Un buen puñado de jovencitos andan intentando recuperar el tiempo perdido. El que deberían haber dedicado al estudio, digo. Se han quedado sin disfrutar de los tres meses de verano. Y el resto de sus familias también.
Pero no son los únicos que suspenden. El presidente Zapatero a la cabeza y la purrela de políticos que andan sueltos por aquí y por allá han obtenido unas magníficas calabazas. Esto es algo irrelevante puesto que van a seguir haciendo lo que les viene en gana, pero me alegra. Hace mucho años que dejé de creer en la clase política española.
Todos suspensos y todos en sus puestos, aguantando lo que les echen. Con desfachatez, sin rubor.
Supongo que al recibir sus calificaciones pensarán en cómo es posible que los ciudadanos no vean lo evidente, esto es, que son todos unos santos, que los malos son los del partido que tienen enfrente. Algunos se mesarán los cabellos al comprobar que, ni siquiera echando por delante a un perro de presa como Federico el de la cadena cope, el populacho es incapaz de acercarse a su verdad, a su justicia.
Desconozco si hay una figura dentro de los partidos políticos que sea algo así como “el que abre los ojos y pone cordura”. Supongo que no. Si existiera alguien así terminaría haciendo cola delante de una ventanilla del INEM a los diez minutos. Y, además, entre cordura y honradez, el mundo tendería hacia un lugar en el que los banqueros no se llenarían los bolsillos de dinero con la ayuda de estos mequetrefes. El mundo sería otro, sería el espacio en el que ellos estarían de más.
El caso es que suspenden en todo. Unos porque celebran bodas entre personas del mismo sexo. A estos les suspende la iglesia (incluido el amigo Gallardón que siendo católico y militante del Partido Popular le ha dado por hacer bodas prohibidas por su partido y su religión). La iglesia y buena parte de la población que, a la postre, no ha oído una sola palabra que tenga que ver con el Evangelio o el magisterio episcopal. Otros porque quieren reparar el daño que sufrieron durante y después de la guerra civil otro buen puñado de personas inocentes. Aquí se lanzan como lobos los que defienden que los muertos están tranquilos y así deben seguir. Curiosamente son los mismos que salen a la calle para pedir justicia con otras víctimas. Las que ha producido el terrorismo infame de ETA. Y, curiosamente, los que quieren hacer justicia con los perjudicados durante la dictadura franquista son los que dicen que no pasa nada si se llega a un acuerdo político para acabar con la violencia. Suspenden los que han conseguido ser millonarios robando y llevando bolsas llenas de billetes a casa fruto de las comisiones. Esos catean y les obligan a recuperar en una habitación pequeñita. Quien sabe si no se llevaron algo cuando construyeron el penal en el que están pasando esta temporadita.
La lista se puede hacer interminable. Pero lo más curioso de todo es que millones de personas miramos la televisión o los periódicos para enterarnos bien de lo que sucede, para saber lo que pasa. Y una vez enterados, no hacemos nada. Nada de nada. Nada. Incluso nos hace gracia comentarlo en el bar tomando un café.
Así que todos estamos suspensos. Todos sin excepción.
P.D.: Mala suerte señores banqueros. Con el dineral que tienen y no poder comprar la conciencia de todos. Qué desdicha.
Pero no son los únicos que suspenden. El presidente Zapatero a la cabeza y la purrela de políticos que andan sueltos por aquí y por allá han obtenido unas magníficas calabazas. Esto es algo irrelevante puesto que van a seguir haciendo lo que les viene en gana, pero me alegra. Hace mucho años que dejé de creer en la clase política española.
Todos suspensos y todos en sus puestos, aguantando lo que les echen. Con desfachatez, sin rubor.
Supongo que al recibir sus calificaciones pensarán en cómo es posible que los ciudadanos no vean lo evidente, esto es, que son todos unos santos, que los malos son los del partido que tienen enfrente. Algunos se mesarán los cabellos al comprobar que, ni siquiera echando por delante a un perro de presa como Federico el de la cadena cope, el populacho es incapaz de acercarse a su verdad, a su justicia.
Desconozco si hay una figura dentro de los partidos políticos que sea algo así como “el que abre los ojos y pone cordura”. Supongo que no. Si existiera alguien así terminaría haciendo cola delante de una ventanilla del INEM a los diez minutos. Y, además, entre cordura y honradez, el mundo tendería hacia un lugar en el que los banqueros no se llenarían los bolsillos de dinero con la ayuda de estos mequetrefes. El mundo sería otro, sería el espacio en el que ellos estarían de más.
El caso es que suspenden en todo. Unos porque celebran bodas entre personas del mismo sexo. A estos les suspende la iglesia (incluido el amigo Gallardón que siendo católico y militante del Partido Popular le ha dado por hacer bodas prohibidas por su partido y su religión). La iglesia y buena parte de la población que, a la postre, no ha oído una sola palabra que tenga que ver con el Evangelio o el magisterio episcopal. Otros porque quieren reparar el daño que sufrieron durante y después de la guerra civil otro buen puñado de personas inocentes. Aquí se lanzan como lobos los que defienden que los muertos están tranquilos y así deben seguir. Curiosamente son los mismos que salen a la calle para pedir justicia con otras víctimas. Las que ha producido el terrorismo infame de ETA. Y, curiosamente, los que quieren hacer justicia con los perjudicados durante la dictadura franquista son los que dicen que no pasa nada si se llega a un acuerdo político para acabar con la violencia. Suspenden los que han conseguido ser millonarios robando y llevando bolsas llenas de billetes a casa fruto de las comisiones. Esos catean y les obligan a recuperar en una habitación pequeñita. Quien sabe si no se llevaron algo cuando construyeron el penal en el que están pasando esta temporadita.
La lista se puede hacer interminable. Pero lo más curioso de todo es que millones de personas miramos la televisión o los periódicos para enterarnos bien de lo que sucede, para saber lo que pasa. Y una vez enterados, no hacemos nada. Nada de nada. Nada. Incluso nos hace gracia comentarlo en el bar tomando un café.
Así que todos estamos suspensos. Todos sin excepción.
P.D.: Mala suerte señores banqueros. Con el dineral que tienen y no poder comprar la conciencia de todos. Qué desdicha.
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