12/6/09

La sensibilidad oculta


Tuve un alumno (hablo de nueve años atrás) que no sabía que su sensibilidad era parte importante de sí mismo. La tenía, la escondía, cuando hablaba con otros muchachos se mofaba de todo aquello que pudiera oler a sensible. Durante meses estuvo haciendo esfuerzos para que nada de su zona más íntima pudiera aparecer en público. Yo iba leyendo lo que escribía, sospechando que aquel hombretón que jugaba al rugby, que trataba a las chicas con cierto desprecio y que cuando escuchaba poemas bajaba la cabeza, escondía algo. 
Una tarde, salvo que recuerde mal aproveché el día en el que estaban todos sus compañeros presentes, le hice leer un poema. Emily Dickinson.
Él era débil y yo era fuerte,

después él dejó que yo le hiciera pasar

y entonces yo era débil y él era fuerte,

y dejé que él me guiara a casa.
No era lejos, la puerta estaba cerca,

tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,

no había ruido, él no dijo nada,

y eso era lo que yo más deseaba saber.
El día irrumpió, tuvimos que separarnos,

ahora ninguno de los dos era más fuerte,

él luchó, yo también luché,

¡pero no lo hicimos a pesar de todo!
Terminó la lectura como buenamente pudo. Sin levantar la vista del libro me preguntó si podía salir de clase. Claro que no, le contesté. Para una vez que no estás imitando a un mal actor de película estúpida, me gustaría tenerte por aquí.
Una alumna, posiblemente una de las chicas más inteligentes que ha pasado por una de mis aulas, levantó la mano para poder hablar. Me gustas mucho más así de colorado y con la piel de gallina. Javo, así se llamaba don duro de pelar, me miró. Apenas sin poder contener las lágrimas por la ira me dijo que eso no se hacía. Dejé que pasara un minuto sin decir nada. Lo que no se puede hacer es aparentar lo que no se es. Tener sensibilidad, revolverse en la silla cuando te emociona no es cosa de mujeres. Y deberías estar muy orgulloso de poder leer a esta señora y sentir que cada palabra está en el sitio justo para que tú sientas algo. Deja de ser tan zopenco. Además, Javo, el próximo partido puedes entrar al contrario con la misma violencia. No sería bueno que te pusieras el tutú para jugar. Cada cosa a su tiempo. Hubo risas y el chaval se sentó en su silla con la sonrisa en la boca. Por supuesto esto creo cierto revuelo entre mis alumnos y, supongo, que se comentó en muchas ocasiones.
Es algo habitual que estas cosas ocurran y es algo habitual que, cuando un hombre dice esto sin problemas, las mujeres crean haber encontrado un bicho extraño por el camino. Todos tenemos esa parte sensible (a veces confundida con la sensiblería y lo cursi). Sólo hay que buscar, agarrar y tirar en el momento preciso.
Todo esto lo cuento porque me dicen que Cristina me lee. Yo no lo sabía y dado que mi número de lectores es tan bajito es algo imperdonable. Me sé nombre apellidos, número de teléfono y, en algún caso, talla de pantalón. Me dicen que vive en Valencia. Y que le sorprende encontrar entradas que no esconden esa sensibilidad tan prohibida a los hombres.
Pues ya sabe Cristina y toda mujer de este mundo lo que tiene que hacer. Buscar, agarrar y tirar. Y, sobre todo, no creer que su marido, su novio, su amante o lo que sea, cuando piensa lo hace en el trabajo, en el fútbol o en cómo cambiar de coche. Les aseguro que sufren si ustedes no les hacen caso, o si se sienten despreciados y si ustedes insisten en ponerse guapas para salir con las amigas y andar por casa hechas un asco. Y les aseguro que sus queridos maridos se emocionan con lo que escuchan, con lo que ven y, sobre todo, con lo que sienten (concretamente por ustedes). Al fin y al cabo, somos personitas de carne y hueso.
Eso le pasa al marido, novio, amante o lo que sea de cualquiera. Así que manos a la obra. (Si alguien puede que avise a mi señora esposa).
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano

15 comentarios:

POPY dijo...

Hola G.
Pues me pondré manos a la obra, lo primero que voy a hacer va a ser leerle ese poema de Dickinson...
Aunque me imagino la escena...Woody Allen sacaría el argumento de una película, seguro...ajajjaajja
A veces hay que rascar mucho para dar con esa sensibilidad...A veces se parten las uñas en ello.

Un abrazo fuerte

Carmen Neke dijo...

Que no Gabriel, que eso no le pasa al marido de todas. Que algunas incautas nos casamos con los siguientes extraterrestres que mandaron a la tierra a hacer amigos cuando G. dejó de dar señales de vida.

