6/2/09

Haciendo limpieza (*) (y II)


Encojo el cuello. Lo hago temiendo la tormenta. Otra vez idéntica y fatal. El vidrio empañado no refleja por este lado. Me arropo sintiendo el frío que se queda sin tapar, ese que es perpetuo.
Amanece. Sólo para las agujas del reloj. Han pasado las cinco horas previstas para dormir. Quedan las cinco horas usadas para cualquier otra cosa. Estériles.
El asa del recuerdo se rompe.
Antes de salir miro la foto quebrada, pintando paisajes diferentes donde antes se trazaban con la única ilusión.
En el suelo una mancha, una flor regalada que siempre estuvo adornando desde la muerte. Quizás la últimas gotas de sangre que estuvieron sobre la lengua. Perdidas para siempre.


(*)Texto encontrado en mi cartera y de autor desconocido. Si alguna vez lo escribí no lo recuerdo.
© Del texto: Gabriel Ramírez Lozano

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando el amor mismo es el que ha robado la cosecha, el reloj solo puede garantizar horas estériles.