermano Andrés prefirieron siempre la belleza de Marilyn Monroe. Andrés, que tiende a ser mucho más exagerado que un servidor, tiene la casa llena de fotografías, posters y muñequitos de la actriz. Yo no. Yo lo que tengo que hacer es buscar en internet videos o referencias a mi actriz favorita. 
Nunca he coleccionado nada, ni he sido capaz de ordenar mis cosas para poder conservar lo tangible que tiene el pasado. Tampoco he querido. Me parece que los buenos recuerdos están ahí para pensarlos y los malos para olvidarlos.
La película en la que actua y sigo viendo sin aburrirme, sin la tentación de apretar una tecla y acortar la duración, la película con la que mejor me identifico es “Two for the road”. Aprendí muchas cosas mirando con atención a la señora Hepburn. Creía estar admirando a una mujer sin saber que estaba ordenando lo que más tarde sería la idea principal de la que no me despego como escritor.
Las historias no tienen porqué narrarse empezando por el principio y terminando por el final.
El narrador (el punto de vista si lo prefieren) de cada relato, su intención (explícita o implícita), el uso que hace de la información de la que dispone, cómo ordena las secuencias de una trama o cualquier elemento narrativo que dependa directamente de esa figura es, sencillamente, esencial.
El personaje soporta toda la tensión narrativa. Toda, sin excepción. Si el personaje no encaja parte de la trama, el relato se vacía por los cuatro costados.
Nada puede faltar. Ni estar de más. Hay que revisar los elementos narrativos utilizados hasta dejar los necesarios. Ni uno más, ni uno menos.
No es necesario contar todo. Al contrario.
Las tardes de julio y agosto son largas y calurosas. Sin siesta son eternas y uno cree morir de calor. Si esta tarde tiene pensado sentarse frente al televisor para encontrarse con famosos en bañador, con ciclistas tramposos o con un documental que le deje fuera de combate a los treinta segundos, le sugiero que alquile una copia de “Dos en la carretera”, preparé un buen café solo con hielo y disfrute de una soberbia película. Y por supuesto, ni lo piense. La señora Hepburn es mi novia y no pienso consentir ningún tipo de interferencia. Ni de usted ni de nadie.

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