Hoy suma y sigue. Nada acaba. Al contrario. Queremos envejecer del todo para sentirnos niños. Comenzar de nuevo con los propósitos de cada año por cumplir.
De los muchos que recuerdo sólo un puñado son realidad. De los que se consiguieron sólo un par de ellos merecieron la pena. El resto era cosmética. Ya lo sabía aunque conseguir un reto te mantiene en pie por pequeño que sea. Son esos dos los que parecían imposibles. Y son esos dos los que me anclan al mundo.
Los niños revolotean nerviosos por toda la casa. Silvia descansa echando de menos poder tener un momento de respiro el día que acaben las vacaciones. Cuatro hijos es carga pesada.
Pienso. Escribo. Trato de ordenar un año durísimo escribiendo en un cuaderno todo aquello que me parece importante. Es el mismo cuaderno de años anteriores. Qué pena comprobar que los buenos recuerdos se manchan, que los malos parecen indestructibles.
El amor es verde, la pasión es verde, la desazón también. El miedo, la muerte, la ausencia, la esperanza, el fracaso y los logros son verdes. Todo luce con el mismo color, con diferente trazo aunque verde intenso.
No quiero escribir más. Prefiero dejarme llevar por la euforia de los críos, por la tranquilidad que aporta Silvia a mi vida. Vivo con la mujer que amo y eso es más que suficiente. Quizás sea el mejor resumen que puedo hacer. Cuatro hijos y la mujer de mis sueños esperando a que termine de escribir para preguntarme si nos vamos ya a celebrar que el año acaba. No resume un año sino que es el colofón al proyecto que elegí como forma de vida y al que ya no podré renunciar nunca jamás.
Mis mejores ojalas a todos. Espero que la fortuna sonría a unos y a otros.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
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