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El tiempo es suma de momentos de espera, soñados, deseados. Cada instante, convertido en un grano de arena, cae desde lo alto del reloj de vidrio para que la parte baja se llene con una aritmética que se entrega al desánimo. Mientras esperas, sueñas o deseas, el tiempo suma hasta que el vidrio cede y la arena se extiende formando un desierto que diseña un presente sin oasis. Lo único que puedes hacer es caminar sabiendo que en cada pisada la arena entrará en el calzado para hacer del paso un yunque. Granos de tiempo, miles de millones de granos molestando un andar inevitable. Al principio, mientras subes por las primeras dunas, pataleas lanzando la arena a tu espalda, pero descubres que debajo hay más, mucha más. Y desistes porque sabes que el camino hay que hacerlo.
Sin embargo, la vida enseña todo, incluso a transitar desiertos que, a la sazón, terminan siendo la misma cosa. Separarte de la persona amada, viajar lejos de casa queriendo volver sin poder, perder a un amigo porque camina entre arena aunque en otra dirección, ver morir a otro sin poder hacer nada, no tener un euro en el banco, no creer en nada, en nadie. Al fin y al cabo son dunas hechas de segundos interminables. Todas y cada una de ellas parecen infinitas sin serlo. No lo sabes hasta que cruzas el primero. Es cuando levantas el pie derecho sin esfuerzo, el momento en que miras alrededor y el vidrio recoge lo que has dejado atrás, justo al dejar de pisar el último grano de arena; es en ese momento, cuando sientes que el tiempo vuelve a caer y sabes que el vidrio volverá a ceder dejando que el desierto se extienda de nuevo.
Pero se cruzan y se viven como si cada uno fuera el primero y el último. El hombre de tu vida aparece, tu amigo se arrima otra vez, regresas, encuentras algo en lo que creer aunque sea durante un instante. Incluso puedes ahorrar algo de dinero. Y vuelta a empezar.
Sin embargo, la vida enseña todo, incluso a transitar desiertos que, a la sazón, terminan siendo la misma cosa. Separarte de la persona amada, viajar lejos de casa queriendo volver sin poder, perder a un amigo porque camina entre arena aunque en otra dirección, ver morir a otro sin poder hacer nada, no tener un euro en el banco, no creer en nada, en nadie. Al fin y al cabo son dunas hechas de segundos interminables. Todas y cada una de ellas parecen infinitas sin serlo. No lo sabes hasta que cruzas el primero. Es cuando levantas el pie derecho sin esfuerzo, el momento en que miras alrededor y el vidrio recoge lo que has dejado atrás, justo al dejar de pisar el último grano de arena; es en ese momento, cuando sientes que el tiempo vuelve a caer y sabes que el vidrio volverá a ceder dejando que el desierto se extienda de nuevo.
Pero se cruzan y se viven como si cada uno fuera el primero y el último. El hombre de tu vida aparece, tu amigo se arrima otra vez, regresas, encuentras algo en lo que creer aunque sea durante un instante. Incluso puedes ahorrar algo de dinero. Y vuelta a empezar.
8 comentarios:
A veces, mientras caminamos y sacudimos los pies, perdemos de vista el horizonte. Es en el desierto donde mejor se ve.
Siempre hay un oasis, siempre, aunque las dunas no nos dejen verlo. Lo veríamos si no perdiésemos de vista el horizonte.
Precioso, Gabriel. Y muy cierto todo lo que dices.
Si, por supuesto, es todo lo que usted dice o yo he creído entender: un empezar continuamente a pesar de la desesperanza. Pero a fin de cuentas es, y percatarse, incluso sufriéndola en carnes propias, de su realidad, es mucho más y más interesante que simplemente contemplar como pasa. Mi mayor placer, se lo aseguro, es ser consciente de cada paso, y disfrutar, en ocasiones, de llevar el paso cambiado. ¿Masoquismo gratuito? Pudiera ser también.
Y vuelta a empezar.
Un beso Gabriel, lleno de instantes.
"Sí, llegir i rellegir constantment, com qui gira i torna a girar un rellotge de sorra, i passar els dies contemplant com la sorra cau, i res més."
Les ànimes grises, de Philippe Claudel.
A leer estas palabras en la novela, he recordado tu post de hoy.
Qué azaroso es el azar!
Más azares, la palabra verificadora:
hablu
Hola G.
Supongo que todo es una rueda existencial. Unas veces te quita, otras te da. Aunque nos estemos preparados ni para lo uno ni para lo otro.
Y "Volver a empezar" se llevó un Oscar, por algo será.
Un abrazo.
Lo que comentas, tan bien narrado, no es más que la vida misma, que no es poco. La felicidad y el sufrimiento son inherentes a la condición humana; y los acontecimientos que se suceden, a veces placenteros y otras amargos, no son más que la fórmula que compone nuestra existencia. Por ello no intentemos cambiar el mundo, el camino más corto es el del cambio de uno mismo, adaptándonos al medio lo mejor posible... algunos lo llaman MADUREZ. Yo creo que maduros o no, la vida duele, SIEMPRE.
Hay poco comentario que añadir a lo que tan bien describes.
Hay dunas,en ese desierto de la vida, que cuanto mas las escalas mas te hundes en ellas.
Afortunadamente existe la mano amiga que tira de ti, para logar llegar a la siguiente.
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