Pues aquí seguimos. Igual que ayer. El tiempo se escapa y nosotros anclados a la realidad que nos ha tocado vivir sin decir ni pío. Buscada o impuesta, es lo de menos. A veces nos lanzamos tras una realidad que anhelamos y nos encontramos con que es mucho peor de la que teníamos. Otras veces nos la imponen y logramos adaptarnos sin grandes problemas y sin gran felicidad, pero conseguimos sentarnos en una butaca más o menos cómoda. Y aquí seguimos. Con nuestras quejas, con nuestros fantasmas, con nuestras ilusiones siempre por cumplir. Y con los logros que casi nunca valoramos. Los tenemos y los despreciamos de alguna forma.
Muchas veces pienso en quién lee esto que escribo. Quizás una mujer que ahora sabe que se equivocó al elegir y que duerme, cada noche añorando al hombre de su vida; un jovencito que ha tenido tiempo de soñar con una vida entera y comienza a vivir lo que no quiere; alguien que se siente satisfecho con lo hizo y que espera el final más tranquilo posible; un amigo que quiere saber cómo me va la vida; quizás nadie. Sea quien sea. Pero todos con una idea en la cabeza. Tempus fugit. De eso estoy seguro. A unos les faltan los minutos porque quieren cuidar de sus hijos, amar con más intensidad, aprender todo aquello a lo que renunciaron en su momento. A otros les faltan las horas para salir corriendo de un lugar hostil, ese del que no se puede salir si no es a cambio de renunciar a buena parte de lo que eres y tienes. Tempus fugit.
Alguna vez dije que el tiempo es un desierto de instantes en el que nada pasa si no pisamos y dejamos nuestra huella. Y disponemos de un territorio para pisar intentando que las primeras huellas no desaparezcan y, así, no perder la identidad. Si nos detenemos conformándonos o miedosos, si regresamos por el camino que ya hicimos pensando que lo anterior es lo único y que no hay futuro, si nos detenemos, decía, estamos muertos. El desierto queda intacto. Nuestra vida vacía.
Hay que levantar el ancla a pesar de todo. Y continuar la búsqueda. Al final, no muy lejos, estamos nosotros mismos, dispuestos a cualquier cosa si es que merece la pena. Y, muchas veces, olvidamos eso a costa de recordar, una y otra vez, esa idea tan peligrosa y traicionera. Tempus fugit.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
6 comentarios:
Enfrentar nuestro modo de vida con el “tempus fugit”, puede dar lugar a dos situaciones, una: que nos gusta nuestra vida, lo que hacemos con ella y como la vivimos, y otra, la de tomar consciencia que el tiempo pasa, nada lo para, y estamos perdidos en algo que no nos satisface. Frente a esta aplastante realidad, sólo hay dos salidas. Una, la de resignarnos a vivir de ese modo, que no es el que pensamos en su día pero es el que tenemos (puede ser cómodo, exquisito, incluso agradable, pero no pleno), u otra: Lanzarse a cambiar aquello que nos mortifica la existencia. Esta última opción es la más difícil porque en la mayoría de ocasiones las ataduras a esa vida anodina, que crees que no te pertenece, te las has forjado tu mismo. Un cambio significa siempre un salto al vacío, y saltar así sin paracaídas y a pelo, siempre es difícil. Añoramos lo que hemos imaginado y eso, en realidad no es más que otra gran mentira que forma parte de la vida intoxicada en la que a veces nos movemos. Ni más ni menos.
P.D.: La música, como siempre, fantástica.
Anita Noire
Quien lee esto que escribes nunca pensará que el tiempo se escapa mientras lo hace, porque forma parte de la realidad elegida.
El tiempo vuela en mi día a día, sí. Nunca el tiempo es suficiente para dedicarlo a mis hijos, por ejemplo. Si algo he aprendido, es que el tiempo corre a la misma velocidad cuando las cosas vienen mal dadas, siempre, aunque nos empeñemos en hacerlo durar más. No, yo no quiero que el tiempo se detenga cuando algo no me gusta, por eso dejo que vuele, sé que lo hará. Sólo tengo que seguir adelante, pero a mi ritmo.
Invita a la reflexión.
Sí, el tiempo vuela. Por eso no pienso desperdiciarlo + poniendo un comentario akí,
Es cierto que el tiempo vuela, el “tempus fugit”, y la realidad sea impuesta o buscada siempre tendremos la oportunidad (si somos valientes) de cambiarla, de deshacernos de aquello negativo que nos rodea ya sea material o emocional aunque nos duela...
Y mi tiempo leyendo lo que escribes nunca será perdido...
Saluditos!!!!
Hola G.
¡Cómo me ha gustado tu escrito de hoy! Quizá es verdad que nuestra osadía sólo se atreve cuando la rodean almohadas.
A veces es difícil dar el paso, bien por que, como he leído en alguno de los comentarios, tú mismo te ataste los cordones a esa realidad de la que ahora reniegas.
Bien por que son cordones de cristal y con sólo tocarlos se rompen.
No sé, quizá el tiempo se nos escapa mientras pensamos en escapar y eso sólo hace que atraparnos.
Un beso.
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