Siente una enorme preocupación. Se ajusta el nudo de la corbata levantando ligeramente la barbilla. Duda. Todo lo que alcanza a ver se convierte en una acuarela. Silencio para el resto del tiempo por vivir, piensa. Hoy se puede acabar todo. Ajusta de nuevo el cinturón dejando la hebilla justo en el centro, donde ha de estar. Echa un último vistazo a los zapatos. No brillan tanto como quisiera.
Hay objetos, personas, rostros, algunos olores y un buen número de cosas improbables que le arrastran a territorios olvidados por muchos años. Un instante de ida y vuelta. Apenas el tiempo que tarda en querer anclar el pensamiento sin poder y dejar pasar la sensación. Sólo ocurre alguna vez que otra.
Hoy ha vuelto a pasar. La mirada pendiente de encontrar, sin saber que llegaría a un lugar que nunca pudo vivir. Extraño. Como prender la luz en un espacio desconocido con el tiempo justo para echar un vistazo, fijar la imagen y hacer el camino de vuelta con una venda en los ojos. Sin posibilidad de regresar. Nunca más.
Territorios olvidados. Otro que nunca podrá olvidar. Ni volver a sentir. Su propia imagen estallando, convertida en millones de momentos que se aprietan, unos contra otros.
La muchacha caminando despreocupada. El pelo suelto. Sólo unas pequeñas trenzas que van desde las sienes a la nuca. Sonríe pensando en algo que compartirá con otro. Le recuerda de inmediato a esa mujer que tanto buscó. No sabe por qué, pero sabe que es ella. Nunca más.
Ya no hay marcha atrás. La chaqueta perfecta. La camisa perfecta. Todo lo es. Pero esa imagen no desaparece. También lo es.
Alguien le llama. Ha de darse prisa. Te espera medio mundo, corre. Escucha y piensa en que la otra mitad del universo lo perderá pronto, que nadie espera de ese lado. Cierra los ojos y mueve la cabeza con rapidez, negando. Toma aire, todo el que puede. Expira con fuerza y sale de la habitación. Sonríe tanto como puede, igual que si el universo entero le esperase bajo el pórtico.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
6 comentarios:
Tan solo quiero darte las gracias.
¿Y compensa? Creo que no.
Si la felicidad es algo efímero, cuando además esa felicidad implica dejar atrás lo que realmente somos, lo que nos importa, entonces es la ruina personal. Porque no somos capaces de dejar de mirar atrás, aunque nos esté esperando el universo entero.
Pues eso es fácil: tiras de la corbata y mandas todo a paseo.
La alegoría del perfeccionismo externo que oculta un gran caos interno. Lo has bordado, Gabriel.
Me ha gustado un montón, no se expresarlo con palabras pero esto en particular me ha llegado "Un instante de ida y vuelta. Apenas el tiempo que tarda en querer anclar el pensamiento sin poder y dejar pasar la sensación".
Un saludito...
Muy buen texto.
Dos mundos. Una sola persona.Lo aparente y lo oculto. Dualidad.
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