Dedicado a Alberto Pacheco Modino, in memoriam.
Los que me conocen, los que me leen, los que han escuchado alguna de mis clases, saben que manejo un par de ideas o tres en las que dejo descansar todo mi discurso, toda la filosofía con la que trato de estructurar mi vida. Son cosas sencillas, quizás poca cosa, pero suficiente para poder manejarme con cierta solvencia en el día a día. En algún momento he tenido que replantearme alguna de ellas. Seriamente. Aunque, por fin, he regresado al origen de esa estructura para reparar lo que tocaba y salir del bache. Dañado, pero vivo.
Siempre he pensado que no es necesario partir desde grandes cosas para construir o para llegar lejos. Lo importante es mantener una base estable aún siendo sencilla, una plataforma en la que quepa lo fundamental. Sólo.
Y he aprendido que esas cosas poco complejas pueden ser feas, incómodas. No pasa nada por ser así.
La relación con la muerte (a la que tanto se teme y, por eso, tan deseada para otros) ha de ser cercana, valiente. Si no se tiene presente su llegada segura uno puede pensar en una inmortalidad mentirosa, en convertir la existencia en un altar para deidades sin futuro, para alabar lo que desaparecerá sin pena ni gloria. Porque eso es la muerte no deseada, no interpretada. Un adiós sin respuesta.
La nada es mala compañera durante la vida. Provoca miedo, desazón y desesperanza. Conviene tener cerca la idea, acostumbrarse a ella. Evitar pensar en ello no soluciona el problema. Convertir eso en algo práctico cambia mucho las cosas. Para eso tenemos a mano la religión, la falta de ella (aunque parezca contradictorio) o el simple pensamiento que regula nuestro paso por el mundo en una cosa u otra dependiendo de cómo lo manejemos.
Desde aquí parto. Sabiendo que el final es el que es. Cualquier cosa terminará en el mismo lugar que yo. Es así de sencillo, así de feo. Pero la gracia esta en construir desde ese territorio. Intentar que el adiós obtenga respuesta. Porque eso es vivir. Hacer de la muerte nuestra única existencia posible. Si pensamos teniendo el tiempo como referencia no puede ser de otro modo. En la eternidad nuestra vida se convierte en algo tan enano que es imposible de medir o de comparar con cualquier otra cosa. Nos empeñamos en alargar ese instante de vida creyendo ganar algo que no existe salvo que pasemos la frontera habiendo dejado terminada la tarea.
Nuestra misión en la vida no es la plantar árboles, escribir libros o tener hijos. Eso forma parte de los caminos que el hombre ha intentado transitar buscando soluciones facilonas al problema. No. Nuestro objetivo es llegar a ser personas. Y morir sin serlo llena de silencio todo. Y morir siéndolo provoca el efecto que buscamos desde el principio: ser infinitos. Y para conseguir lo que queremos, ser personas de arriba abajo, es necesario morir.
Lo mismo pasa con el yo. Una idea tan estúpida como absurda es ese entregarse a los otros olvidando lo primordial. Sin ser yo no puedo ser él. Y sin ser él no puedo ser yo. Por eso creo que las relaciones entre personas es otro de los pilares fundamentales de mi vida. El yo es fundamental. No se pueden establecer relaciones en las que uno desaparezca en beneficio del otro porque la relación desaparece al instante. Yo soy importante porque sin mí la vida no existe. Y cuando digo mi vida, insisto, hablo de la mía respecto a la de los otros. Y al revés. Otra forma de muerte sin respuesta o de vida plena. Depende de lo que se haga.
Somos por lo que hacemos y somos por lo que hacen otros. Por poco que alguien se mueva te ves obligado a dar un paso más, alejándote o arrimándote a no sé qué cosa. Pero, en cualquier caso, tu vida cambia. Lo que significa que dependemos del azar o, lo que es igual, de lo que necesariamente ocurre por estar en el mundo.
Y la ausencia. Otra forma de muerte. Esta vez siempre reconocida. Si se siente significa que la muerte se llevó la parte inevitable, pero no pudo arrastrar lo que es transcendente de cada ser humano. La vida del hombre se desarrolla desde la ausencia, bien en forma de deseo, bien en forma de sufrimiento o con gran alegría. Siempre está y somos más lo que nos falta que lo que tenemos. Por eso queremos terminar siendo más personas, porque sabemos que nos falta esto o aquello, porque lo que tenemos que hacer es perseguir nuestra suerte que no es otra cosa que completar nuestro contorno en el tiempo.
Cosas sencillas que me permiten vivir con cierta tranquilidad. Cosas sencillas de las que parten el resto. Cosas sencillas. Ser y no ser. Los otros y yo, los que están y los que faltan, lo que tengo y lo que trato de agarrar con tranquilidad o desesperación. Al fin y al cabo, lo que dijeron los griegos y yo repito para no olvidar.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Los que me conocen, los que me leen, los que han escuchado alguna de mis clases, saben que manejo un par de ideas o tres en las que dejo descansar todo mi discurso, toda la filosofía con la que trato de estructurar mi vida. Son cosas sencillas, quizás poca cosa, pero suficiente para poder manejarme con cierta solvencia en el día a día. En algún momento he tenido que replantearme alguna de ellas. Seriamente. Aunque, por fin, he regresado al origen de esa estructura para reparar lo que tocaba y salir del bache. Dañado, pero vivo.
