Dicen los médicos que esto es parecido a lo que ocurre cuando uno vuelve a fumar. Si antes eran veinte cigarrillos ahora son treinta o más. Si antes era gordo ahora seré un cerdo caminando sobre dos patas.
He tenido que ir a la parroquia para recuperar mi ropa. Allí estaba, nadie quería algo tan grande. De momento tengo dinero. Lo que me han querido pagar. Muchos dicen que las estafas se cobran en la carcel, que elija si quiero demandarles o no. Estafas, estafas, ¿y yo qué cojones sabía? Mi tía, mis amigos de antes, esos que aparecen ahora en la televisión diciendo barbaridades de mí, no quieren ni verme. Cabrones.
En el hospital no me admiten salvo que comience un régimen. Ahora me vienen con esas. Cuando las cosas iban bien no hacían más que llamarme para enseñarme como un mono de feria a gente venida de otros países. Todos son una banda de cabronazos.
Mientras pueda estaré en la pensión. No está muy limpia. En el baño siempre encuentro algún regalito del viejo ese que anda yendo y viniendo por el pasillo toda la noche. Ya sé porqué la gente adelgaza, joder, echan todo lo que comen en un abrir y cerrar de ojos.
Quiero estar en la cama. Sólo eso. Ahora es cuando me siento desdichado. Ni padres muertos ni historias. Menudo par de mierdas. Una con la brocha en la mano todo el día. El otro bebiéndose hasta el aguarras de la otra.
La vida es un espejismo. Yo ni siquiera eso. Quiero estar solo, en la cama. Solo. Desean hacer conmigo la matanza, les parece que San Martín ha llegado con adelanto. Y no, eso sí que no.
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