Que la forma más rápida y económica de difundir una obra literaria es internet es un dato objetivo. Que las obras que difunden a través de este medio son, en un porcentaje descomunal, el desastre más absoluto, es otro dato objetivo. Que la importancia que se da, actualmente, a la obra editada en la red es escasa, otro. En principio, todo esto no parece nada del otro mundo. La gente escribe y sólo unos pocos publican. Lo mismo ocurre con las obras que llegan a las editoriales a través del correo ordinario. Pero viendo como está la cosa comienzo a pensar que se está convirtiendo en un fenómeno a tener en cuenta.
Un autor cualquiera escribe una novela o un poemario o un ensayo o una obra de teatro cualquiera. Lo leen en casa y padres, hermanos y hermanas, novias y novios, incluso vecinos y vecinas, quedan maravillados ante semejante obra de arte. Es cuando el autor cree que ha llegado el momento de dar el salto definitivo, de buscar alternativas para hacer público su talento. Pronto llegan los primeros disgustos. Las editoriales “tradicionales” dicen que no hay nada que hacer. Eso si es que contestan. El autor busca y no encuentra. Decide hacer circular su obra en la red. Y se produce el milagro. Por un lado, en los foros y redes sociales se encuentra con un gran éxito (que no hace más que darle la razón frente a las editoriales estúpidas que no se dignaron a publicar su obra). Los lectores parecen estar deseando que alguien publique aquello con rapidez, sin mostrar una sola duda ante un bombazo editorial. Y nuestro autor se embarca en su nueva labor como crítico literario. Sí, y es que en la red hay miles de incomprendidos en sus mismas circunstancias. Le leen, le adulan y él hace lo mismo. Eso por un lado. Aunque el milagro más grande se produce cuando aparece una editorial que invita a nuestro escritor a enviar un original. Muy pronto recibe la contestación. Fabulosa, grandiosa, obra maestra. Seríamos capaces de publicar cualquier cosa que nos enviaras, le dicen. Nuestro protagonista ya es escritor. Y no cualquier escritor, no, es uno de los grandes. Ya se lo dijeron padres, hermanos y hermanas, novios y novias, vecinos y vecinas. Sólo falta concretar un pequeño detalle. El costo de publicación. Pero ¿cómo?, ¿si es tan buena la obra por qué no la publican ustedes y punto? Somos pequeños, nosotros haremos la distribución, vamos a ver qué pasa con la primera edición, etc. Pero nuestro escritor no puede dejar de serlo ya nunca más. Cueste lo que cueste no puede perder su estatus.
A todo esto, nadie le ha dicho la verdad a este autor. Nadie con un criterio profesional, nadie con oficio, le ha dicho que eso no hay quién lo publique, que los problemas de lo escrito son este o el de más allá, que modificando esta parte ganaría mucho en su conjunto, que las faltas de ortografía no se permiten en esto de la literatura o que lo narrado ya está escrito y se va a notar.
Eso sí, cuando envía un talón a la editorial (desastrosos negocios que juegan con cosas muy serias sin mostrar el más mínimo escrúpulo, salvo en contadas excepciones conocidas más que de sobra en este mundo literario) y recibe su obra, en casa es recibido como un dios, los amigos beben y cantan, las novias se sienten enamoradas de nuevo como el primer día, y nuestro autor acude a la red a dar la noticia y a poner en claro su condición de autor. Cosas y eso.
La gran patraña en que se está convirtiendo todo esto es preocupante. Cualquiera te puede decir “te lo digo yo que también soy novelista” habiendo escrito un cuento que ganó el premio literario de su pueblo. Delirante. O que tener faltas de ortografía no impide tener una pluma exquisita, o que el mundo literario se vendrá abajo por el empuje de estos autores en internet. Cosas y eso.