Siempre he pensado que no es necesario partir desde grandes cosas para construir o para llegar lejos. Lo importante es mantener una base estable aún siendo sencilla, una plataforma en la que quepa lo fundamental. Sólo.
Y he aprendido que esas cosas poco complejas pueden ser feas, incómodas. No pasa nada por ser así.
La relación con la muerte (a la que tanto se teme y, por eso, tan deseada para otros) ha de ser cercana, valiente. Si no se tiene presente su llegada segura uno puede pensar en una inmortalidad mentirosa, en convertir la existencia en un altar para deidades sin futuro, para alabar lo que desaparecerá sin pena ni gloria. Porque eso es la muerte no deseada, no interpretada. Un adiós sin respuesta.
La nada es mala compañera durante la vida. Provoca miedo, desazón y desesperanza. Conviene tener cerca la idea, acostumbrarse a ella. Evitar pensar en ello no soluciona el problema. Convertir eso en algo práctico cambia mucho las cosas. Para eso tenemos a mano la religión, la falta de ella (aunque parezca contradictorio) o el simple pensamiento que regula nuestro paso por el mundo en una cosa u otra dependiendo de cómo lo manejemos.
Desde aquí parto. Sabiendo que el final es el que es. Cualquier cosa terminará en el mismo lugar que yo. Es así de sencillo, así de feo. Pero la gracia esta en construir desde ese territorio. Intentar que el adiós obtenga respuesta. Porque eso es vivir. Hacer de la muerte nuestra única existencia posible. Si pensamos teniendo el tiempo como referencia no puede ser de otro modo. En la eternidad nuestra vida se convierte en algo tan enano que es imposible de medir o de comparar con cualquier otra cosa. Nos empeñamos en alargar ese instante de vida creyendo ganar algo que no existe salvo que pasemos la frontera habiendo dejado terminada la tarea.
Nuestra misión en la vida no es la plantar árboles, escribir libros o tener hijos. Eso forma parte de los caminos que el hombre ha intentado transitar buscando soluciones facilonas al problema. No. Nuestro objetivo es llegar a ser personas. Y morir sin serlo llena de silencio todo. Y morir siéndolo provoca el efecto que buscamos desde el principio: ser infinitos. Y para conseguir lo que queremos, ser personas de arriba abajo, es necesario morir.
Lo mismo pasa con el yo. Una idea tan estúpida como absurda es ese entregarse a los otros olvidando lo primordial. Sin ser yo no puedo ser él. Y sin ser él no puedo ser yo. Por eso creo que las relaciones entre personas es otro de los pilares fundamentales de mi vida. El yo es fundamental. No se pueden establecer relaciones en las que uno desaparezca en beneficio del otro porque la relación desaparece al instante. Yo soy importante porque sin mí la vida no existe. Y cuando digo mi vida, insisto, hablo de la mía respecto a la de los otros. Y al revés. Otra forma de muerte sin respuesta o de vida plena. Depende de lo que se haga.
Somos por lo que hacemos y somos por lo que hacen otros. Por poco que alguien se mueva te ves obligado a dar un paso más, alejándote o arrimándote a no sé qué cosa. Pero, en cualquier caso, tu vida cambia. Lo que significa que dependemos del azar o, lo que es igual, de lo que necesariamente ocurre por estar en el mundo.
Y la ausencia. Otra forma de muerte. Esta vez siempre reconocida. Si se siente significa que la muerte se llevó la parte inevitable, pero no pudo arrastrar lo que es transcendente de cada ser humano. La vida del hombre se desarrolla desde la ausencia, bien en forma de deseo, bien en forma de sufrimiento o con gran alegría. Siempre está y somos más lo que nos falta que lo que tenemos. Por eso queremos terminar siendo más personas, porque sabemos que nos falta esto o aquello, porque lo que tenemos que hacer es perseguir nuestra suerte que no es otra cosa que completar nuestro contorno en el tiempo.
Cosas sencillas que me permiten vivir con cierta tranquilidad. Cosas sencillas de las que parten el resto. Cosas sencillas. Ser y no ser. Los otros y yo, los que están y los que faltan, lo que tengo y lo que trato de agarrar con tranquilidad o desesperación. Al fin y al cabo, lo que dijeron los griegos y yo repito para no olvidar.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
11 comentarios:
Quisiera aclarar que he dedicado a Alberto esta entrada en el blog puesto que en alguna ocasión me pidió que le explicara alguna de estas ideas. Mi forma de entenderlas. No hubo tiempo. Y es, ahora, cuando las comprenderá mucho mejor qe yo.Fue mi alumno durante un curso y murió antes de tiempo. Mucho antes.
