
Beben una copa de vino en la cama. Fuman. Él intenta exponer una idea. Ella se la explica asintiendo o negando. Él rectifica a medida que ella mueve la cabeza, sonríe o llena las copas. Con un movimiento inesperado, él agarra las solapas de la chaqueta del pijama de ella, tira con fuerza y delicadeza. El beso parece eterno. Él gira la cabeza sin soltar la tela. Mira hacia la derecha. Una ventana abierta. Ella aguarda sin dejar de mirar su perfil.
- Si lo sabías ¿por qué no me lo has dicho?
- Prefería que llegases tú solo hasta aquí.
Un beso más. Salta de la cama y camina hasta la mesa. Busca un papel. Ella sonríe tumbada, apoyando la cabeza en la mano derecha. Espera a escuchar. Él anota con rapidez. Regresa leyendo en voz alta lo escrito. Cuando acaba mira a la mujer que enarca las cejas ligeramente y alza el hombro izquierdo.
- Es perfecto, dice ella.
- No, es imperfecto. Y tú ya sabías que era esto lo que buscaba. Tramposa.
Ella estira el brazo, le ofrece la mano. Las copas sobre la mesilla. Un cigarro encendido haciendo equilibrios en el cenicero.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
4 comentarios:
Cuando existe complicidad.. todo resulta más fácil....
Saluditos!!!
Esa es la gracia ¿no?. Los mejores momentos, esos pequeños y a la vez, enormes.
Núria A.
Es cierto.Ella sabía de sobra lo que él siempre había buscado.Pero no era tramposa,sino que lo supo cuando él apareció
(Ex)Sra.de Pena y culo cuesta abajo
Intimidad y sabiduría ( la de ella) deja que él descubra por si mismo.
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