19/8/09

Lo que cabe en un confeti


Algunos autores se empeñan en contar todo al escribir. No dejan un solo detalle sin narrar, un solo gesto. No eliminan una mínima parte de un diálogo que mantengan sus personajes durante la acción.
Esto que puede parecer una ventaja para el lector o un trabajo inmaculado del escritor no deja de ser un error que sólo los principiantes o los malos escritores cometen cada día. En el caso de los que quieren ser escritores suele ser un síntoma claro de inseguridad. Aún no comprenden que el lector es mucho más listo de lo que solemos creer y muy capaz de rellenar con solvencia esas zonas en las que el narrador se inhibe o no quiere contar por parecerle innecesario, irrelevante o mucho más significativo el silencio (digo el narrador y no el escritor porque no son lo mismo). En el caso de los escritores malos, aún sabiendo que el lector es un ser que está a su altura (la soberbia de algunos autores es lamentable y cercana al ridículo) el recurso de extenderse para relatar hasta el último detalle viene del miedo a sí mismo y al crítico que pueda decir “quedan demasiadas cosas sin decir”. Un mal crítico, claro. Pero sobre todo se debe a la incapacidad técnica para lograr un efecto que debería conseguir con una frase y que, sin embargo, lo ha de alargar un párrafo o una página entera.
Si una novela comenzara diciendo “Se despidieron. Veinte años después era capaz de recordar el sabor de sus labios. Su mujer esperaba en la habitación. Pensó que de ella no recordaba apenas el color de ojos”, ¿sería necesario narrar los veinte años que separan un beso del momento actual? ¿Acaso no sabemos que el personaje dejó atrás a la mujer de su vida y eso le marcó para siempre? Creo que es del todo innecesario. Y creo que no narrar (en este caso) es la mejor forma de hacerlo.
Y, sin embargo, las mesas de las librerías están llenas de novelas que alcanzan novecientas páginas cuando podrían ocupar cincuenta o sesenta, que se venden como churros no sé porqué extraña razón. Y lo peor de todo es que existen escritores estupendos, con una narrativa poderosa, que no son capaces de publicar sus obras para que los de siempre sigan publicando sin ton ni son (aunque escriban una estupidez o aunque extiendan cuatrocientas páginas lo que podrían decir en un confeti).
El lector no es tonto, pero empiezo a pensar que le sobra tiempo o dinero. Cosas valiosas ambas. O que yo me estoy volviendo loco. Cosa que también empiezo a valorar mucho. Pero mucho.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano

12 comentarios:

Carmen Neke dijo...

A lo mejor el lector no es tonto (no estoy yo tan segura de eso), pero sí que es vago por naturaleza y quiere que se lo den todo hecho. Para el lector actual, leer se ha convertido en una actividad totalmente pasiva. Mala suerte para los escritores que todavía quieran publicar novelas dignas de ese nombre.

Edda dijo...

No, Gabriel, no te estás volviendo loco. Yo como lectora pienso que a la mayoría de los libros de seiscientas páginas les sobran trescientas. Hace tiempo que huyo de las grandes (en tamaño) novelas y de las trilogías (no, no me leído Milenium de Stieg Larsson, ¿qué pasa?) y no me quedo con ninguna pena. Pienso que hay mucho por leer de lo ya escrito y mucho más por descubrir en las librerías, y no por su tamaño. En serio, en este caso el tamaño sí importa, por lo que tú has dicho, por tiempo, dinero y calidad. Y no en ese orden precisamente.

Anónimo dijo...

Describir, describir y seguir en el pormenor. Hace que la prosa se detenga o que camine con dificultad. Sí, yo tambien huyo de tanta palabra. me agrada lo breve y bien dicho.
un abrazo

Pepito Grillo dijo...

Se lee como se publica... al peso.
Eres un Quijote, G. Esto esta perdido desde hace muchos años y lo sabes.

Lupe dijo...

Hola Gabriel.

