Se cierra la puerta. El muchacho mira la madera sin expresión en la cara. Decide ir a casa. En la mano un papel. En el papel, escrito, un poema para ella. Pero la puerta se ha cerrado. Ella la ha cerrado. Entra en la casa. En la sala, su madre. Mira la pantalla del televisor al mismo tiempo que pela judías que va echando en un barreño lleno de agua. El muchacho le cuenta. No ha querido escucharme. No me perdonará nunca. Se va a su habitación. La madre pela y echa judías más rápido. Cuando termina, restriega las manos sobre el delantal. Se lo quita y sale a la calle. Camina un par de minutos. Toca el timbre de una vivienda muy bien cuidada. Alguien asoma por la ventana. Empuja, dice. Está abierta. Toman café. Charlan con tranquilidad. No le perdonará. Fue hasta su casa y le dijo que no lo hará jamás. Qué cosas dicen estos jovencitos. Si es así es que se lo han dicho sus padres. Ella le quiere. De esto estoy segura. Bueno, gracias por escucharme. Voy a terminar de hacer la comida. Sale. La misma mujer que asomó por la ventana para abrir lo hace ahora para ver como sale. Sube al piso de arriba. Un hombre busca piezas de color azul. El puzzle es grande. Faltan por encajar, por lo menos, la mitad de las piezas. Acaba de irse. Me ha estado contando lo de su hijo. A la chica le han prohibido que le perdone. Esta no me la da a mí. Esas familias nunca lograrán llevarse bien. El hombre coloca una pieza. Serio, ausente. La mujer sale diciendo que nunca va a acabar con el dichoso juego. El hombre agarra unas fichas ya colocadas y les deja sobre el montón. Toma el auricular del teléfono, marca. Sí, ya te digo, han intentado un acercamiento, pero no ha sido posible. Los chicos no perdonarán jamás a sus padres. Qué brutos son. Unos y otros. Al otro lado, un joven escucha mientras observa un par de coches que han llamado su atención. No dice nada. Se limita a escuchar. Pues eso, que si no terminan los problemas no habrá boda. Eso es lo último que escucha. Guarda su teléfono en el bolsillo trasero del pantalón. Entra en un bar. Allí le esperan los amigos. Les cuenta. Las familias se retaron. En el choque hubo gran brutalidad.
Mientras, un muchacho sujeta un papel en el que ha escrito un poema a la mujer que ama. Y una mujer espera esa llamada que le hará sentirse feliz. Siendo novios se puede discutir por cualquier cosa, es normal no estar de acuerdo en todo, pronto llamará. Estoy deseando escuchar, susurra.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Sting,Billy Joel,Eric Clapton -
3 comentarios:
Creen que lo saben todo. Creen que la experiencia y el odio les dan la razón. Piensan que los jóvenes siempre se equivocan y si están enamorados más. Son ellos los que se equivocan. Comenten el error de no darles una oportunidad. Aunque sea la oportunidad de equivocarse. ¿O es que ellos acertaron?
Excelente narración.
Nos gusta tanto intervenir en todo que nos olvidamos de la libertad que cada uno tiene de elegir lo que verdaderamente quiere equivocado o no...
mmmmm ma gustado!!!
Un saludito nocturno...
Una narración con mucho arte, sí. Me ha gustado mucho.
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