23/4/06

Por un momento


De fondo, música del cuarteto de Chet Baker. El día se dibuja triste en el gris. Guzmán y Guillermo juegan a pelear. Cualquier movimiento del pequeño hace que su hermano caiga fulminado contra sillones o paredes. Y Guzmán se parte de risa. Peleas mentirosas, inofensivas.
Ercarni, una de mis vecinas de patio, me saluda levantando la mano. Ella tiende y yo escribo. Levanta la barbilla para preguntar cómo me va. Resoplo para que sepa que esto de escribir es mucho peor de lo que parece. Sonríe y mueve la cabeza de derecha a izquierda. Creo que me dice algo así como que no me lo creo ni yo. Tiene razón.
Un gorrión llega volando hasta el vierteaguas de la ventana. Me quedo quieto para no asustarle. Parece tranquilo. Da un par de saltitos con ambas patas y vuelve a volar.
Suena “There will never be another you”. Me hace mover los pies. Y enciendo un cigarro. El placer de un momento en el que el cosmos se hace tan pequeño como uno mismo es. No cabe ninguna otra cosa que no seas tú. ¿Qué coño pinto en este mundo? Mejor no preguntarse esas cosas. Mejor seguir disfrutando de lo que me ha tocado, que no es poco. En la mesa una nota escrita a mano, con tinta verde. Alguna idea que llegó inesperada. No me gusta olvidar esas cosas. Añado una última frase. “Y la vida se ordena alrededor de los instantes de reposo”. Eso escribo.
Guzmán aparece por la puerta con un babero en la mano. Quiere comer. Eso está hecho, le digo. Aplaude con entusiasmo. Sale corriendo hacia la cocina. El disco acaba. Apago el cigarro. El mundo no había parado de girar. Yo, sí.

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