9/11/09

Miles de millones


Lo que esperamos de los demás es siempre lo que acaba con las relaciones. Sean del tipo que sean. Nadie tiene lo que queremos en el momento exacto, ni lo puede entregar de la forma que deseamos.
Espero esto y lo que recibo es aquello, y lo espero hoy aunque me llega mañana. Esperaba que me lo entregaran con cariño y me lo encuentro sobre la mesa sin una nota de él o de ella. Todo se derrumba. En realidad, todo lo destrozo.
Cuando espero algo lo hago olvidando si lo merezco, si he hecho todo lo posible para conseguirlo. Perder esto o aquello lo achaco a que el otro es un mierda sin corazón. No recuerdo todo eso con lo que he ido golpeando sin compasión hasta hacer tambalearse el mundo entero. Me cargo de razón, culpo al otro, arremeto contra él en reuniones con amigos comunes, entre los familiares, me convierto en víctima exclusiva. Asunto arreglado. Todo tiene un porqué, pero yo me ocupo de olvidarlo o de esconderlo.
Siempre que pienso en esto tengo en mente una imagen muy simple. Dos bolas metálicas se cruzan y siguen su camino. Dos bolas metálicas ruedan trazando caminos paralelos. Dos bolas metálicas chocan al encontrarse y toman direcciones distintas. Algunas se acercan entre sí al rodar , pero nunca puedo ver ninguna junto a otra moviéndose al mismo tiempo. Siempre encuentran un grano de arena que desvía a una, siempre el terreno es irregular e impide que el camino sea el mismo, siempre contemplo con tristeza cómo un leve roce envía una de las bolas metálicas hacia otro lugar. Y todo esto hay que saberlo o intuirlo si no quiero convertir mis relaciones interpersonales en un constante fracaso. Y todo esto hay que saberlo o intuirlo para entender que en cuanto encuentre una superficie más irregular mi dirección será otra. Aunque lo importante, lo verdaderamente tremendo, es que nunca las direcciones fueron iguales, ni siquiera parecidas. No, no lo fueron aunque lo proclamé a los cuatro vientos. Las bolas salieron de distintos puntos con caminos alejados y el azar las acercó para que se separaran poco tiempo después. Nunca las trayectorias fueron coincidentes.
Por eso no podemos esperar nada de nadie salvo lo que nos quieran entregar, como quieran hacerlo y en el momento que ellos decidan. En eso se fundamenta la verdadera amistad. Nada se espera, nada se promete, nada pasa si las direcciones cambian porque cada camino es exclusivo, único. Nada ni nadie tiene derecho a modificar a golpes las cosas, ni a dar esos golpes fingiendo no haber hecho nada por el camino.
Somos miles de millones de bolas metálicas rodando en diferentes planos. Cada una de ellas comenzó a moverse en un punto exacto y terminará de hacerlo en otro. Por el camino tendremos que cruzarnos, rozar, acelerar o frenar en seco. Y habrá momentos en los que fallemos, en los que nos pidan y no podamos dar porque nos alejamos gracias a un golpecito que me diste tú que ahora lloras con rabia. Durante un tiempo iremos ligeros junto a una nueva bola que, sin saber porqué, modificará el rumbo. Chocaremos con violencia con otras. Y un buen día pararemos en ese punto sin espacio ni tiempo. Esperando un puñado de cosas que nunca llegaran, sin poder entregar lo que nos pidieron, habiendo desperdiciado miles de oportunidades por acelerar a destiempo o frenar cuando era innecesario. Esperando o haciendo esperar. Perdiendo un tiempo que no teníamos.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano

12 comentarios:

Poma dijo...

Así es .

Unknown dijo...

Excelente! Me ha puesto a pensar en todas las bolas metálicas con que he chocado... y me han empujado en direcciones inciertas.

Araceli dijo...

A mi me gusta el sonido de las bolas metalicas al chocar

Edda dijo...

Es que la vida es así. Nos va llevando y es inútil ponerse en contra. Nos acerca y nos aleja de los demás caprichosamente. Lo que merece la pena perdura, siempre. Aunque esas dos bolas metálicas sigan caminos distintos, volverán a cruzarse. Para que algo perdure no debe haber promesas, ni preguntas, ni tampoco respuestas, ni explicaciones. Simplemente basta con estar, lo que dure ese camino.

Dani dijo...

Decía un escritor que odio que la amistad es como una cerilla que te quema en los dedos. No sé si era mi amigo o pretendía enseñarme que ninguna amistad merece la pena en un determinado punto, pues no sólo la escoges tú, sino que te escoge ella a ti también...

Mamots dijo...

Es triste que todo sea tan inestable y sin embargo tan liberador.

Unknown dijo...

No puedo estar más de acuerdo con vos....
Esperamos que los demás nos den lo que necesitamos en ese preciso instante sin pensar si la otra persona puede, quiere o esta dispuesto a darlo...
Semos... un pelin "egoistas" y "exigentes"

Como siempre un placer

Un saludito

Noe Dominguez dijo...

Hola Gabriel,
Me gusta, me parece sumamente descriptivo. Las relaciones humanas son así, en general, y la amistad en particular. No podemos esperar nada, no debemos esperar nada, porque la amistad es un ejercicio desinteresado que debe alimentarse de los regalos que recibimos de nuestro amigo: una sonrisa, una palabra, un hombro en el que apoyarnos... Nada puede ser bueno cuando surge del compromiso, el corazón necesita sentise libre, no sabe de buenas maneras ni diplomacia. La mota de polvo que desvía esa bola no es, ni más ni menos, que la Libertad.

Besos,
Ely

Unknown dijo...

Las relaciones verdaderas y desinteresadas, nunca se pierden del todo. Tu ausencia, hace que salga de cada uno, un sentimiento egoísta de "porqué nos hace esto" y es simplemente cambiar de camino aunque sea temporal o no, para encontrar otro y con el tiempo muchos otros diferentes, que son los que nos hacen crecer.
Besosss

cometa dijo...

....lo siento, no puedo estar mas en desacuerdo. No creo en el amor (a una pareja o a un amigo) desinteresado, creo que todos esperamos, y tenemos derecho, a ser correspondidos. Dar sin recibir es frustrante, genera un pozo de desazón sin fin y te hace sentir que no mereces nada. No, no es lo que deseo a mis hijos y no es lo que quiero para mi. Lo que ocurre es que a veces somos tan engreídos o vanidosos que creemos que es imposible que no nos quieran, que seguro que nos quieren aunque no nos lo manifiesten. Prefiero querer a las bolas cercanas, las que están lejos quizás no encontraron ningún grano de arena, es que escogieron ese camino.
Siento el rollo, pelín egoísta que es una...
Saludos

Anónimo dijo...

Joer q bueno!

POPY dijo...

Hola G.

Pienso que dos bolas pueden llegar juntas a la meta. Eso sí, una magullada y la otra resplandeciente. Todo depende del material del que estén hechas las bolas o de la resistencia de las mismas.
Del que da esperando recibir ya se encarga la vida.
Del que da sin esperar nada también.
Y hay hasta quien recibe sin dar.

Un abrazo.