
Me considero desde hace años una persona emocionalmente frágil, con cierta tendencia a deprimirme profundamente aunque de forma pasajera, peligrosamente receptivo con los estímulos exteriores que me pueden lastimar y poco hábil a la hora de resolver problemas personales. Es decir, necesito que me quieran. Si no es así, si no siento que alguien se ocupa de mí (mucho), puedo terminar en un sanatorio con cierta facilidad y mucha rapidez.
Cuando uno es un tarado espera, por ejemplo, recibir un email diario de alguien que se interesa por tu estado de ánimo, una llamada telefónica de alguien querido que tan sólo quiere charlar un momento sobre cualquier tema sin importancia, que un viejo amigo se acuerde de ti y se ponga en contacto para recordar los buenos tiempos, que algún gilipollas también deje una perlita dedicada en tu blog para liarte a guantazos con él. En definitiva, que parezca que no estás en el mundo pintando menos que poco.
Sospecho que, entre otras cosas, es por esto por lo que dedico parte de mi tiempo a escribir. Siempre he pensado que la relación que se establece entre el lector y el escritor es mucho más íntima que la que puedes tener con el panadero, el conductor del autobús o un amigote con el que te pones hasta las trancas de cerveza. Alguien abre tu libro, lo lee y piensa sobre lo que un buen día escribiste con una intención muy concreta. Es posible que, incluso, pueda llegar a pensar en el autor. ¿Qué le llevó a tener esta idea? ¿Estará tan loco como sus personajes? ¿Cómo puede escribir esto si no le pega ni con cola? Cosas así.
Como no suelo recibir correo alguno en el que se interesen por mi estado de ánimo, ni los viejos amigos me llaman por las buenas sino porque siempre quieren algo (queremos algo), y no tengo a mano un imbécil con el que discutir de lo primero que se me ocurra, me voy a conformar con pensar que usted, amigo lector, tiene con este autor un vínculo de lo más íntimo, especial o como quiera llamarlo.
Qué fácil es librarse del sanatorio. Unas palabritas y se soluciona el problema. ¿Ven qué fácil?
© Del texto: Gabriel Ramírez Lozano
Cuando uno es un tarado espera, por ejemplo, recibir un email diario de alguien que se interesa por tu estado de ánimo, una llamada telefónica de alguien querido que tan sólo quiere charlar un momento sobre cualquier tema sin importancia, que un viejo amigo se acuerde de ti y se ponga en contacto para recordar los buenos tiempos, que algún gilipollas también deje una perlita dedicada en tu blog para liarte a guantazos con él. En definitiva, que parezca que no estás en el mundo pintando menos que poco.
Sospecho que, entre otras cosas, es por esto por lo que dedico parte de mi tiempo a escribir. Siempre he pensado que la relación que se establece entre el lector y el escritor es mucho más íntima que la que puedes tener con el panadero, el conductor del autobús o un amigote con el que te pones hasta las trancas de cerveza. Alguien abre tu libro, lo lee y piensa sobre lo que un buen día escribiste con una intención muy concreta. Es posible que, incluso, pueda llegar a pensar en el autor. ¿Qué le llevó a tener esta idea? ¿Estará tan loco como sus personajes? ¿Cómo puede escribir esto si no le pega ni con cola? Cosas así.
Como no suelo recibir correo alguno en el que se interesen por mi estado de ánimo, ni los viejos amigos me llaman por las buenas sino porque siempre quieren algo (queremos algo), y no tengo a mano un imbécil con el que discutir de lo primero que se me ocurra, me voy a conformar con pensar que usted, amigo lector, tiene con este autor un vínculo de lo más íntimo, especial o como quiera llamarlo.
Qué fácil es librarse del sanatorio. Unas palabritas y se soluciona el problema. ¿Ven qué fácil?
© Del texto: Gabriel Ramírez Lozano
15 comentarios:
Te recuerdo lo que escribiste en este mismo blog hace algo más de dos años:
El día ha sido frío. Diez o doce grises diferentes se mezclaban perfilando un cielo tan antipático como definitivo al mirar desde la ventana.
Gimena, la jovencita que tanto se ha hecho esperar, ha estado en brazos de su padre mucho tiempo. Intranquila como cualquier recien llegado. A media mañana nos hemos quedado solos. Y hemos bailado. “Ask a woman who knows” de Natalie Cole, “All the things you are” de Oscar Peterson y “Amor de Conuco” de Juan Luís Guerra acompañado por Tomatito y Michael Camilo. No creo que nunca nadie en el futuro baile con ella de esa forma. No lo creo, no. Es una bienvenida que tenía reservada a la niña, un recibimiento preparado con cuidado. Sus hermanos escucharon un par de poemas. Ella ha bailado con su padre como no volverá a hacerlo hasta que se encuentre con el hombre de su vida o algo así. Aunque será otro baile, otro amor. Cosas bien distintas.
El cielo se ha dibujado gris. El resto luce otro color. El de un baile muy lento que durará toda una vida. Bienvenida Gimena.
