
Durante muchos años me he preguntado qué es lo que lleva a un individuo a quitarse la vida. Me parece tan atroz la imagen de alguien atando una cuerda en un lugar sólido que aguante su peso, limpiando y cargando un arma para disparar contra sí mismo o preparando pastillas de todos los colores, me parece tan atroz, decía, que intento buscar la razón por la que cientos de personas de todo el mundo lo hacen a diario. Aprendí ya hace muchos años que alguien que muestra un problema mental es, sencillamente, inalcanzable. Siempre va por delante con su problema, cuando crees que le tienes cerca descubres que poco antes modificó la dirección, que te ha ocultado algo importante. No quiere ser perseguido ni, menos aún, desea que nadie meta las narices donde no debe. La única forma de entender lo que ocurre es vivir esa misma experiencia, cosa, por otro lado, casi imposible. Una persona con problemas mentales se puede acercar a otra, pero salen corriendo con su problema debajo del brazo en direcciones opuestas. Me temo que una de sus características es esa, creer que su problema es exclusivo. Piden ayuda diciendo “nadie me entiende” y si perciben que alguien lo hace protegen su problema con uñas y dientes. Por eso, la única forma de lograr una aproximación es poniéndoles hasta las trancas de química, inhibiendo su voluntad. Puede parecer una paradoja, pero después de años observando con mucha atención, he descubierto que es un patrón que se repite casi siempre. Nunca entendía la razón por la que dejaban de tomar la medicación y creo que esto lo explica.
No soy ni siquiatra ni sicólogo ni nada que se le parezca. Todo esto es una reflexión seguramente incorrecta e improbable, pero la vida me ha llevado a mirar en esa dirección. Y con lo que vemos y nos interesa lo mínimo que podemos hacer es contarlo. De hecho es lo que hacemos cada día, bien opinando alrededor de una mesa, bien escribiendo sobre ello o bien pensándolo para colocarlo donde corresponda. No quiero que nadie piense que sobre un asunto tan delicado estoy cometiendo la frivolidad de pontificar.
Después de mucho mirar, de sufrirlo muy de cerca y de padecerlo yo mismo, creo que hay un patrón que se repite una y otra vez, una característica que, desde luego a mí, me produce una gran inquietud. Todo el que sufre un problema mental parece haber recorrido un viaje del que vuelve a un mundo que ya es extraño, hostil, peligroso. Un viaje al territorio de la verdad, al mundo de las ideas. Parecen regresar con una verdad grabada a fuego en algún lugar de su ser, pero con una verdad que les lleva directos a un mundo convertido en infierno porque esa verdad, su verdad, nadie la quiere asumir, no cabe en lugar alguno. Llegan del paraíso y se encuentran en el infierno. Eterno infierno. Eso o, lo que es peor, tienen una idea que hace que el mundo conocido se tambalee, una idea que les deja fuera (no solemos tener ideas. Manejamos las que tuvieron otros y las adaptamos a nuestras necesidades). El mismo infierno. La misma sensación de vacío. Las mismas ganas de huir para poder respirar. Esas verdades, esas ideas, se convierten en el único camino, ninguno de los que te ofrecen sirve. Desaparece el mundo. Y, aquí llega el gran problema, el individuo se siente de más. Un día puede soportarse, quizás un año, nunca una vida entera. Y la solución se convierte en quitarse de en medio. Y no de cualquier forma, no, ha de ser dejando claro que ya no están aquí porque no lo resistía, porque nadie entendió lo que pasaba, porque vivimos sobre una gran mentira.
Habría que preguntarse, con seriedad y con mucho cuidado, si está postura no es la más honesta que puede tener una persona sobre su propia vida. Alguien dispuesto a sufrir durante muchos minutos colgado de una soga o a desparramar su cerebro por una habitación en soledad merece un gran respeto. Si tengo algo de razón en lo que digo (lo desconozco aunque a mí me sirve para explicar algunas cosas), si tengo razón, digo, deberíamos comprender que descubrir un paraíso sabiendo que estas condenado a una tortura de años ha de ser desalentador y desesperante.
Y no, no estoy defendiendo el suicidio. Lo que hago es intentar explicarme cómo puede pasar algo así.