Pero, Gabriel, vivimos pensando en que mañana estaremos aquí, no puede ser de otra manera, plantearse lo contrario es no vivir. No sabemos ni cómo ni cuando llegará la muerte. No todos tienen la oportunidad de llegar a ser persona, de equivocarse y corregirse. A veces, de forma cruel se invierten las normas de la naturaleza y para eso no hay consuelo, quizás sólo palabras, quizás las tuyas.
Un abrazo.
Profundo 'homenaje-respuesta' a tu alumno-amigo...
Cierto que la Vida, como dices, vista desde LA ETERNIDAD, es: nada, apenas minutos..., mientras el mundo seguirá su rumbo de locura,amor,odio, y todas esas cosas mundanas y menos mundanas como el AMOR desinteresado, ESE que hace que LA VIDA teng sentido...y no sea algo "vacio"...
Negarse a sí mismo por los demás, ta,me parece, al igual que a tí, una mera estupidez, si no te amas tú dificilmente podrás amar ni dar nada a los demás...
Mi hermano, (sabio él desde que era un niño)hace muy pocos días me dijo lo mismo con otras palabras: para poder ser feliz hay que desmitificar la muerte. Verlo como lo más natural del mundo..., pero yo añado: no es nada fácil, la verdad.
La músic es muy curiosa, esta versión no la había oído.
En tu muro te dejo otra...búscala. :)
¿Pequeñas cosas? Jo, pues no quiero imaginar las grandes.
Es profunda tu reflexión sobre las cosas que sustentan nuestra vida, y
es verdad, son esas pequeñas cosas, bien planteadas, las que nos permiten sobrevivir
Ojala que Alberto las comprenda, como dices, allá donde este.
Gracias por dedicarle tus palabras,
El se sentiría honrado
Hola G.
Supongo que tememos a la muerte por que cuando aparece se lleva a alguien que queremos sin dar explicaciones, sin asegurarnos que va a estar bien, o donde va a estar...De ello deriva el tener fe para, al menos, imaginar que donde va simplemente va a estar bien o mejor que aquí pero lo cierto es que nunca lo sabremos hasta que la muerte se quiera confesar con nosotros mismos y siempre prometiendo guardar el secreto.
No sé si tenemos más miedo a la muerte o al sufrimiento que conlleva aceptarla.
Y es cierto que hay muerte en vida cuando alguien se anula en la medida que el otro se crece. Supongo que ahí la muerte física ya no importa tanto, al menos, a quien ha dejado de ser para ser otro.
En nuestras planificadas vidas, la muerte es lo único que se nos escapa de las manos, de ahí que inquiete.
De todas maneras, siempre hay un adiós que se queda.
Un abrazo.
Nuestra misión en la vida no es la plantar árboles, escribir libros o tener hijos. [...] No. Nuestro objetivo es llegar a ser personas.
Efectivamente. Y qué poca importancia le damos a eso.
Tras ver la pelicula "El club de los poetas muertos" tuve una epoca en el que el "Carpe Diem" era la base de toda mi existencia.
Luego, al crecer y poco a poco, no soy tan mayor, ir envejeciendo cada vez tengo mas miedo a vivir el momento y menos miedo al mañana y a la muerte.(Esta, tristemente, es cada vez mas temprano y, mas a menudo, una intima compañera de viaje).
Ahora quiero, durante un tiempo, hacer las cosas que las personas que ya no me pueden acompañar en esta vida, hubieran querido hacer: es mi pequeño homenaje.
!Tambien es una forma de vivir el momento, recordandoles!
“Cosas sencillas”, dice usted, y como quien no quiere la cosa nos deja algunas de ellas: “Lo importante es mantener una base “estable””. “una plataforma en la que quepa lo “fundamental””. “La relación con la muerte ha de ser cercana, valiente”. “Sabiendo que “el final es el que es””
Son tan sencillas las cosas que maneja que me voy a permitir un tiempo para poder reflexionar sobre ellas. En lo demás totalmente de acuerdo: ¿Puede haber otro objetivo serio que no sea el de – usted dice llegar a ser, yo, que soy menos optimista, lo sustituyo por: - pretender ser persona? Totalmente de acuerdo también en lo de “yo sin él o él sin mí”, sin tal correlación no hay forma de entenderse y que el entendimiento, de lograrse, nos puede llevar individualmente a alguna parte.
Hay, pienso, que desdramatizar sin vulgarizar. Tocar sin convertirlo en la única razón de ser. Corresponder como principio rector de solidaridad. No dejarse ir en ningún caso. Y ser conscientes de la propia levedad sin que nos haga desfallecer y nos obligue a claudicar en el intento.
Totalmente de acuerdo, se lo repito. Lo que le envidio, por ser incapaz de asumir con tal seguridad, es la contundencia y firmeza de los términos empleados al definir sus cosas sencillas. Lo dicho, me voy a dar un tiempo para pensar en ello y me alumbraré con el candil que dejó olvidado el bueno de Diógenes.
Si, pequeñas "grandes" cosas , las fundamentales..Gabriel gracias por saber expresar lo que algunos pensamos sin saber transmitirlo.
Poma.
En la vida lo importante son precisamente esas pequeñas cosas.....
Impresionante Sr. Ramirez
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