Espera junto al árbol de siempre. Piensa en cómo se lo dirá. Ha llegado el momento. Son muchas tardes hablando con ella, paseando la noche de la ciudad, sin un roce, sin un movimiento que pudiera intranquilizar. Se lleva la mano al bolsillo de la americana. Una pequeña caja. Una sortija dentro. Nadie amará a esa mujer tal y como lo hace él. Es una certeza. Su gran secreto. Comienza a llover. Alza la cara para probar el agua de lluvia que sabe a ella. Todo tiene el mismo sabor. La ve llegar.
- Tengo algo que decirte.
- Ay, espera, espera, a mí me pasa lo mismo, dice la mujer retirándose un mechón del flequillo empapado. Primero yo, primero yo. Da pequeños saltos sobre la punta de los pies.
- De acuerdo, de acuerdo. Lo mío puede esperar.
- ¿Te acuerdas del chico del que te hablé, del que iba por mi casa, de vez en cuando, para acompañar a su madre? El rubito y tímido. ¿Te acuerdas?
- Sí, me has hablado mucho de él. Claro que lo recuerdo.
- Me ha invitado a cenar, me ha invitado a cenar, dice casi gritando, alargando mucho la última sílaba, moviendo los pies sobre el terreno rápidamente, con los puños cerrados arriba y abajo, riendo.
- Eso es estupendo, contesta, abre los brazos y la recibe con un abrazo.
Le pide que vayan juntos hasta su casa, que le ayude a elegir la ropa. Insinuante, pero sin exageraciones.
Dos horas después se despiden. Va a llegar. No quiero que piense cosas raras, dice la mujer. Suerte, dice el hombre.
Cuando llega a su casa, se sienta en el sofá. Palpa el bolsillo de la americana. Le encantaría pensar que la forma más bonita de decir lo que quería ha sido tal y como ha hecho. Amar es eso. Generosidad. Le encantaría pensar eso.
Se levanta. Saca la pequeña caja. La tira al suelo y la pisotea. Patea la mesa que tiene a la derecha. Grita. Jura que eso no quedará así, que esa tía se puede ir a jugar con su puta madre, pero que con él no, que es una persona como otra cualquiera, con sentimientos. Le gustaría arrancarse la ropa tirando, haciendo jirones lo que lleva puesto. Va hasta la cocina. Una cerveza fría. Menuda hija de puta, piensa un instante antes de dormir.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
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9 comentarios:
Eso no es amor verdadero. "Amar es eso" eso que tú tan bien has descrito antes de la pataleta. Saber que no es correspondido y seguir a su lado. Eso es amar, y correr el riesgo de que te llamen idiota.
Amor no correspondido...mmm una jodienda!!
Si, si, Amor verdadero¡¡¡.Sin pataletas , ni nada, totalmente altruista ... Pero que levante la mano quien sea capaz de "Amar así" ?
Hola G.
"La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener". Gabriel García Márquez.
Pues eso. Una verdadera "putada".
Y la reacción del despechado, mientras sea en su casa y lo pague con los muebles...
Un beso
Menos mal que lo suyo podia esperar
Y tanto.......
Frustrante, desesperante, pero si se siente ese amor, se siente, y no se puede evitar. Y no hablo de "obsesión", hablo de amor, del de verdad, aunque no sea correspondido. Pero es una "faena" que te pase eso. Es lo peor. Se sufre infinitamente.
A.M.L.
Espléndido! me encantó tu pequeña historia!
Creo que todo mundo ha pasado por situaciones semejantes. Me sentí tan identificado.
Saludos desde Cancún.
Todos los días lo pienso, hoy decidí decirte. Me encanta como nos muestras la vida.
Felicidades y Gracias.
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