
Escribir una novela sabiendo cómo es la última página tiene sus inconvenientes. Cualquier expresión, cualquier movimiento de los personajes, alargar un momento de tensión expresiva, todo, está al servicio de esas últimas líneas que cierran lo que se quiere decir. El autor puede modificarla a medida que la trama avanza, incluso puede ser que ese final sea bien diferente al previsto una vez acabada la novela. Esto no es lo que causa problemas. Pero puede decidir no mover una coma, ser fiel a ese cierre hasta las últimas consecuencias. Igual que existen escritores incapaces de escribir sin tener título para su novela, los hay que escriben esa última página y no la quieren cambiar por nada del mundo. Peligro, peligro. El artificio puede quedar patente, la frescura de la narración se puede diluir en el mismo momento del arranque, las piezas del puzzle no encajarán del todo. Dicho de otro modo, leída la novela se le puede ver el cartón (a la novela y al autor). La rigidez es mala compañera de viaje al escribir.
Otra cosa bien distinta es saber que esa última página ha de contener lo esencial, lo que cierre un círculo dibujado con el trazo justo y necesario. Lo mismo que contendrá la primera si es que está bien escrita, pensada. Es decir, la diferencia es que la rigidez fuerza que se digan las cosas, la flexibilidad provoca que las cosas aparezcan donde toca. Una voz narrativa bien construida terminará dejando claro cómo entiende el tema tratado (desde una intención nos mostrará lo que interpreta por fundamental), una voz que busca lo que ya está escrito en la última página acabará fatigada, desgastada porque la intención es conseguir justificar un puñado de líneas que por sí solas no dicen apenas nada.
Como la literatura no es otra cosa que una representación de nuestra experiencia en este mundo, podemos comparar una cosa y la otra, la última página de nuestra vida con la de nuestra novela. Nadie puede tener una vida normal si busca que su final sea uno u otro, inamovibles, tallados en un madero falto de savia desde el principio. Entre otras cosas, desconocemos la fecha de nuestra muerte, si un buen día conoceremos a la persona que nos proporcionará un trabajo que nos lleve a la riqueza, o a la pobreza. No sabemos lo inmediato, ni intuimos más allá de nuestro pensamiento más reciente. Simplemente no podemos programar una vida como si fuera una acumulación de secuencias que se explican una a otra. Lo único que sirve es ir dejando partes, pedazos de nosotros mismos (bien en forma de ideas, de textos, puentes o valores enseñados a los hijos, por ejemplo) que serán el único recuerdo efímero y débil que pueda alimentar una falsa memoria en los demás. Eso sí, abandonándonos por el camino habremos conseguido cerrar un círculo que dibujamos sin compás, imperfecto, pero auténtico. Ya lo he dicho. Con trazo justo y necesario.
Sólo una cosa tengo clara cuando hablo de mi última página en esta vida. Sólo sé a quien recordaré en el último momento, en ese instante en el que un hombre entiende, por fin, que su destino no era otro que descubrir para qué demonios llegó a esta vida. Recordaré a mi esposa, a mi amor verdadero. Desconozco cómo se irán acumulando las páginas. No sé el registro que se irá utilizando de aquí al final. Pero esa última línea, ese último pensamiento será para ella.
Me pasa igual con mis novelas. No conozco la última página. La tengo en mente variando según escribo las otras. Pero sí conozco la última de las frases. Nunca aparece escrita aunque está. Quiero hacer literatura y no otra cosa. Eso dice. Y por ello dejo que mis personajes tengan alma, que caminen hasta donde puedan llegar, sin hacerles retorcerse ante un interés muchas veces supersticioso y vacío. Si la novela no está viva la literatura ni aparece. Igual le pasa a la vida. Si se la disfraza llega antes la muerte.
7 comentarios:
Hola G.
Me han encantado las dos últimas frases.
Un abrazo.
Si ya sabes cual será la última línea de tu vida es porque las líneas que la van componiendo hablan de ella. Y tu vida gira en torno a esa última línea.
Yo no sé para quién será mi último pensamiento. Conociéndome seguro que espero a la que encabeza hoy tu blog con un bate en la mano.
Popy: ¿Sólo dos líneas? Snif. :)
Edda: Es que el amor de madre os hace pensar en cosas extrañas. Mejor que un bate en la mano... puedes llevar una pastilla de esas que se ponen bajo la lengua. Y ella solita se irá hasta otro momento.
Gabriel, estás que te sales. Qué bien te sienta el verano :)))))
Espero que haya muchos (aspirantes a) buenos escritores leyendo este blog. Porque en estas últimas entradas has dicho cosas fundamentales sobre la creación literaria.
Y gran canción la que has escogido hoy. Una de las canciones de mi vida por la que no pasan los años.
La rigidez genera parálisis.
Si la novela no esta viva es probable que se convierta en un best seller.
Desde el frío húmedo y porteño lo saludo esquivando la gripe a.
Gabriel me gusta mucho descubrir de primera mano el día a día de un escritor, saber como construye sus obras.
Así que la clave está es saber que contendrán la primera y última página... Con razón me encanta "Cien años de soledad" seguramente Gabo tenía muy claras esas dos páginas cuando empezó a escribirla.
En cuanto a quien o que recordaré en la última página de mi vida no tengo idea, conociéndome, lo más probable es que me acuerde del capítulo de Dinastía en el que se agarraron Krystle y Alexis Carrington...
Tan seguro tienes que tu último recuerdo será para tu esposa???? Ojalá sea así, pero no sabemos qué nos depara el futuro...
Besos borrascosos
Si usted cree saber cuál será la última línea de la última página de su vida ya sabe demasiado, o a lo mejor es que no sabe nada y por deformación profesional, - ser escritor obliga a mucho -, se siente impelido a pretender saberlo. ¿Cuantos años pueden quedarle de vida? ¿Qué ocurrirá en su entorno durante esos años? ¿Quiénes le sobrevivirán y cuál habrá sido su comportamiento hacia usted y el de usted hacia ellos? Son tantas las variables posibles, que saber con seguridad lo que usted afirma no deja de ser una temeridad. ¡Ojalá que…, solo eso! ¡Ojala!
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