1/8/06

La matanza de Texas


Durante esta semana cuidaré de Gonzalo, Guillermo y Guzmán. Las vacaciones de Silvia se han retrasado una semana.
Los mayores han logrado quitarse en estos días la roña que trajeron del campamento. No había visto nada igual en mi vida. En la mochila de Guillermo apareció mucho pan hecho migas revuelto con lo que creemos era chorizo. Quizás fue un bocadillo. El sólo recuerda que un monitor se lo metió en el equipaje ¡el día que comenzaba el campamento! Pero no sintió hambre y allí se quedó. No quiero recordar lo de los calcetines de Gonzalo y otras cosas mucho peores.
Los mayores parecen personas y el pequeño anda feliz por la casa. Aquí no están sus cuidadoras y no ve necesidad de obedecer.
Procuro no acercarme mucho a ellos. O piden, o se quejan unos de otros, o Guzmán llora de mentira gritando como un loco para conseguir cualquier cosa imposible.
He estado escuchando ópera toda la mañana. “La Bohème” de Puccini primero. “Wozzeck” de Alban Berg después. Por último, mientras guisaba, me he pasado al jazz. Un excelente disco de Art Tatum. Mientras se cocían los macarrones y terminaba de asarse el pollo ( y yo también), he intentado reconstruir lo que quedaba de la cantimplora de Guillermo, metido en bolsas de plástico las camisetas irrecuperables por rotas o manchadas y colocado cordones nuevos a un montón de deportivas viejas.
Hora de comer. Guzmán ha tirado medio plato de puré sobre la bonita ropa de su padre. Los otros dos, lejos de echar un cable, se han dedicado a reír la gracia del pequeño. Claro, he terminado diciendo disparates a gritos. Encarna, la vecina, me ha debido escuchar (supongo que lo han hecho todos los que estuvieran a menos de un kilómetro de distancia) y asomándose a la ventana me ha dicho que con tanto grito no escuchaba bien la música esa tan rara que le pongo y que, si podía ser, mañana le encantaría oír algo de Mozart. Otra graciosa. Se partía de risa con su chiste sin saber que se estaba jugando la vida.
Ahora todo está en calma. Espero la vuelta de Silvia. Ni escucho música, ni leo, ni nada. Lo único que me apetece es buscar la copia de “La matanza de Texas” para aprender como se hace eso de correr con una sierra mecánica por la casa. Aunque sea de plástico. Es por desahogarme y eso.

© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano

1 comentario:

Ana María dijo...

Qué fuerte...
Estoy a punto de llorar, mis ojos se humedecen. Puede que lo haga. Luego diré porqué.
Ahora te diré que el texto me ha encantado. Sí. Me parece una cotidianidad maravillosa antes de llegar al mundo Gimena.Supongo, claro.

Bién, ahora diré porqué me he emocionado: 1º decir que he tenido que parar la ópera, porque no podría haber seguido escribiendo de no haberlo hecho.
Al poner el "play" y escuchar los primeros acordes, me ha venido a mi mente esta ópera, mil veces oída en mi casa por mí, y escuchada emocionado otras mil por mi padre. Y mi madre. Y según avanzaba el "play", pensaba: esta debe ser aquella en la que mi padre me decía: "que cosa faccio", vivo, que come vivo?"...siempre me cantaba él esa parte...

Y, sí, mis dudas se han disipado de inmediato, es ella, es Manina de Puccini... ya lo dije, y lo repito: me acabas de hacer ver a mi padre escuchando esta ópera, de las muchas que escuchaba.
Escuchándola yo.
Ahora sigo con el "play" y a recordar...