Si alguien me ha puesto las peras al cuarto alguna vez ha sido mi amiga Pilar. Otros me han reñido, se han enfadado, me han dicho que era esto o aquello, se han ensañado con o sin razón, pero Pilar no, Pilar lo que hace es aparecer (bien porque levanto la mano, bien porque se acuerda de que me tiene que poner en mi sitio), aparecer en el momento justo para recordarme que las cosas son como son y no como las quiero pintar.
Me consta que siente cierto aprecio por mí. Sin exagerar, eso sí. Sabe que en la vida las cosas ocurren y dejan cicatrices porque ella las tiene bien marcadas. Sabe que las diferencias entre los hombres y las mujeres existen y sabe cuales son, que la condición religiosa de cada cual no puede esconderse, que alguien puede parecer un imbécil y no serlo, que lo femenino es un arma poderosa, que la educación va por delante de los valores que manejas para que tengan fuerza si se airean. Y sabe algo que me conmueve profundamente cuando hablo con ella. Sabe qué soy, cómo soy, qué cosas me he dejado por el camino. Fuera de la familia es a la única persona que le oído decir (cuando llega el doce de mayo), Gabriel, ya sé que estas fechas son fastidiadas, tranquilo. Es la única persona que se ha fijado en una frase (al menos que yo sepa) de mi novela “In nomine filli” en la que dejo ver lo que supone un objeto de alguien querido que ha muerto. Leyó y me llamó para decirme lo que pensaba. Sabe buscar el detalle en lo que digo, sabe que es ahí donde se me puede encontrar, sabe que mi vida se construye sobre las cosas pequeñas porque son las que me han marcado.
Como sé que alguna vez me lee (le aburre soberanamente mi blog) aquí le dejo esta nota. Y una canción. Porque nosotros fuimos jóvenes. También lo fuimos sabiendo decir que Dios existe, que éramos capaces de amar y que queríamos ser escritores.
Ahora, ya lo sabes.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
7 comentarios:
Ay Gabriel, qué recuerdos me trae esa canción. Yo también fui joven, sabes. Por eso sé lo confortable que es hablar con gente que te conoció cuando eras joven y las cosas no importaban, o importaban más que nada en la vida. Porque entonces nos lo decíamos todo, por eso ahora con esa gente basta media palabra para entenderse.
Elal es lo que se dice un pilar en tu vida.
Tener a alguien que te entienda sin tener que hablar, que contar, que explicar, es tener un tesoro. Que te dure.
Los pilares de la tierra, Gabriel.
Resulta que usted es mayor que yo, ¡qué sorpresa! A usted le gustaba esa música con sonido a lata de conservas, con su punto de eco y su toque metálico de aluminio, que parecía más resplandeciente y limpio, pero también más artificial y hueco. A mi me iba la música con acústica de garaje, la misma pero con una sonoridad como más bronca, menos limpia, más contestataria aunque fuera, que siempre lo era, de boquilla. En el resto me siento cada vez más clon (¿o clona?) de usted, por supuesto salvando las distancias; yo no escribo y tan poco lo pretendo ni sabría hacerlo. Pero yo tengo también, como usted, como amiga del alma a una Pilar, esa que le acota, que le sitúa, que le desdice cuando tiene que hacerlo, y siempre le pone en su sitio tras ponerle, además, las peras a cuarto. La suya se llama Pilar, la mía Isadora, y cuando me miro al espejo en ocasiones, que ni me reconozco, me da la sensación de verla a ella, que no siempre es una suerte por mucho que la quiera.
Leches Gabriel. Qué bonito... Hoy había quedado para cenar con ella. Y no pudo ser. Dichoso trabajo.
Ayer pensé en ella bastante y justo hoy tú le dedicas el post.
Me flipa que puedas decir todas esas cosas, yo sería incapaz. Porque en mi caso, ella me hace volar (un poco) y olvidarme del suelo que piso (otro poco solo). Gracias a ella escribí eso poco que tu sabes... Y gracias a ella, supongo, seguiré escribiendo.
algunas cosas esta bien que sean como las pintamos. hay que buscar una forma de seguir teniendo momentos felices de tanto en tanto ;)
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