En fin, afortunadamente, siempre quedará el lector para poner las cosas en su sitio, para no leer más de dos páginas cuando la novela es un desastre, para cerrar el poemario si es un canto a sí mismo y a un mundo interior lleno de amor y fantasías que no interesan ni al que las escribe. Siempre nos quedarán más cosas y eso.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Un autor cualquiera escribe una novela o un poemario o un ensayo o una obra de teatro cualquiera. Lo leen en casa y padres, hermanos y hermanas, novias y novios, incluso vecinos y vecinas, quedan maravillados ante semejante obra de arte. Es cuando el autor cree que ha llegado el momento de dar el salto definitivo, de buscar alternativas para hacer público su talento. Pronto llegan los primeros disgustos. Las editoriales “tradicionales” dicen que no hay nada que hacer. Eso si es que contestan. El autor busca y no encuentra. Decide hacer circular su obra en la red. Y se produce el milagro. Por un lado, en los foros y redes sociales se encuentra con un gran éxito (que no hace más que darle la razón frente a las editoriales estúpidas que no se dignaron a publicar su obra). Los lectores parecen estar deseando que alguien publique aquello con rapidez, sin mostrar una sola duda ante un bombazo editorial. Y nuestro autor se embarca en su nueva labor como crítico literario. Sí, y es que en la red hay miles de incomprendidos en sus mismas circunstancias. Le leen, le adulan y él hace lo mismo. Eso por un lado. Aunque el milagro más grande se produce cuando aparece una editorial que invita a nuestro escritor a enviar un original. Muy pronto recibe la contestación. Fabulosa, grandiosa, obra maestra. Seríamos capaces de publicar cualquier cosa que nos enviaras, le dicen. Nuestro protagonista ya es escritor. Y no cualquier escritor, no, es uno de los grandes. Ya se lo dijeron padres, hermanos y hermanas, novios y novias, vecinos y vecinas. Sólo falta concretar un pequeño detalle. El costo de publicación. Pero ¿cómo?, ¿si es tan buena la obra por qué no la publican ustedes y punto? Somos pequeños, nosotros haremos la distribución, vamos a ver qué pasa con la primera edición, etc. Pero nuestro escritor no puede dejar de serlo ya nunca más. Cueste lo que cueste no puede perder su estatus.
A todo esto, nadie le ha dicho la verdad a este autor. Nadie con un criterio profesional, nadie con oficio, le ha dicho que eso no hay quién lo publique, que los problemas de lo escrito son este o el de más allá, que modificando esta parte ganaría mucho en su conjunto, que las faltas de ortografía no se permiten en esto de la literatura o que lo narrado ya está escrito y se va a notar.
Eso sí, cuando envía un talón a la editorial (desastrosos negocios que juegan con cosas muy serias sin mostrar el más mínimo escrúpulo, salvo en contadas excepciones conocidas más que de sobra en este mundo literario) y recibe su obra, en casa es recibido como un dios, los amigos beben y cantan, las novias se sienten enamoradas de nuevo como el primer día, y nuestro autor acude a la red a dar la noticia y a poner en claro su condición de autor. Cosas y eso.
La gran patraña en que se está convirtiendo todo esto es preocupante. Cualquiera te puede decir “te lo digo yo que también soy novelista” habiendo escrito un cuento que ganó el premio literario de su pueblo. Delirante. O que tener faltas de ortografía no impide tener una pluma exquisita, o que el mundo literario se vendrá abajo por el empuje de estos autores en internet. Cosas y eso.
En fin, afortunadamente, siempre quedará el lector para poner las cosas en su sitio, para no leer más de dos páginas cuando la novela es un desastre, para cerrar el poemario si es un canto a sí mismo y a un mundo interior lleno de amor y fantasías que no interesan ni al que las escribe. Siempre nos quedarán más cosas y eso.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
10 comentarios:
Las personas tenemos la extraña tendencia a encajar mal la crítica en aquello que hacemos, y sobre todo en aquellas cosas para las que pensamos estamos tocados por la gracia divina, aunque el resultado sea: un texto, un proceso, una permanente que es un auténtico desastre y absolutamente infumable. No ayuda nada hacer como en el cuento del “Rey desnudo”, aquel en que le colocan al Rey el traje invisible más hermoso del mundo, tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”. Y eso es lo que pasa con lo que tu mismo comentas y lo mismo que hizo el Rey. Hay que tener una importante autocrítica y una madurez de vida para no caer en el engaño de los halagos producto de la confraternización o incluso de la pena. No hay nada peor que la autocomplacencia. Son cosas y eso.