El tema de tu entrada de hoy la considero muy interesante, aunque me ha sabido a "tirón de orejas" y te lo explico. Hace poco más de un año, comencé un taller de escritura y el sufrido profesor que me asignaron no tenía otra lucha con mi forma de escribir. Solía decirme: "No dejas nada para el lector, todo lo pones tú". Y hoy, al leerte, me he acordado de él. Me consuela que digas que es cosa de principiantes. Sigo intentando sintetizar...

A mí tampoco me entusiasman las novelas "gruesas" de tamaño. Ni segundas partes de un ¿éxito?, tampoco. La novela que en las cinco primeras páginas no me ha enganchado, la cierro y la olvido.

Hace unos días mi hijo me recomendó que leyera una novela. La empecé, pero pronto vi que no me gustaba. Tratando de excusarme con él, le comenté que no lograba engancharme a su lectura y, asombrada, le escuché contestarme: "Hasta pasadas las doscientas páginas no lo hará, ten paciencia y sigue leyendo..." Y le estoy haciendo caso. Quizá también tenga que aprender a leer. Quizá.

Un abrazo, Gabriel.

Maat

araceli dijo...

Opino lo mismo, salvo honrosas excepciones, quinientas o seiscientas páginas son muchas páginas, seguro que lo esencial llevaría menos de la mitad.

Mi libro favorito tiene ciento quince,lo será para siempre.

Que musica!!!!

Anónimo dijo...

En la mayor parte te doy la razón, explicar detalles demasiado evidentes o descripciones muy rebuscadas cansa.

Pero hasta cierto punto, si lo que trata de explicar es algo tan sólo visto en la imaginación del autor, o tiene una forma especial y única de describir algo, desde un punto de vista nuevo, también vale la pena.

Como en todo, lo malo no es el uso, sólo el abuso.

POPY dijo...

Hola G.
Lo breve suele dejar buen sabor de boca. Lo denso suele dispersar tanto que ya no sabes ni lo que comías.
A la gente le suele gustar la exageración.
He escrito en un confeti. En la próxima fiesta lo esparciré junto a otros de su misma especie. Quien lo encuentre y lea será un buen lector jjajajajaja

Por cierto "Lo que cabe en un confeti" me parece un excelente título de novela.

besos

CumbresBlogrrascosas dijo...

Estoy con Maat; a mí también me sabe a tirón de orejas, ya que confieso sin pudor que yo he caído en ese vicio en más de una ocasión, afortunadamente ya lejana. También, mea culpa, he pecado con la consabida autobiografía del principiante. No peco, en cambio, de soberbia, reconozco mis errores, leo intentando aprender y hago caso de maestros.
Doctores tiene la Iglesia.

Ana dijo...

Yo había dejado un comentario esta tarde aquí, justo detrás de el de Popy.Veo áhora que no está...
O no se envió bién o ...ah, igual no escribí la clave.

Bueno Sólo era que Popy casi lo dice todo por mi:
Lo bueno si breve dos veces bueno.

Y que me encanta lo de "...lo que podrían decir en un confeti"
Y el título también me gusta mucho".
Decía más cosas en mi perdido "comment" ...algo como que mi hermano me dijo una vez al yo decirle que "alguien" se enrollaba bién para explicar algo que er list y tal..., él me cotestó: una persona INTELIGENTE te dice lo que piensa o te explica algo en "pocas" palabras...
Es cierto, el que sabe resumir o sintetizar...y que el otro lo entienda claro...tiene mérito.

Ana dijo...

Se me quedó en el tintero del olvido, algo con lo que acababa mi 'perdido' "post", (aunue ahora lo aumento):
Gabriel, yo hace rato que empezé a valorar mi posible locura"...
Creo que la lína que separa la cordura de la locura es casi imperceptible..., además un@ nunca se da cuenta de si la ha traspasado o no, son los demás los que se lo hacen saber..., si no, NO sería "locura".
Pero yo, sinceramente, creo que la locura "buena" (típica de artistas, músicos, escritores, génios, etc.) esun puntazo, pus hace la vida m´s divertida y nada o menos aburrida.

Unknown dijo...

Dicen que lo breve sin bueno... dos veces bueno...
A mi personalmente me gusta que desde el inicio me enganche lo que estoy leyendo....