Mirta es una mujer pequeña, nerviosa, atractiva. Se casará el próximo sábado en la Catedral de Madrid. Ha elegido un traje elegante y sobrio. Lucirá una diadema de oro y pedrería legado de una bisabuela. El banquete, un viaje al otro lado del mundo visitando los lugares más extraordinarios, cualquier cosa está resuelta hace tiempo. Sonríe contando cada pequeño detalle de lo que será su gran día. Las invitaciones escritas en letra de color granate. El mismo color del forro de los sobres. Un anillo de compromiso que debe costar una fortuna. Tomamos un café mientras esperamos al que será su marido. Mira por la ventana y comienza a llorar. ¿Qué pasa, Mirta? Balbucea algo que no soy capaz de entender. No insisto. Dejo que se desahogue. No lo tengo claro, dice. Parece que tengo de todo ¿verdad? Pues me falta lo fundamental. Se abre la puerta de la cafetería y entra él. Al verla, pregunta. Es que le contaba a Gabriel lo de la boda y me he emocionado. Me despido deseándoles que la fortuna no les abandone en el camino.
De camino a casa, topo con un vecino al que no me apetece ver. Se detiene hasta que llego y me agarra del hombro queriendo parecer cercano, alegre por haberme encontrado. Pregunta si conozco a alguien para trabajar con él, necesita cinco o seis personas porque la empresa no deja de crecer, que las cosas le van rebien. Lo tendré en cuenta, no te preocupes, contesto. Oye, voy a por las niñas. Este fin de semana me toca tenerlas. ¿Estarás por aquí esta tarde? No sé que coño hacer con ellas y se llevan muy bien con los tuyos. Le escucho con fingido interés. Miento. No, nos vamos al campo con unos amigos. Tendrá que ser otro día. Nos despedimos.
Hoy, otra vez, veo las bandadas de aves que vuelan ordenadamente. Regresan buscando un clima más adecuado para sobrevivir.
Guzmán juega en su habitación con un tigre de peluche. Dice que es su amigo. Tiene hambre y pide una galleta para él y otra para el juguete. Beben un vaso de leche ambos. Y le lee un cuento inventado que habla sobre dos amigos que descubren un tesoro. Le miro intentando comprender en qué momento nos convertimos en eso que tanto criticamos de los demás.
Alguien en casa escucha un tema excelente de Antony and the Johnsons. Hope There´s Someone. Pienso en lo que le falta a Mirta. Seguramente sea lo que le sobró a mi vecino el que no sabe qué hacer con sus hijas durante el rato que está con ellas.
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