La soga que el mundo lanza, por fin, se afloja. Antes rodeaba un cuerpo. El pensamiento escapado a su suerte.
Sin saberlo, sin quererlo, uno estira hasta hacer daño. Todo queda más allá. En libertad, ajeno a la suerte que adquieres en cada gesto. Se desdibuja la realidad por la que tanto has trabajado, todo es hostil y la cadencia del tiempo toma el valor de un parpadeo. Pero sigues tirando muy fuerte no sabes por qué.
Muchos ayudan a tirar. Algunos tratan de parar ese microdesastre que no cambiará el mundo. Ni mucho, ni poco. Millones contemplan el espectáculo sin saber que algo pasa.
Y una mañana te levantas sin la soga alrededor. Ni siquiera preguntas por ella. Tan sólo te limitas a recoger para apilar en un rincón que quisieras no volver a transitar jamás. Abres los ojos y son tus ojos los que miran, abres la boca para hablar pronunciando el lenguaje de siempre (tan traicionero, tan divertido y tan tuyo), levantas la mano y nadie acude con otro saco sucio para limpiar.
Llega el final. Lo eterno se torna efímero, inútil. El mundo vuelve a ser lo que era. Tú mismo y nada más. Con la cosmética del amor, de la amistad o de la rutina. Pero tú mismo y nada más.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Sin saberlo, sin quererlo, uno estira hasta hacer daño. Todo queda más allá. En libertad, ajeno a la suerte que adquieres en cada gesto. Se desdibuja la realidad por la que tanto has trabajado, todo es hostil y la cadencia del tiempo toma el valor de un parpadeo. Pero sigues tirando muy fuerte no sabes por qué.
Muchos ayudan a tirar. Algunos tratan de parar ese microdesastre que no cambiará el mundo. Ni mucho, ni poco. Millones contemplan el espectáculo sin saber que algo pasa.
Y una mañana te levantas sin la soga alrededor. Ni siquiera preguntas por ella. Tan sólo te limitas a recoger para apilar en un rincón que quisieras no volver a transitar jamás. Abres los ojos y son tus ojos los que miran, abres la boca para hablar pronunciando el lenguaje de siempre (tan traicionero, tan divertido y tan tuyo), levantas la mano y nadie acude con otro saco sucio para limpiar.
Llega el final. Lo eterno se torna efímero, inútil. El mundo vuelve a ser lo que era. Tú mismo y nada más. Con la cosmética del amor, de la amistad o de la rutina. Pero tú mismo y nada más.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
7 comentarios:
Tú mismo, ¿y nada más? Mucho mejor: y nada menos. Lo dices bien, el resto es cosmética, también lo eterno.
El mundo va cambiando, y nosotros nos adaptamos. Seguimos siendo los mismos, pero nos empeñamos en maquillarnos para poder ser relativamente felices. Y no, no estás solo. Si la soga aprieta somos más los que tiramos para soltar el nudo, para que sigas siendo tú, nada más.
Pero la soga apretada al cuello siempre deja huella, aunque lo maquilles
Hola G.
Opino lo mismo que Araceli.
Besos
La esencia de la persona es nada más y nada menos que ser él mismo.... importantísimo pues..creo yo...
Primera vez en tu blog.
Muy bueno... este post me gustó mucho.
Saludos.
..Quien resiste gana.
Este texto me lo había perdido, esta bien que cuelgues enlaces, facilita la labor de rastreo por el blog.
:)
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