Se sientan al mismo tiempo. Una frente a otro. No es la primera vez que sucede. Algún día coinciden haciendo el trayecto de pie. Cercanos los hombros. Pero casi siempre es así. Uno frente al otro. Ella de espaldas a la marcha del autobús. Él leyendo una novela forrada con papel blanco. Ella escuchando música. Él levantando la vista cada poco.
La lluvia cae con fuerza. Los cristales de las ventanillas se llenan de vaho. Alguien pide a otro alguien que abra un poco para no morir asfixiados.
Él se levanta. Nadie se fija en un pequeño papel que queda en el asiento. Cuando una mujer va a ocupar el asiento vacío pregunta. ¿Es esto de alguno de ustedes? Ella no lo duda. Sí, es mío, gracias. Desdobla el papel. Lee. Sonríe.
Llega a su destino. La lluvia arrecia. Camina con cuidado sorteando los charcos. Con una mano sujeta el paraguas. La otra, dentro del bolsillo, juguetea con el papel. En la oficina. Saluda. Se sienta. Marca un número de teléfono mientras mira el papel. Soy yo, me llamo Carlota, ah, muy bien. Adiós. Cuelga dejando la mano sobre el auricular. Tres o cuatro minutos.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Él abre su novela. Ella escucha música. Él levanta la vista. No la vuelve a bajar.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Se apean en la misma parada. Caminan despacio. Charlan. Telefonean. No puedo ir a trabajar. Se sienten indispuestos. Caminan. Se descubren. Caminan.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Luego te llamo, dice él antes de levantarse. Ella sonríe. No olvides que tenemos que ir al centro. No, no, tranquila.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Ella mantiene las manos sobre la tripa abultada. Me muero de ganas por conocerle, dice ella. Sólo quedan un par de meses, contesta él.
Ella se sienta. Un muchacho ocupa el asiento de enfrente. Abuelo, siéntese aquí. Gracias. Miran por la ventanilla. Levantan la mano si quieren que el otro se fije en alguna cosa olvidada. Pasan de largo en la parada de él. Y sonríen.
Ella se sienta. El trayecto se le hace eterno. No puede dejar de pensar. Con una lágrima siempre a punto de escapar.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
La lluvia cae con fuerza. Los cristales de las ventanillas se llenan de vaho. Alguien pide a otro alguien que abra un poco para no morir asfixiados.
Él se levanta. Nadie se fija en un pequeño papel que queda en el asiento. Cuando una mujer va a ocupar el asiento vacío pregunta. ¿Es esto de alguno de ustedes? Ella no lo duda. Sí, es mío, gracias. Desdobla el papel. Lee. Sonríe.
Llega a su destino. La lluvia arrecia. Camina con cuidado sorteando los charcos. Con una mano sujeta el paraguas. La otra, dentro del bolsillo, juguetea con el papel. En la oficina. Saluda. Se sienta. Marca un número de teléfono mientras mira el papel. Soy yo, me llamo Carlota, ah, muy bien. Adiós. Cuelga dejando la mano sobre el auricular. Tres o cuatro minutos.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Él abre su novela. Ella escucha música. Él levanta la vista. No la vuelve a bajar.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Se apean en la misma parada. Caminan despacio. Charlan. Telefonean. No puedo ir a trabajar. Se sienten indispuestos. Caminan. Se descubren. Caminan.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Luego te llamo, dice él antes de levantarse. Ella sonríe. No olvides que tenemos que ir al centro. No, no, tranquila.
Se sientan al mismo tiempo. Uno frente a otro. Ella mantiene las manos sobre la tripa abultada. Me muero de ganas por conocerle, dice ella. Sólo quedan un par de meses, contesta él.
Ella se sienta. Un muchacho ocupa el asiento de enfrente. Abuelo, siéntese aquí. Gracias. Miran por la ventanilla. Levantan la mano si quieren que el otro se fije en alguna cosa olvidada. Pasan de largo en la parada de él. Y sonríen.
Ella se sienta. El trayecto se le hace eterno. No puede dejar de pensar. Con una lágrima siempre a punto de escapar.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Ray Charles and Norah Jones -
8 comentarios:
Una historía de AMOR...Tan común y tan hermosa ¡¡¡
Ray y Norah, perfecto.
Me gusta. Complicado, pero me gusta.
Núria A.
Las historias de amor, cuando el amor es diferente, son las más bonitas. No sé con qué amor duele más la pérdida. Quizás porque no son comparables. Nunca lo son.
Bella historia...
Linda historia y como siempre linda musica
Hola G.
Sinceramente, me ha encantado.
Un beso.
Gabrieeel!
En esta historia solía salir yo!
Preciosa historia. Podrías llamarla "El blues del autobús", como la canción de Miguel Ríos.
Publicar un comentario