Edda dijo...

Gabriel, es que hacer las camas, la comida, recoger los trastos que los chiquillos van dejando por medio... con tacones y de punta y blanco es muy difícil ¿eh? Además para hacer ciertas cosas en casa es mejor ponérse cómodo ¿o no?

Gabriel Ramírez dijo...

Popy: Creo que somos multitud los que queremos saber cómo terminará esa conversación con poema incluido.
Neke: Cuente que escribimos otra serie sobre marcianos.
Edda: Eso es verdad, pero, a veces, no hay camas que hacer, ni trenes que recoger. Del mismo modo que no siempre estamos con los amigos.
(Me temo que me la voy a ganar con esta entrada)

Edda dijo...

Claro, Gabriel, por eso he dicho que para esas ocasiones es mejor ponerse cómodo. Si es que no me lees. ¡Ay! ¡hombres! ;-)

Gabriel Ramírez dijo...

Edda: Tratándose de usted he querido imaginar que quería decir otra cosa. Tan modosa siempre...

Cata dijo...

Si tu señora esposa no se ha enterado de esto, apaga y vámonos.

Ginebra dijo...

Algunos no son de carne y hueso, que parecen de goma. Y, de cuando en cuando, molan.

Jesus Dominguez dijo...

Genial. Engancha y llena.

Un saludo

Jesús Domínguez

Cristina dijo...

Uf, don Gabriel, he pasado por unos momentos de madre mía que vergüenza- a mi amiga la mato- que subidón que esa Cristina era yo- a ver ahora que le contesto que quede medio bien… en fin, que sí que estoy totalmente enganchada a su sensibilidad, pero sobre todo a su valentía y a su honestidad… En lo que menos me identifico es que quizás yo no centre todos mis sentimientos en los lazos familiares, y eso que con mi marido me tocó la lotería y se lo recuerdo casi a diario, pero mi felicidad también está (y en una grandísima parte), en reírme mucho con mis amigas esas que le comentan la talla de mi pantalón y las canas que usted peina, volar cometas, patinar, beber cerveza con mis amigos…y pensar que tras unos años de durísima lucha, empezamos a poder disfrutar de cosas sencillas.
Por lo demás nuestro común refugio, tan sólido, tan firme, necesita y mucho de sus cuidados, más de lo que nos deja entrever, más de lo que ella misma se atreve a reconocer, y yo lo intento con todas mis fuerzas, de corazón, pero no me llamo G.
Ya sabe donde tiene a una lectora que le ha cogido gran cariño.
Cristina

araceli dijo...

Te doy toda la razón, conozco algunos cuantos hombres sensibles, tiernos, encantadores con sus parejas, sin perder un ápice de masculinidad.
Pero creo que andan escasos

Isadora dijo...

Hombre, Don Gabriel. Que uno vaya a aprender dónde poner las comas, que yo nunca he sabido y, me temo, nunca sabré, y le obliguen a superar sus traumas o a exponer en público su emotividad de la forma que usted lo hizo, pues bueno, que según parece salió bien. Pero no se fíe. El próximo Javo que encuentre en su camino a lo peor le lanza un viaje que le pone en orbita, o le placa de mala manera para corresponder con algo que domine a su desvelo más allá de lo estrictamente necesario. No están los tiempos para que cada cual se manifieste a su libre albedrío, se lo aseguro.
En cuanto a la emotividad masculina, está clara y lejos de toda duda. Habitualmente suele ser inversamente proporcional a la rudeza o indiferencia manifestada por el sujeto. En resumidas cuentas, que todo hombre que se precie nunca suele ser lo que aparenta.

(No sé si lo que he escrito lo pienso o son simplemente ganas de molestar. Si fuera lo segundo, le pido disculpas. Lo malo es que a lo peor sí lo pienso así.)

Mario Salazar dijo...

Yo creo que uno tiene que aguantar a solas porque así es la vida, de que sirve llorar frente a los que nos quieren sino pueden hacer nada por cambiar ciertas cosas, es mejor ser valiente y hacer tripas corazón y soportar los embates de la vida que a uno les toca más difíciles que a otros. De todas formas nunca hay que perder la sensibilidad aunque este ahí escondida. Saludos.

Mario.

Wara dijo...

Los roles se enseñan y hasta se imponen; luego, claro, nadie quiere salir de donde ha sido encasillado, auque el zapato apriete demasiado.

Feliz fin de semana, Gabriel.

Poma- Marta dijo...

Lo sabemos, pero olvidamos amenudo el fondo (sensible) y nos quedamos con la forma (dura).