Matilde.
No puede evitar sentarse en el suelo. Necesita tranquilizarse. Una tiene más que ella, otra menos, no falta quien es más bella, el marido que ofrece más que el suyo, el que se la juega a su mujer mientras el suyo es un probrecillo, los niños más graciosos que los propios. Las reuniones con sus amigas terminan siendo siempre igual.
Desde niña le acompaña esa sensación. Lo sabe. Quisiera poder deshacerse de una tortura constante, pero le resulta imposible.
La rabia le llena la boca, tira las cosas con fuerza preguntándose el por qué. No puede evitarlo. Pide perdón aunque sabe que no es suficiente, que acabará con ella, antes o después.
Suena el timbre de la puerta. Toma aire despacio. Se levanta para caminar con cuidado hasta tocar el picaporte. Una visita inesperada, la que más odia de todas. Agradable, bondadosa, afortunada en casi todo. Finge una sonrisa como puede. La conversación le parece una estupidez. Lo que desea es que se muera allí mismo, ver como se retuerce entre tanta luz, entre tanta fortuna. Y, entonces, ocurre.
- Bueno, quería decirte que me voy a mudar a otra ciudad. Aún no sé dónde. Mi marido me dejó hace tres días. Quiero vender el piso lo antes que sea posible. Si conoces a alguien interesado, por favor, avísame. Eres afortunada, Matilde, cuida de lo que tienes. Esto va a ser un infierno.
Quiere alegrarse, desea poder festejar su desgracia. Sin embargo, se sienta en el suelo, en el mismo lugar de antes, respirando con dificultad. Imagina la aventura que supondría para ella. La que nunca vivirá.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
6 comentarios:
La malcontenta. El peor especimen que existe.
Esta vez lo has bordado.
La envidia es el peor de todos los males. Y no por querer poseer lo que tienen otros, sino por querer que esos otros lo pierdan, y sean tan infelices como nosotros. Esa es la peor envidia.
Las Matildes no tienen solución.Mantenerse a distancia es lo más recomendable.Son tóxicas.
...o simplemente, no ser plenamente consciente de lo que que posee uno, que acostumbra a ser mucho más de lo que creemos.
Matilde... Matilde... cuantas existen .. ufff que triste vivir con tanta infelicidad...
Hola G.
¡Qué triste la insatisfacción existencial de Matilde!
Pero es cierto, y una desgracia a la vez, que jamás estarán en peligro de extinción.
La envidia sólo lleva a empequeñecerse como persona. Por eso cuando una se topa con una/o de ellas/os les planta en la palma de la mano y sopla con más fuerza que nunca. Y así se van muy, muy lejos.
Un beso
Un beso
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