Tarde del jueves. Calor, compras y helado mientras paseamos. Guzmán estrena silla de paseo. Quiere bajar a toda costa para corretear. Aprovecho para comprar una copia de la trilogía de Apu. Recomendación de Irene Tamayo. El pequeño intenta, como de costumbre, llevarse a casa veinte copias de la misma película. Se conforma con mucho menos.
A Silvia le apetece ver cine mientras escribo, pero me apunto a última hora. “La canción del camino” es la primera parte. Blanco y negro. La copia es de una calidad espantosa porque parece ser que los negativos se perdieron en un incendio. Dos horas. Guzmán dormido. Silvia y yo pegados al sofá.
Fantástica. Una visión nada complaciente de una zona muy deprimida de la India, realista. Las miserias del ser humano campando a sus anchas en cada toma. Y la felicidad absurda del que no quiere ver. O del que ve más allá y tomamos por loco o imbécil. Eso nunca se sabe. La amargura del que tiene los pies en el suelo. Nunca más allá. Eso siempre se sabe. La mirada del niño que observa y va descubriendo lo que los mayores tienen olvidado. Adultos que se arriman al recuerdo de las expectativas no cumplidas, esas cosas que llevamos a cuestas porque son las que nos amargan. La llegada de la muerte. Siempre a destiempo. Visitando a jóvenes, a viejos. Un drama de igual forma. Todo envuelto por algo tan evidente que no somos capaces de ver. La propia condición de estar vivos. De haberlo estado para los que tienen que continuar. Y todo ello con el fin de decirnos que tener cosas materiales no hace mejor la vida. La alegría por ser, por estar en el mundo, es lo que convierte la existencia en algo que merece la pena. El resto es accesorio.
Qué buena película. Cada toma un dibujo exacto. Estamos deseando ver las otras dos.
Al apagar el reproductor aparecen imágenes de un programa de televisión. Un tipo se lleva las manos a la cabeza. Nervioso. Debe decidir entre no sé cuantos miles de euros o arriesgar un poco más. El público grita entusiasmado. Cambio de canal. Unas señoritas cantan de forma patética. Quieren llegar a ser famosas y compiten unas contra otras. Fama, dinero. Ese es el único futuro.
Desconecto el aparato. Preferimos comentar algunas cosas sobre la película de Ray. Y luego leer. Silvia el libro de Baricco. Yo el de Irene Nemirovsky. Es la única forma de enterarse de qué va la cosa. De entender algo.
A Silvia le apetece ver cine mientras escribo, pero me apunto a última hora. “La canción del camino” es la primera parte. Blanco y negro. La copia es de una calidad espantosa porque parece ser que los negativos se perdieron en un incendio. Dos horas. Guzmán dormido. Silvia y yo pegados al sofá.
Fantástica. Una visión nada complaciente de una zona muy deprimida de la India, realista. Las miserias del ser humano campando a sus anchas en cada toma. Y la felicidad absurda del que no quiere ver. O del que ve más allá y tomamos por loco o imbécil. Eso nunca se sabe. La amargura del que tiene los pies en el suelo. Nunca más allá. Eso siempre se sabe. La mirada del niño que observa y va descubriendo lo que los mayores tienen olvidado. Adultos que se arriman al recuerdo de las expectativas no cumplidas, esas cosas que llevamos a cuestas porque son las que nos amargan. La llegada de la muerte. Siempre a destiempo. Visitando a jóvenes, a viejos. Un drama de igual forma. Todo envuelto por algo tan evidente que no somos capaces de ver. La propia condición de estar vivos. De haberlo estado para los que tienen que continuar. Y todo ello con el fin de decirnos que tener cosas materiales no hace mejor la vida. La alegría por ser, por estar en el mundo, es lo que convierte la existencia en algo que merece la pena. El resto es accesorio.
Qué buena película. Cada toma un dibujo exacto. Estamos deseando ver las otras dos.
Al apagar el reproductor aparecen imágenes de un programa de televisión. Un tipo se lleva las manos a la cabeza. Nervioso. Debe decidir entre no sé cuantos miles de euros o arriesgar un poco más. El público grita entusiasmado. Cambio de canal. Unas señoritas cantan de forma patética. Quieren llegar a ser famosas y compiten unas contra otras. Fama, dinero. Ese es el único futuro.
Desconecto el aparato. Preferimos comentar algunas cosas sobre la película de Ray. Y luego leer. Silvia el libro de Baricco. Yo el de Irene Nemirovsky. Es la única forma de enterarse de qué va la cosa. De entender algo.
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