Hay cosas que no se pueden repartir. Pertenecen a uno u otro en el momento de la separación. Nos engañamos mientras estando juntos inventamos que todo es de los dos, el mundo entero es de los dos, si uno sufre el otro también, la alegría es compartida y disfrutada por los dos, nada puede con ello. Esto sirve si hablamos de amistad, de amor o de odio. La cosa es universal.
Sin embargo, hay cosas que pertenecen a una sola persona, nunca a más, aunque se intentaran compartir en un momento concreto. Cada uno arrastramos nuestras propias miserias, nuestros complejos, nuestras alegrías o nuestros amores. Es precisamente lo que nos hace únicos, exclusivos. No nos gusta mucho la idea de ser diferentes por la forma de odiar, por ejemplo, pero es lo que hay.
Línea catorce. 7.30 a.m. Se sienta a mi derecha una mujer de mediana edad. Abre el bolso, saca papel y lápiz, comienza a apuntar. Columna izquierda. Para él. Columna derecha. Para mí. Columna izquierda: discos, ropa y calzado, la puta televisión (textual), equipo de música pequeño, regalos de boda entregados por su familia, ordenador portátil, sillón reclinable. Columna derecha: Todos los libros, ropa, la otra puta televisión pequeña (textual), ordenador de sobremesa, colección de películas. Se detiene y piensa. Me empiezo a temer lo peor. Me mira una vez, pero vuelve a leer lo que ha escrito. Segunda y definitiva mirada. Oiga, le puede parecer una locura, pero quisiera hacerle una pregunta, dice. Entorno los ojos y espero la pregunta sin decir una sola palabra. ¿Cómo podría dejar a este capullo lo que siento por él? Ya sé que suena raro, pero si se lo pregunto a alguien conocido me van a querer internar, dice. No creo que lo quiera, sea lo que sea, señora. Será mejor que lo deje en la primera papelera que encuentre, contesto. Si se puede dejar en una papelera se podrá dejar en cualquier sitio, en sus bolsillos, encima de su mesa de trabajo o dentro de un zapato. Va hablando con la vista fija en algún punto del suelo. Verá, señora, cuando he dicho papelera, en realidad, lo que quería decir era otro. Otro hombre del que se enamore. Es la única forma de soportar esas cosas. O se reciclan o no hay nada que hacer. Ahora, me tengo que apear en la siguiente parada. Suerte.
He caminado despacio durante cien metros. Más o menos. Semáforo en rojo para los peatones. Me hablan desde atrás. Creo que no me ha dicho lo que pensaba, dice la mujer. Doy media vuelta. Cuando alguien tiene la sensación de tener en su poder algo que pertenece a otro significa eso, sencillamente, que aún es de otro. Y si se trata de un amor, hablamos de uno mismo. Entero. Si usted siente que le pertenece intente reciclar eso, sea lo que sea, en la papelera que toca. En él. Pero sepa que se va a reciclar enterita ¿Satisfecha? Otra vez media vuelta.
Hay cosas indivisibles. Nuestro propio ser lo es. No nos podemos repartir. Nos tenemos que entregar. Así lo creo.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
3 comentarios:
Ella es indivisible y si se va, se irá enterita, sí. Pero siempre queda algo, el recuerdo. El se va a quedar con lo mejor y, en este caso, lo peor de ella. Nadie se va de rositas.
Hay cosas que no podemos dividir.. porque son de cada persona, como los pensamientos, los sueños, las ilusiones...serán de otros solo cuando queramos compartirlas...
Cierto.. cierto y cierto!!!!
Un saludito mañanero
Puede que con el tiempo, el reciclaje solo consista en ser uno entero e incompartible.
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