He sentido la necesidad de ordenar mis ideas. Sólo eso.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
No soy ni siquiatra ni sicólogo ni nada que se le parezca. Todo esto es una reflexión seguramente incorrecta e improbable, pero la vida me ha llevado a mirar en esa dirección. Y con lo que vemos y nos interesa lo mínimo que podemos hacer es contarlo. De hecho es lo que hacemos cada día, bien opinando alrededor de una mesa, bien escribiendo sobre ello o bien pensándolo para colocarlo donde corresponda. No quiero que nadie piense que sobre un asunto tan delicado estoy cometiendo la frivolidad de pontificar.
Después de mucho mirar, de sufrirlo muy de cerca y de padecerlo yo mismo, creo que hay un patrón que se repite una y otra vez, una característica que, desde luego a mí, me produce una gran inquietud. Todo el que sufre un problema mental parece haber recorrido un viaje del que vuelve a un mundo que ya es extraño, hostil, peligroso. Un viaje al territorio de la verdad, al mundo de las ideas. Parecen regresar con una verdad grabada a fuego en algún lugar de su ser, pero con una verdad que les lleva directos a un mundo convertido en infierno porque esa verdad, su verdad, nadie la quiere asumir, no cabe en lugar alguno. Llegan del paraíso y se encuentran en el infierno. Eterno infierno. Eso o, lo que es peor, tienen una idea que hace que el mundo conocido se tambalee, una idea que les deja fuera (no solemos tener ideas. Manejamos las que tuvieron otros y las adaptamos a nuestras necesidades). El mismo infierno. La misma sensación de vacío. Las mismas ganas de huir para poder respirar. Esas verdades, esas ideas, se convierten en el único camino, ninguno de los que te ofrecen sirve. Desaparece el mundo. Y, aquí llega el gran problema, el individuo se siente de más. Un día puede soportarse, quizás un año, nunca una vida entera. Y la solución se convierte en quitarse de en medio. Y no de cualquier forma, no, ha de ser dejando claro que ya no están aquí porque no lo resistía, porque nadie entendió lo que pasaba, porque vivimos sobre una gran mentira.
Habría que preguntarse, con seriedad y con mucho cuidado, si está postura no es la más honesta que puede tener una persona sobre su propia vida. Alguien dispuesto a sufrir durante muchos minutos colgado de una soga o a desparramar su cerebro por una habitación en soledad merece un gran respeto. Si tengo algo de razón en lo que digo (lo desconozco aunque a mí me sirve para explicar algunas cosas), si tengo razón, digo, deberíamos comprender que descubrir un paraíso sabiendo que estas condenado a una tortura de años ha de ser desalentador y desesperante.
Y no, no estoy defendiendo el suicidio. Lo que hago es intentar explicarme cómo puede pasar algo así.
He sentido la necesidad de ordenar mis ideas. Sólo eso.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
12 comentarios:
Tengo un tio q se pegó un tiro en la boca cuando yo era adolescente.Me pasé esa tarde con mi bicicleta dando vueltas en círculos a la azotea de mi casa. Sé de lo que hablas. Mi tia más cercana nos anuncia todavía los cambios estacionales con espectáculos diversos.No entraré en detalles. Mi primo idem de lo mismo. Mi tito p. es alcohólico porque no puede con su vida. Mi madre ya no está.Mejor no sigo.Me recuerdo con veinte años, llorando y hablando con mi padre, bendito mi padre, porque no entendía a mi familia desquiciada y porque tenía miedo de acabar como ellos. Porque se te pasa por la cabeza. Algún puto gen habré heredado. Cuánto sufrimiento. Sí, claro que sé de lo que hablas. Y te entiendo perfectamente.
Creo que racionalizas la enfermedad mental. Igual que los antiguos, cuando opinaban que la epilepsia era un enfermedad debida a la posesión de los dioses o la tuberculosis era consecuencia de un carácter demasiado espiritual. O mismamente hace nada, cuando algunos opinaban que el SIDA era un castigo por un atentado contra una moral particular. Las enfermedades mentales no son diferentes del resto: existe una base física, mal conocida aún, que produce una serie de consecuencias. Sobre esas consecuencias tú puedes racionalizar de acuerdo con tus ideas, pero eso no explica las causas, solo o da una explicación mágico-mítica, que te explica a tí más que a la enfermedad. El suicidio por ejemplo en una depresión endógena, no se debe a motivos racionales, sino a una patología del estado de ánimo debido a una alteración biológica. Si esa alteración desapareciera, las racionalizaciones lo harían también.
Difícil tema. Porque he conocido el tema de cerca, sé todas las preguntas que te vienen a la cabeza y sé también que no hay respuestas.
Cuando alguien toma la decisión de irse, se lleva las respuestas y deja el desasosiego.
