
Aprendí de mis mayores a relativizar las cosas que me producen una conmoción especial. Todo tiene una cara amable. Hasta lo que puede parecer más trágico o un verdadero desastre se puede observar desde un ángulo que alivia el efecto. Saber buscarlo es complicado, inventarlo una última solución. Y si no hay cara amable que valga, ni se puede inventar, lo mejor es plantearse las cosas mirando un poco más allá de lo que acostumbras.
Voy a dejarlo claro desde el principio. De Juana Chaos me parece un hombre malvado o si lo prefieren un asesino, un sinvergüenza desalmado y un malnacido. No me cabe la menor duda. Si hubiera dependido de mí estaría en la camita del hospital. Sin sonda nasogástrica. Y sin novia. Este sujeto no es peor ni mejor que sus compañeros de fechorías. Son idénticos. Tal vez la única diferencia entre ellos se pueda encontrar en el número de muertos que suman en sus historiales. Sólo tal vez. A mí un tipo que descerraja un tiro en la nuca de un ser humano me parece la misma basura que uno que lo hace dos o tres veces.
Sin embargo, hoy pensaba en lo que representa todo esto en nuestras vidas. Del total del cosmos la tierra debe representar algo así como lo que representa un átomo en la tierra. El País Vasco se puede asemejar por su extensión a un átomo en medio del universo. Y de Juana o cualquiera de nosotros debemos tener una pinta de lo más ridícula frente a cualquier cosa que ande suelta por el espacio exterior. Lo que quiero decir es que el problema vasco, los vascos, los de Toledo, la energía atómica, el calentamiento global o el agua de Marte no tienen más importancia de la que queramos darle. ¿Le importa a usted más la muerte de ese tipejo que la suya propia? ¿Aún piensa alguien en este planeta que estas pequeñeces van a salvarnos de una destrucción segura o va a servir para que la raza humana mejore? ¿Tiene este tío tanta importancia como para que malgastemos nuestro tiempo en maldecirle cuando nuestro hábitat se está quedando en los huesos (ese si que se están quedando raquítico)?
A estas alturas del texto serán muchos los que estén pensando que debería decirle esto a las madres o esposas que se quedaron sin hijos o maridos cuando este gracioso activaba bombas. Se lo diría a cualquiera, seguro. El sufrimiento de las víctimas no es mayor que el mío después de haber descolgado a mi hermano de una cuerda. La diferencia es que el daño lo causa un ser querido o, en el caso de De Juana, un ser despreciable, pero es el mismo. Lo mismo. Siempre llega de fuera.
Haga una prueba. Apunte en un papel lo que más le importa y lo que piensa que puede cambiar el rumbo de una civilización que se autodestruye de la forma que lo hace la nuestra. El nombre de De Juana será difícil que aparezca.
Encabezará esa lista usted mismo. Los más cercanos serán apuntados para poder dormir sin remordimientos de conciencia. Y lo demás será una declaración de intenciones que no le importará a nadie salvo a uno mismo. El ser humano es así.
El hombre desaparecerá del planeta pensando que sus problemas son los más importantes. Desaparecerá sin entender que no somos nada. Como decía Pepe Hierro el todo resultó ser la nada. Una nada que se fija en lo pequeño para que lo grande no se vea. Qué tontitos somos. Seguimos jugando a buenos y malos. A nuestra edad.
Voy a dejarlo claro desde el principio. De Juana Chaos me parece un hombre malvado o si lo prefieren un asesino, un sinvergüenza desalmado y un malnacido. No me cabe la menor duda. Si hubiera dependido de mí estaría en la camita del hospital. Sin sonda nasogástrica. Y sin novia. Este sujeto no es peor ni mejor que sus compañeros de fechorías. Son idénticos. Tal vez la única diferencia entre ellos se pueda encontrar en el número de muertos que suman en sus historiales. Sólo tal vez. A mí un tipo que descerraja un tiro en la nuca de un ser humano me parece la misma basura que uno que lo hace dos o tres veces.
Sin embargo, hoy pensaba en lo que representa todo esto en nuestras vidas. Del total del cosmos la tierra debe representar algo así como lo que representa un átomo en la tierra. El País Vasco se puede asemejar por su extensión a un átomo en medio del universo. Y de Juana o cualquiera de nosotros debemos tener una pinta de lo más ridícula frente a cualquier cosa que ande suelta por el espacio exterior. Lo que quiero decir es que el problema vasco, los vascos, los de Toledo, la energía atómica, el calentamiento global o el agua de Marte no tienen más importancia de la que queramos darle. ¿Le importa a usted más la muerte de ese tipejo que la suya propia? ¿Aún piensa alguien en este planeta que estas pequeñeces van a salvarnos de una destrucción segura o va a servir para que la raza humana mejore? ¿Tiene este tío tanta importancia como para que malgastemos nuestro tiempo en maldecirle cuando nuestro hábitat se está quedando en los huesos (ese si que se están quedando raquítico)?
A estas alturas del texto serán muchos los que estén pensando que debería decirle esto a las madres o esposas que se quedaron sin hijos o maridos cuando este gracioso activaba bombas. Se lo diría a cualquiera, seguro. El sufrimiento de las víctimas no es mayor que el mío después de haber descolgado a mi hermano de una cuerda. La diferencia es que el daño lo causa un ser querido o, en el caso de De Juana, un ser despreciable, pero es el mismo. Lo mismo. Siempre llega de fuera.
Haga una prueba. Apunte en un papel lo que más le importa y lo que piensa que puede cambiar el rumbo de una civilización que se autodestruye de la forma que lo hace la nuestra. El nombre de De Juana será difícil que aparezca.
Encabezará esa lista usted mismo. Los más cercanos serán apuntados para poder dormir sin remordimientos de conciencia. Y lo demás será una declaración de intenciones que no le importará a nadie salvo a uno mismo. El ser humano es así.
El hombre desaparecerá del planeta pensando que sus problemas son los más importantes. Desaparecerá sin entender que no somos nada. Como decía Pepe Hierro el todo resultó ser la nada. Una nada que se fija en lo pequeño para que lo grande no se vea. Qué tontitos somos. Seguimos jugando a buenos y malos. A nuestra edad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario