Primer día de guardería para Guzmán. Me dice su cuidadora que ha preguntado a los niños cómo estaban. Iban contestando que bien, algunos con la boca pequeña, pero todos afirmaban que la cosa estaba siendo razonablemente normal. Todos excepto Guzmán. ¿Estás bien, mi amor? No. La cuidadora, dulce y cariñosa. Él, conciso y duro. El año pasado le quedaron tres. A saber: No hubo forma de quitarle el pañal, compartía lo justo a regañadientes y soltó algún sopapo. Este año comienza con una actitud algo negativa. Ya veremos si no tengo que castigarle a todo al acabar el curso. Yo también he comenzado hoy. Sin comentarios.
Leo “Casa de fieras” de Alvaro del Amo. Me gusta. Escucho un disco de Amos Lee. Me gusta. Guzmán lanza un millón de piezas verdes, amarillas y coloradas. Me gusta menos. Este año suspenderá en ordenar juguetes. Lo estoy viendo venir.
El calor es sofocante y no sé a qué viene esto, no se puede respirar.
Se ha colado una mosca por la puerta de la terraza. Un ruido más. Intento ver donde está el bicho, pero no hay forma. Sólo puedo escuchar el zumbido. Primero junto a la ventana, luego detrás del televisor, quizás a la derecha. Papá, tienes una mosca en la cabeza, dice Gonzalo al entrar en el salón. Ve andando hasta la ventana y te tiras, o lánzate contra la pared. Se parte de risa mientras muevo la mano nervioso. De nuevo el zumbido. Guzmán asoma por la puerta. Mosca, mosca. Eso creo que dice. Corretea de un sitio a otro extendiendo los brazos, gritando, simulando un pánico que no siente (la mosca seguro que sí). Gonzalo decide hacer lo mismo. Guillermo aparece con su rifle de plástico, una gorra militar, mochila y gafas de sol. Tranquilos, tranquilos, esto es cosa de Guillerator, grita mientras saca de la mochila un spray hasta los topes de insecticida. Sin pensarlo rocía lo que se le pone por delante. Gonzalo de arrodilla para hacer una reverencia al salvador. El pequeño le imita. Pero bueno ¿es que estáis tontos? Aquí no se va a poder respirar, dice Silvia que mira con los ojos muy abiertos. La mosca se posa en el sofá. Cerca de mí. Guillerator apunta y le advierto. Como se te ocurra apretar el botoncito te la ganas. Y vosotros dejad de hacer el idiota. Papá, la tengo a tiro, deja que me encargue de este asunto. La mosca está atontada. Golpeo con el libro justo donde se encuentra. Una mosca menos. Los niños se quedan absolutamente quietos. Guzmán comienza a llorar. Pero hombre ¿cómo haces eso? dice Gonzalo. Guillermo, guarda el arsenal en la mochila moviendo la cabeza de lado a lado. No entiendo nada, parece decir. Hombres, hombres, menuda banda, se queja Silvia.
Gonzalo ha recogido el cadáver. Ahora están enterrando el bicho en una maceta. Han hecho un cartelito y todo con la fecha y el nombre de la mosca. Delgadita se llamaba dado el estado en el que ha quedado la pobre.
Vuelvo a la lectura. Suena la música de Michael Camino y Tomatito. Espléndida. El entierro se alarga. Con él mi tiempo de lectura.
Empiezan a correr por el pasillo. Gritan. Dios mío, Dios mío, es una mosca zombi. Delgadita parece que ha movido una pata justo antes de ser sepultada. Cosas del mayor. Así le da emoción al evento y lo alarga para seguir con las risas.
La vida sigue. A pesar de ser el primer día de guardería. Y de trabajo.
Leo “Casa de fieras” de Alvaro del Amo. Me gusta. Escucho un disco de Amos Lee. Me gusta. Guzmán lanza un millón de piezas verdes, amarillas y coloradas. Me gusta menos. Este año suspenderá en ordenar juguetes. Lo estoy viendo venir.
El calor es sofocante y no sé a qué viene esto, no se puede respirar.
Se ha colado una mosca por la puerta de la terraza. Un ruido más. Intento ver donde está el bicho, pero no hay forma. Sólo puedo escuchar el zumbido. Primero junto a la ventana, luego detrás del televisor, quizás a la derecha. Papá, tienes una mosca en la cabeza, dice Gonzalo al entrar en el salón. Ve andando hasta la ventana y te tiras, o lánzate contra la pared. Se parte de risa mientras muevo la mano nervioso. De nuevo el zumbido. Guzmán asoma por la puerta. Mosca, mosca. Eso creo que dice. Corretea de un sitio a otro extendiendo los brazos, gritando, simulando un pánico que no siente (la mosca seguro que sí). Gonzalo decide hacer lo mismo. Guillermo aparece con su rifle de plástico, una gorra militar, mochila y gafas de sol. Tranquilos, tranquilos, esto es cosa de Guillerator, grita mientras saca de la mochila un spray hasta los topes de insecticida. Sin pensarlo rocía lo que se le pone por delante. Gonzalo de arrodilla para hacer una reverencia al salvador. El pequeño le imita. Pero bueno ¿es que estáis tontos? Aquí no se va a poder respirar, dice Silvia que mira con los ojos muy abiertos. La mosca se posa en el sofá. Cerca de mí. Guillerator apunta y le advierto. Como se te ocurra apretar el botoncito te la ganas. Y vosotros dejad de hacer el idiota. Papá, la tengo a tiro, deja que me encargue de este asunto. La mosca está atontada. Golpeo con el libro justo donde se encuentra. Una mosca menos. Los niños se quedan absolutamente quietos. Guzmán comienza a llorar. Pero hombre ¿cómo haces eso? dice Gonzalo. Guillermo, guarda el arsenal en la mochila moviendo la cabeza de lado a lado. No entiendo nada, parece decir. Hombres, hombres, menuda banda, se queja Silvia.
Gonzalo ha recogido el cadáver. Ahora están enterrando el bicho en una maceta. Han hecho un cartelito y todo con la fecha y el nombre de la mosca. Delgadita se llamaba dado el estado en el que ha quedado la pobre.
Vuelvo a la lectura. Suena la música de Michael Camino y Tomatito. Espléndida. El entierro se alarga. Con él mi tiempo de lectura.
Empiezan a correr por el pasillo. Gritan. Dios mío, Dios mío, es una mosca zombi. Delgadita parece que ha movido una pata justo antes de ser sepultada. Cosas del mayor. Así le da emoción al evento y lo alarga para seguir con las risas.
La vida sigue. A pesar de ser el primer día de guardería. Y de trabajo.
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