Hola,
confiar en la orientación de unos buenos profesionales me parece la mejor opción aunque no sea la solución total del problema,porque la mayoría de las veces no se cura nada, sólo se mejora;eso en caso de diagnóstico de alguna enfermedad mental. En caso de situaciones personales difíciles por supuesto que hay esperanza.
Os dejo un libro apuntado y la recomendación que podeís consultar cualquier bibliografía refrente a temas de psicología clínica.
"Introducción a la psicopatología y la psiquiatría" .J. Vallejo,A. bulbena,J. González,A. Grau,J. Poch,J. Serrallonga. Manuales Salvat.
Por algún motivo que desconozco, se desconectan del instinto básico de supervivencia que todos tenemos, el amor -en sus diversas formas.
¿Por qué un diabético se atiborra de azúcar o un asmático se ahoga en el humo del tabaco que fuma? Lo más seguro es que ni ellos mismos conozcan la respuesta. Hay muchas formas de suicidios, quizá más dramático el disparo, la cuerda... pero todos igualmente irrazonables.
Las enfermedades mentales no serán diferentes de las físicas desde el punto de vista médico: desde el punto de vista personal del que las sufre, sobre todo del que las sufre de forma lúcida y consciente (que es posible sufrirlas así) son devastadoras. Te dejan la opción de convertirte en un vegetal sonriente o seguir siendo tú mismo en el infierno de tu propio yo. Frente a esto, es posible que la perspectiva de muchos minutos de sufrimiento no sea tan desalentadora como nos puede parecer a los que vemos el asunto desde este lado de la lucidez.
Y Cacique, la genética no lo es todo. La genetica te da la pronpensión, no la enfermedad en sí. Un entorno y unas circunstancias apropiados u hostiles pueden suponer una gran diferencia. Y la voluntad también puede mover montañas, como todo el mundo sabe.
Pues con tu reflexión has tambaleado mis ideas. No es fácil que yo me dé por vencida y leyéndote he sentido que no tengo nada que hacer, que tratar de ayudar a una persona con depresión es casi una misión imposible. Y léeme bien, sí porque mientras haya un "casi" habrá una esperanza. Lo siento pero no me has convencido, siempre habrá algo que se pueda hacer.
¡Hola!
Dificilísimo tema, sin duda. Pero como bien habeis dicho todos, en él concurren varios factores. No es lo mismo una persona con una enfermedad mental de base o con una depresión extrema (cada una de ellas con muchas variantes), que una persona sin ningún tipo de patología que por una circunstancia (o un cúmulo) intenta (o logra) suicidarse. Como en casi todas las cosas, la generalización suele inducirnos a caer en tópicos y cometer errores.
Cada persona llega a ese terrible momento por un camino diferente. Pero todos ellos pueden ser localizados y, lo más importante, pueden ser DESANDADOS.
Besos.AlmaLeonor
No solamente los que tienen problemas mentales; los demás, siempre, son inalcanzables.
Hola G.
Tema delicado. Tmabién vivido de cerca aunque la mayoría de las veces es provocado por una enfermedad mental otras se debe a la presión que ejerce la sociedad.
Tampoco le encuentro explicación, pero ellos quienes lo cometen tendrán sus razones. Creo que no encuentran la razón para vivir. Será entonces que algo falla, bien en su cabeza, bien en el sistema.
UN abrazo.
Delicado tema que yo he vivido de cerca, muy, muy de cerca, sí, y no se llegó al suicidio por mi rápida intervención, y porque no era "su hora". Había, hay enfermedad de base, crónica, enfermedad mental grave, que la química, medicación pura y dura, logra "suavizar", perder la voluntad (como muy bien dices), porque su voluntad es una terrorífica paranoia y deliro que para estos enfermos es REAL. Psicosis, un mundo que no se entiende ni para los que lo vemos cerca. Durísimo. Cruel... un infierno, el infierno de alguien que no puede vivir sin llevar su tortura sobre los hombros.
Sufren a diario, no tienen ningún consuelo con nada, pues están "poseídos" por esa irealidad tan real para ellos como para los "sanos" comer, dormir o caminar.
Sí, su única salvación y liberación de su tortura, de su agonía mental, de su angustía vital en su grado más alto, es: irse.
Dramático para ellos (aunque liberador), dramático para la familia, pero aunque nos torture el pensar en el porqué, ellos hiceron lo que su mente enferma les dijo que era el mejor, el único camino a la felicidad, a la PAZ.
AML
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