
1. Un millón de comprimidos contra la alergia.
2. Media docena de recetas mágicas para adelgazar a las que no haremos caso, pero que nos harán pensar que podría haber sido estupendo eso de perder unos kilos, que de la próxima primavera no pasa.
3. Encontrar un parque lleno de madres que se ocupan de los niños ajenos para que no peguen a los suyos.
4. Amontonar diez o doce libros que tengamos ganas de leer y llevarlos siempre al parque para aprovechar el tiempo libre que nos proporcionan las madres que se ocupan de los niños ajenos para que no peguen a los suyos.
5. Comprar muchos kilos de tomates, lechugas y cebollas para hacer ensaladas. En esta época, eso de comer cosas “más fresquitas” es lo suyo. Aunque luego nos pongamos hasta las trancas de cordero, cocido madrileño, butifarra o bacalao con tomate, la intención nos hará pensar que vamos recorriendo el buen camino.
6. (Para hombres desahogados) Rogar a las madres o esposas que no olviden retirar las mantas o edredones o fundas nórdicas de las camas. Puede servir como acto definitivo peregrinar cada dos horas de la alcoba al salón de rodillas y cantando una saeta. No suele fallar.
7. (Para mujeres desesperadas) Pedir a los hijos varones y maridos desahogados que no amontonen calcetines y ropa interior debajo de la cama o el cuarto de baño. Es que en esta época del año todo se seca de maravilla y hay que aprovechar.
8. Abrazar a nuestra pareja y decirle (casi en un susurro) que “la primavera la sangre altera”, ahora mucho más que cuando nos conocimos.
9. Escribir una lista con todas esas cosas que no hicimos durante el invierno porque estaba cayendo la mundial. Las tenemos olvidadas y es una pena no ponerse manos a la obra.
10. Tomar una copa de buen vino antes de acostarnos mientras pensamos en que la alergia es poca cosa, que los kilos de más nos favorecen, que los parques llenos de madres asustadizas es lo mejor del mundo, que la comida fresquita acompaña muy bien a todo lo demás, que si hace calor retiramos de una patada el edredón y se acaba el problema, que si no echan a la lavadora los calcetines peor para ellos, que la lista de cosas pendientes se acabará antes o despúes, y que, es verdad, que los años a su lado son los que alteran.
(Se aceptan sugerencias y si quieren, mientras las piensan, escuchen el tema de "The Manhattan Transfer". Soul Food To Go.)
©Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
6 comentarios:
Anda no seas aguafiestas, que la primavera es lo más bonito que hay. Qué más da si nos tenemos que hartar de antialérgicos o si los mosquitos se nos vuelven a pegar en masa al gloss de los labios cuando vamos en bicicleta. La sangre nos bulle, y da igual que sea por la primavera o por el agobio del edredón que realmente ya va siendo hora de ir retirando de la cama.
Ya quisiera yo pegarle una patada al edredón, sí. La primavera me encanta, lo que yo necesito es sobrevivir al invierno, porque, según dicen, aún caerá alguna nevada por estos lares.
Yo cambiaría tu copa de vino, por una cervecita a media tarde, en buena compañía, con los niños correteando alrededor.
Ah, y la torreta de libros pendientes mejor se queda en la mesita de noche, que para hacer pesas ya voy al gimnasio, ;)
No voy a decir nada. Mejor.
Muy simpático este articulo.
A mi me ha enviado hoy una amiga esta recomendaciòn
Ahora que llega la primavera,
Olvida las tonterías y los propósitos de siempre y recuerda que hay que vivir con este lema:
La vida NO debe ser un viaje a la tumba con la intención de llegar seguras, con un cuerpo bien atractivo y conservado, sino un viaje para llegar patinando de lado a lado con una tableta
de chocolate en la mano y una copa de vino en la otra, hecha polvo
y gritando: 'Uaaaaaauuuu menudo viaje!!'
No se, si será una sugerencia un poco fuerte, pero ahí queda.
Pues a las sugerencias ya expuestas, yo añadiría alguna que otra sana dosis de vida del revés y así pasaremos tan gratamente por la primavera (pero eso del chocolate, caramba, me llega...).
Hola G.
Añadiría proponernos sonreír al menos quince veces al día.
Decir al menos cien tonterías para hacer reír a los demás.
Dejar el negro, marrón y gris y vestirnos de colorines.
Recordar a tus amigos, los de verdad, lo mucho que valen. Insistir en que sigues ahí.
Y abrazar a todos con tanta fuerza que piensen que te despides cuando, en realidad, lo que haces es darles la bienvenida.
¡Ah! Y sacarle la lengua a los malos rollos. Cuanto menos en serio los tomes más débiles se harán.
Un abrazo.
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