A ti lo que te pasa es que crees que todo el mundo quiere igual de bien y tanto como tú. Y no vengas con monsergas que sabes lo uqe te apreciamos. Llorón.
Hola G.
Estoy de acuerdo con Pepito Grillo.
Si quieres pelea, aquí me tienes jajaajjaja
Hay personas que necesitan más de otras aunque a veces da respeto acercarse a alguien sin saber si puedes llegar a molestar o intimidar a quien te acercas.
También te arriesgas a que confundan las intenciones ahora pensar mal es pensar y progresar adecuadamente.
Yo me niego a ello.
Sabes que en Valladolid hay alguien que se acuerda de ti.
Sabes que los locos, de alguna manera u otra, se encuentran alguna vez.
Un abrazo, una llamada y un mail para ti.
Ay qué lastimita de niño pordió, ven pacá que t'apretuje bien apretujao!!!
¿Mejor? :D
Y hoy...cómo estás? Me gusta tu blog, escribes muy bien. Volveré por aquí.
Tengo un tío que siempre ha dicho que está a disposición de quien lo precise, personal o económicamente. Su problema, digamos, es que él esperará que se le pida, no sé si precisamente por temor a ser malinterpretado si ofrece. Pero ya sabemos lo dificil que es pedir, y más todavía cuando necesitamos desesperadamente. Pero para un abrazo sólo hay que abrir un poquito los brazos y otros acudirán a responder a los tuyos. El gesto se contagia. Ya lo has visto, ¿no? Y si necesitas pelea, pues aquí andaremos, aguantaremos o nos pondremos delicados y luego serás tú el que tengas que curarnos.
Un abrazo muy fuerte, Gabriel. Y sonrisas y buen tiempo y todo.
Vaya, así que pidiendo mimos, ¿eh? No me extraña, te pasas el día repartiéndolos y ahora no tienes para ti. ¿Te sirven si son internáuticos? Ahora te mando unos cuantos.
"Como no suelo recibir correo alguno en el que se interesen por mi estado de ánimo, ni los viejos amigos me llaman por las buenas sino porque siempre quieren algo..."
Jajajajajaja... será Pinocho... jajajajaja
Querido Gabriel
Aquí hoy el cielo no es que este gris, sino un punto más, no para de llover, se ha ido la luz en toda la isla por la caída de un rayo, estamos en alerta, yo estoy del color del cielo y etc., a pesar de este panorama, sabes que aquí hay una seguidora fiel, amiga incondicional y endeudada moralmente contigo hasta la muerte....en fin, después de esta declaración, y con el permiso de Silvia, para un amigo, siempre hay una palabra de cariño
Aunque creo, como dicen tus otros seguidores, buscas un poquito de guerra, pues ARRIBA LAS ARMAS, aquí estamos. Seguro que al Sanatorio no tendremos que ir a verte.
Un fuerte abrazo
P.D.La ilustraciòn es genial
....sin hacer más comentarios...somos novios...
Canción que acompañaba uno de sus textos, también bailaba, como con Gimena pero diferente...usted necesita distancias cortas, cómo los valientes!, no todo el mundo lo és y además no corren buenos tiempos para los que se alimentan del contacto, ahora se lleva el "fast food".
No esté triste G. he estado yo por ahí un rato y le aseguro que no vale la pena.
A.
Pepito Grillo: No recordaba ese texto. Gracias.
Popy: Recibida llamada, abrazo y email.
Neke: Mucho mejor. Es lo que tienen los apretujones... suben la tensión.
Princesadehojalata: Lo mismo digo.
Wara: Le dices a tu tío que necesito un par de millones de euros, que no se corte y que lo envíe por mensajero. Petición en firme.
Edda: Recibidos esos mimos internaúticos. Guays.
Ginebra: ¿Pinocho? ¿Es a mí?
Araceli: Ve arreglando lo del tiempo en la isla. Llegamos en Agosto.
Otra vez anónimo: ¿Valiente? Yo diría insensato. Menos mal que ha sido un rato solamente. Si no merece la pena me voy corriendo. Gracias por el consejo A.
como dice un amigo cuando le preguntas qué tal está.
-Yo bien, gracias.
...O quieres que te cuente?
Puri, verte por aquí me hace sentir mejor. ;-)
El texto recordado por Pepito Grillo incrementa el deseo de internarse en este blog, buceando entre sus letras.
¿Sirven los abrazos desconocidos?
Pues si sí, ya voy dejando el mío.
Sirven. Y mucho, Medea.
El insomnio es una cosa mala. Así que como el que no quiere la cosa, una cae por aquí y pasan distintas cosas, en el orden siguiente:
1.- Se queda ojiplática
2.- Ve que se pedía pomada
3.- Se rie
4.- Observa que el que escribe es muy querido
5.- Levanta la manita y le envía achuchón para las malas rachas. Si anda en buen momento, no se preocupe, puede guardarlo para cuando vengan mal dadas.
Núria A.
Anda que no sabes tú nada.
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