
Acto I: (Una mesa en el centro con dos copas de vino. Un reproductor de música en la esquina. Suena una canción aunque él se acerca y pulsa la tecla stop).
Ella: No sé por qué debería esperarte con un par de copas de vino en la mesa. No sé por qué debería bailar contigo una canción que te gusta al llegar a casa. Yo nunca he sido así.
Él: A lo mejor deberías hacerlo porque me quieres. A mí me hubiera gustado que me recibieran para bailar y tomar una copa. Desde que te conozco. Pero veo que eso no cuenta.
Ella: Si es eso lo que quieres o lo que te enseñan por ahí, es tu problema.
Él: Es verdad, no hay una sola razón por la que debas hacer eso. Me voy a leer.
Acto II: (Una mesa en el centro. Mil cuatrocientas botellas de cervezas vacías. Cuantas más botellas más tragicomedia. Él baila por todo el escenario. Suena una canción aunque ella se acerca y pulsa la tecla stop).
Ella: ¿Se puede saber qué haces?
Él: Bailo, bebo y finjo ser feliz.
Ella: Resultas patético.
Él: Es verdad. Me voy a leer.
Y pico: (Una mesa en el centro. Ni suena música, ni hay botellas, ni nada de nada. Él espera de pie en el centro de la habitación. Llega ella).
Él: Vale, vale. Me voy a leer.
© Del texto: Gabriel Ramírez Lozano
7 comentarios:
Jaja, vale, que no hay manera. Pero ¿ves? no hace falta ni música, ni copas de vino, ni cervezas. Al final se entienden con la mirada.
Además de leer, hay que improvisar, eh :-)
Pero qué malas que son las mujeres. Menos mal que siempre os quedan los libros y las canciones de Sabina.
Caray! ¡Qué lentos de reflejos son los hombres!
Pues a mi me parece estupendo que me reciban con una copa de vino, y me inviten a bailar.Será que me hago mayor.
Échale cachondina en la copa y ya verás cómo cambia el cuento.
uy, yo pensaba que era alrevés, que ella pedía siempre bailar y que le hicieran masajes mientras el quiere mirar la televisión y que no se haga ruido.
Si es que Dios da pestañas a quien no tiene legañas...
Vamos ,me esperan a mi con la copa de vino y bailo la danza de los 7 velos.
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