Después del tremendo desbarajuste que supone reencontrarse con uno mismo, la pluma comienza a funcionar de nuevo. Con torpeza, casi con desgana por saber que no existe la distancia necesaria como para escribir una sola línea que merezca la pena. Siempre he defendido que escribir es arriesgar, pero hoy no hay nada que pueda manejar como moneda de cambio para mirar desde otro lado, desde el lugar adecuado. Porque también defiendo con toda la fuerza que puedo que lo privado está muy alejado de la literatura. Lo mío no puede convertirse en nada que vaya más allá de un simple diario sin interés alguno. Ese ansia ya pasó cuando dejé atrás la juventud.
Lo irreal no está. Todo se nutre de lo tangible o de lo transcendente y cierto. Apenas caben fantasías porque no hay hueco. Nada que distorsione lo que procura tranquilidad aparece para quedarse. Ya habrá mejores momentos. O no. De momento, ni lo sé ni me importa. Los pies en un suelo endurecido a base de silencios, de soledad y, sobre todo, de renuncias.
Pero la cara amable también está. Aprendí a dibujarla hace mucho tiempo. Incluso sobre un horizonte lleno de estorninos volando alrededor de un sol apagado. Bandadas de miles que se reducían con cada trazo obstinado. Tan sólo se trata de creer en lo que no ves un poco más allá. He tenido la poca fortuna de asistir a grandes fracasos ajenos y todos, todos sin excepción, se adornaron con esa falta de intuición. Todo está más allá. Hay que aprender a ver lo oculto aunque no esté al alcance de la vista. Está.
Escucho a la joven Gimena riendo. Juega con su hermano mayor. Ya ha dejado de ser el adolescente de la familia (al menos ha dejado de ejercer) y es el hermano mayor a secas, envidiado y perseguido por sus hermanos a todas horas. El puesto de adolescente insoportable lo ocupa ahora Guillermo. Y Guzmán juega tranquilo. Como siempre.
Hoy son el más allá. Mi tabaco, mis estilográficas, la música que llega desde el patio porque los muchachos que ocupan el piso de enfrente ensayan sin descanso, las preocupaciones por lo cotidiano, todo lo próximo es el más allá. La intuición tiene sus propios límites. Los que le faltan a lo irreal.
Por fin la cara amable. Hoy no hay literatura, pero todo se llena conmigo. Por fin.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
4 comentarios:
Es un placer volver a leer tus escritos, Gabriel. Y si son literatura o no, ya lo decidirán los lectores, que son los que tienen la última palabra. Tú escribe, que es lo que tienes que hacer.
Ni una sola palabra más que añadir Carmenneke , lo ha dicho.
Por fin sí, estás de vuelta. ¿Hoy no hay literatura? ¿Sabes escribir sin que lo sea? Um... Vale, quiero verlo.
Todo al fin y al cabo es literatura..
Que verdad dices en ver siempre más allá... aunque es dificil y cuesta, pero lo intentamos.
Me gustó lo escrito por vos...como siempre.
Un gran saludito
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