Aunque me desvie del tema de su texto , he de decirlo .Es una verguenza que para adquirir un ejmeplar se deba hacer una especie de maraton, esperar más de un mes.... Me explico,adquirí su primera novela "La edad de los protagonistas" por internet,aseguraban la entrega en dos días previo pago extra,hasta aqui nada que objetar.Sí cumplieron el plazo, pero la encuadernación un desastre , paginas, más de una ,intercaladas ...
Tengo la costumbre de regalar aquellos libros que he leído y me han gustado. Pues es con el suyo me esta resultando difícil.No se puede regalar un libro en esas condiciones, mal editado. Por otro lado , encargue su segunda novela hace como más de un mes ...y esperando estoy .
(Poma, habrás tenido mala suerte con el ejemplar, porque yo también tengo ese libro y está en un estado impecable a pesar del mucho uso y de los malos tratos recibidos)
Volviendo al tema que nos ocupa: estamos viviendo el sueño americano en la literatura. Todo el mundo puede llegar a ser escritor, y que no venga después ningún intelectual pedante hablando de estilo, faltas de ortografía y eso.
el derecho a ser escritor no es suyo, señor.
es verdad lo que dice carmenneke. dejen que todos tengamos un sueño por realizar sin tener que pedir permiso a los de siempre que escriban lo que escriban son escuchados.
lo dijo el maestro garcía marquez: la ortografía no sirve de nada cuando la pluma es esquisita.
Ernesto, el maestro García Márquez es posible que dijera eso, pero dudo mucho que lo escribiera así.
¿De verdad es tan difícil publicar? Lo digo porque, para mí, entrar en una librería es como adentrarme en la jungla. Al parecer todo vale. Es muy difícil pasear por la librería y no equivocarte al comprar un libro, a no ser que conozcas ya la forma de escribir del autor, te vayas a los clásicos o lleves una lista de recomendaciones, fiables claro. Ese libro de un escritor que empieza, y que escribe realmente bien, será difícil de encontrar entre tanta promoción editorial de la que no tiene la suerte de disfrutar y la que por otro lado no debería necesitar. Hay escritores que por méritos própios deberían estar en primera línea en las librerías y que desgraciadamente quedan relegados al final de los estantes.
(He soltado un rollo para no contar nada nuevo, ya lo sé)
Es verdad, parece que todo el mundo puede llegar ser escritor
de la noche a la mañana. Aunque debe ser tremendo, querer serlo y no tener aptitudes para ello.
Y desde luego la opinión de las madres,novias.....etc. no cuenta.
El derecho a escribir lo tiene todo el mundo, quien es el que decide quien debe escribir esto o aquello?
Como bien dices, el lector es al final el que tiene la última palabra...
No soy entendida .. pero es mi opinión...
Todo el mundo tiene el derecho a intentar ser escritor, de acuerdo. Igual que los lectores tenemos todo el derecho del mundo a opinar sobre los escritos de estos aspirantes, y a criticarlos si nos parecen malos.
Y a pesar de que vivamos en una sociedad donde todo el mundo tiene derecho a todo, aún queda gente que sabe más que los demás de ciertos temas. Y su opinión cuenta, al menos para la gente con criterio.
Seguramente es como dice, y hasta su título esté acertado, y en el mundo literario todo se limite a "cosas y eso." Pero como no acierto a saber con exactitud si a mi me pudiera corresponder alguna pequeña parte alícuota de las cosas, o debiera conformarme tan sólo con el "eso", en homenaje a mi admirada Mercedes Sosa sólo se me ocurre decirle que está claro: una vez más " las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas" ¿Qué le vamos a hacer?
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