Hay valores que tienen un aspecto añejo, despreciados por casi todos desde el olvido. Uno de ellos es el honor. Nadie se refiere a él. Parece hasta un poco ridículo mencionar semejante cosa. No me puedo imaginar a un adolescente diciendo que tal o cual cosa es cuestión de honor. Tampoco a un adulto. Parece que tenerlo no está de moda. Es mejor tener un par de huevos para hacer las cosas o tener las cosas muy claras. Puede parecer lo mismo (echando algo de imaginación, claro) aunque la diferencia es grande. Vivir apoyado en un valor como ese, no puede ser nada parecido a una chulería o un puñado de gestos bravucones.
Las personas que dan su “palabra de honor” sabiendo que acaban de sellar una alianza para siempre pueden llegar a ser temibles. Los que no se dejan tocar lo huevos porque si alguien se atreve se lían a guantazos no lo son nunca.
Aprendí siendo niño que ser íntegro se consigue a base de guardar el honor como un tesoro que se tiene y no se puede entregar. Algo exclusivo de cada uno de nosotros que si se queda por el camino te convierte en un fantasma. O en un macarra que intenta imponer sus ideas y te quiere partir la cara. Las cosas del honor, igual que las del pensamiento, no pueden ser macarras. Ni de ellos. La diferencia fundamental entre un tipo de persona y otra es que uno quiere repartir y el otro sabe que en la vida se recibe y se reparte, que hay que saber lo que toca en cada momento. No es lo mismo proteger con la vida a los que dependen de ti que sacudir una paliza a un borracho por piropear a tu novia. Honor. Macarrada.
Todos los valores que nos hacen crecer como personas deberían estar a salvo, ser los pilares de la educación. Y el honor es el más grande de todos ellos. Es lo único con lo que nacemos. Ni más ni menos.
El eje del motor ha de ser sólido. Eso siempre. Pero entre unos y otros, han logrado que creamos que la vida es un momento de transición, que no pasa nada de nada. Cualquier cosa está bien. Qué mentira tan grande. Uno debe saber que, en cada momento, hay algo que hacer (eso y no otra cosa). Pase lo que pase, aunque sea lo último de lo que seas capaz. Si está bien hay que hacerlo sin miedo. Nada puede impedir que hagamos lo que creemos justo. Es lo único que poseemos. Lo único. Hemos nacido para ser personas y para serlo más al morir que al nacer. Pero los valores se han convertido en algo absurdo e inútil. Pero violencia física o verbal proporciona grandes éxitos a sujetos ridículos e impresentables...
En fin, estamos en manos de personas que han convertido el honor en el dinero que poseen, en las relaciones personales que logran a base de asistir a fiestas lujosas, y en un no dejarse tocar los huevos.
A mí me sigue interesando ser más pobre que otra cosa, sentarme a charlar de literatura con un par de buenos amigos y saber que cuando muera eso a lo que yo llamo honor se irá conmigo a la tumba porque he intentado hacer las cosas que estaban bien y he despreciado las que estaban mal. Es que es lo único que tengo y no me apetece convertirlo en una parida más.
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