No hace mucho que Guzmán Ramírez se ha estrenado con el judo. Sigue los pasos de su padre y de sus hermanos (Gonzalo será cinturón negro dentro de muy poco tiempo y Guillermo abandonó hace algunos meses). Aún habiendo pasado por estas cosas ya dos veces, me sigue haciendo gracia ver al jovencito andar por encima del tatami. Ya veremos cómo evoluciona y si termina teniendo la suficiente afición como para llegar lejos. Primeras caídas de costado, de espaldas, primeras técnicas y, de momento, poca leña. Sus compañeros son todos parecidos. Pequeñitos, cándidos y, más que nada, juguetones. Otra cosa bien distinta es lo de Gonzalo. Cada combate en competición es una pelea en la que dos tíos hechos y derechos tratan de derribar al contrario sea cual sea el precio. El último que ha tenido que pagar es una lesión de clavícula que no mejora y que le terminará haciendo perder buena parte de la temporada. Ya paso algo de miedo cuando le veo competir. Ante algo tan parecido las sensaciones son completamente diferentes. Más de todo en el caso de Gonzalo. Más fuerza, más músculos, más picardía en la pelea porque triplica en edad a su hermano. Eso es algo que anotamos en el haber con el paso del tiempo. Más mala leche.
Las empresas están llenas de personas con el colmillo retorcido, los políticos saben más por viejos que por políticos, los que siempre fueron malos son (pasados los años) lo peor. Cuando escucho eso de que los viejos son como niños me da la risa. Serán igual de caprichosos y sus ideas serán de lo más surrealista, pero a mala leche no hay quien les gane si es que la sacan a relucir.
Observar cómo dos críos de cinco años practican judo es, incluso, relajante. Intentan aprender a colocar los pies en su sitio, a tensar los músculos del cuello para no dañarse al caer, se ponen enfrente del contrario para mejorar y conseguir que su profesor les felicite. Para pasar un buen rato, para hacer la vida amable.
Observar cómo dos adolescentes tan altos como torres y músculos duros como piedras es inquietante. Salen del vestuario con el rostro serio, el pensamiento fijo en un combate que llega poco después (el que ha competido sabe que un deportista es capaz de visualizar lo que tiene que hacer con una exactitud impresionante). Miradas serias, casi amenazantes. Todo lo que se mueve en el mundo no cuenta. Las peleas son duras. Sudor, caras de desesperación cuando las cosas van mal, de sufrimiento siempre. El trabajo de meses se puede quedar en nada después de un mal gesto.
Observar cómo dos adultos gastan toda su mala leche entre ellos es patético. Todo lo sucio acumulado durante años adorna un momento lamentable.
Sólo luce el genio si viste ropa deportiva. Sólo si hay reglas iguales para todos la pelea es digna de ser vista. Sólo así carece de peligro.
Guzmán acaba de descubrir lo que significa compartir un tatami y un vestuario. Gonzalo lo sabe de sobra y, cada día que entrena, crece como persona alrededor del deporte. Yo tengo que andar esquivando guantazos allá donde voy y encuentro a un tío que quiere enseñar lo que es capaz de hacer cuando se acuerda de lo malo que puede llegar a ser. Y también reparto lo mío. Supongo. Triste.
Da gusto ver a los muchachos progresar. Da pena ver lo demás como se descompone cuanto más extenso es el haber que confundimos con el debe.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
4 comentarios:
La verdad que si que es bonito ver como van progresando según va pasando el tiempo...
pero también es cierto ver como aumenta, el grado de nuestra preocupación, según van creciendo..
Con eso es con lo que tenemos que lidiar día a día e ir sumando....
Joer que bien te explicas...
Oasis.. y esta canción también me gusta.. jejej que le vamos hacer..
Un saludito mañanero... buen día tenga vos..
.. "y, cada día que entrena, crece como persona alrededor del deporte"
Durante mucho tiempo,su parde y yo invertimos los finales de semana en verle competir (amigos nuestros criticaban esa dedicación) .. Hoy cuando nos dicen "Que suerte teneis con Marc , os ha salido un tío estupendo" les recuerdo que su formación, no ha sido cuestión de suerte.
Pd : Perdon más que un comentario a su texto, esto es sobre mi. No lo pude evitar salió la madre.
Hola G.
Muy jovencita también compartí tatami. Creo que era la única niña del grupo. La niña del kimono que logró colorearse la cintura de naranja y chocolate (si no recuerdo mal).
Hasta que llegó un momento en que mi cuerpo empezó a cambiar y por mucho que vistiera camiseta interior las llaves de mis contrincantes iban encaminadas a abrir partes de arriba más que a partir cuellos.
De alguna manera cambiamos todos.
Creo que ese día colgué el cinturón de la infancia para tocar las castañuelas de la adolescencia.
De todo se aprende así que ahora te puedo bailar unas sevillanas y terminar con una buena llave de judo jajajajaja
Un beso.
El deporte saca a la fiera que llevamos dentro y cuando lo practicamos nos sentimos mejor. A los niños les ayuda a crecer. A algunos a superarse y a otros a bajar de la nube donde creían estar. Todos, aunque creciditos ya, deberíamos practicarlo, y no tiene por qué ser un deporte de contacto, que corremos el peligro de que se nos vaya la mano pensando en vete tú a saber quién.
En cualquier caso, nunca, nunca hay que subestimar a nadie y menos a un adversario. Ni en el deporte, ni en el resto de nuestras ocupaciones diarias.
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