Cada tarde, a la misma hora, se sientan en el sofá. Hoy suman seis mil doscientos cinco días.
La sala es grande. Ni un solo mueble más. Sólo el sofá en medio de los doscientos metros cuadrados.
Él pega la espalda con fuerza al respaldo hasta que encuentra la postura perfecta. Estira las piernas y espera a que llegue su esposa. Sabe que se tumbará encogiendo un poco las piernas, con la cabeza sobre él, mirando a la misma pared ambos. Primero silencio. Un par de minutos mirando cada detalle de las paredes, de los marcos de las ventanas.
- ¿Por qué no hemos cambiado el sofá? Es demasiado pequeño para una habitación tan grande. Deberíamos haber amueblado esta sala.
- Si quieres lo podemos hacer mañana mismo, dice él echando la cabeza hacia atrás.
- Eso lo decimos todos los días. Pero nos termina dando pena. Es nuestro primer mueble. Hablemos de otra cosa.
Hacen planes. Nunca han dejado de hacerlos. Mañana por la tarde, la próxima Nochevieja, las vacaciones de verano, cuando llegue la jubilación, incluso cuando uno de los dos falte.
Ella se levanta para ir al lavabo. Él pasa la mano por encima de la piel del mueble. El tacto es suave. Acerca la cabeza para poder oler donde ella estaba tumbada. Se levanta y cambia los cojines. Uno por otro. Ella regresa. Se para un instante en la puerta. Recuerda la primera vez que le vio allí sentado. Exacto.
- ¿Qué piensas?, pregunta el hombre.
- Que no hacen falta más muebles. Por cierto, me han comentado que las obras de rehabilitación del Gran Teatro acabarán en tres años y medio. ¿Me acompañarás a la inauguración? Estrenan una cosa de Beckett.
- Por supuesto.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
La sala es grande. Ni un solo mueble más. Sólo el sofá en medio de los doscientos metros cuadrados.
Él pega la espalda con fuerza al respaldo hasta que encuentra la postura perfecta. Estira las piernas y espera a que llegue su esposa. Sabe que se tumbará encogiendo un poco las piernas, con la cabeza sobre él, mirando a la misma pared ambos. Primero silencio. Un par de minutos mirando cada detalle de las paredes, de los marcos de las ventanas.
- ¿Por qué no hemos cambiado el sofá? Es demasiado pequeño para una habitación tan grande. Deberíamos haber amueblado esta sala.
- Si quieres lo podemos hacer mañana mismo, dice él echando la cabeza hacia atrás.
- Eso lo decimos todos los días. Pero nos termina dando pena. Es nuestro primer mueble. Hablemos de otra cosa.
Hacen planes. Nunca han dejado de hacerlos. Mañana por la tarde, la próxima Nochevieja, las vacaciones de verano, cuando llegue la jubilación, incluso cuando uno de los dos falte.
Ella se levanta para ir al lavabo. Él pasa la mano por encima de la piel del mueble. El tacto es suave. Acerca la cabeza para poder oler donde ella estaba tumbada. Se levanta y cambia los cojines. Uno por otro. Ella regresa. Se para un instante en la puerta. Recuerda la primera vez que le vio allí sentado. Exacto.
- ¿Qué piensas?, pregunta el hombre.
- Que no hacen falta más muebles. Por cierto, me han comentado que las obras de rehabilitación del Gran Teatro acabarán en tres años y medio. ¿Me acompañarás a la inauguración? Estrenan una cosa de Beckett.
- Por supuesto.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Celtas Cortos -
4 comentarios:
Muchas veces, lo nuevo para uno es lo viejo para otro.
Ademas, los muebles no son los únicos que envejecen, y deshacerse de ellos puede resultar algo evocador para el propio futuro.
Quiero un sofá como ese, en un salón donde lo único que importe es que él me espera, como siempre, sentado en el mismo sitio de cada día. Que ponga música,mientras voy llegando, que busque la mejor y vaya preparando dos copas.
Ah, y que no se le ocurra cambiar la decoración, ya no sería lo mismo.
Núria A.
Qué más da que el lugar sea inmenso si ellos lo llenan todo. Qué bueno hacer planes de futuro anclados en ese pasado que permanece.
Como suspendidos, atemporales.Se aman.
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