15/4/09

Asuntos cotidianos (y I)


Mi padre acostumbraba a decir que recibía a los nietos con la misma alegría con la que los despedía. Gonzalo y Guillermo se criaron, en buena parte, con los abuelos. Cosas del trabajo.
Pilar (mis lectores la conocen como Edda) decía hace muy poco que desea tener a los niños en casa, que les echa de menos. Mucho. Pasan esta semana lejos de casa. Cosas del trabajo. Le contesté que me lo contase el día que regresaran.
Y es que los niños tienen una capacidad innata para sacar de quicio a cualquiera. Son capaces de hacerte mostrar lo peor de ti mismo. También lo mejor, es verdad. Pero esa parte, la buena, es fácil de enseñar en otros territorios. Sin embargo la oscura sólo sale con ellos. Por ejemplo, el jefe, ese que te está destrozando la vida, nunca te verá echando espuma por la boca al amenazarle con romperle la cara. Un niño (concretamente un hijo) sí. Lamentable, pero tan cierto como que el jefe es un mierda que te esta destrozando la vida. Hay padres que niegan esto que digo. Suelen ser los que ven a sus hijos quince minutos al día (mientras duermen ya) o los que se avergüenzan de algo que le pasa a todo el mundo. También los hay que niegan lo del jefe. Estos suelen ser los afortunados que tienen, por alguna extraña razón, una excelente relación con el suyo (admito que soy uno de esos) o los más nuevos en la empresa o los que son jefes de sí mismos.
Todo esto puede servir para el caso de padres y madres ancianos. Es lo más parecido a un niño que se puede encontrar en el mundo aunque en versión egoísta. O enferma que es mucho peor. Es otro de las razones por las que podemos perder los papeles sin pararnos a pensar un solo instante.
¿Han escuchado llorar a un niño sin motivo aparente durante, pongamos, treinta minutos? ¿Han mantenido una conversación con su padre o su madre durante, pongamos, treinta minutos, sobre lo poco que le cuida usted, lo mal hijo que puede llegar a ser (usted también)? Lo que es seguro es que en alguna ocasión se ha sentido humillado por su jefe cuando le ha soltado una fresca sin venir a cuento. La diferencia es que en los dos primeros casos terminó gritando como un loco. Con el jefe no.
A pesar de todo, cuando faltan los padres (para siempre) o los niños (campamentos, semanas en las que no sabes qué hacer con ellos o viajes al extranjero) la falta se hace insoportable. Qué curioso comportamiento el de los seres humanos
Digo todo esto porque preparamos el viaje de Guille a Canadá. Un mes. Julio. Y ya le estoy extrañando. Y porque esta tarde iré a ver a mi suegra para entregarle el café que me encargó hace unos días. Me concentro para escuchar sin atender demasiado con una enorme sonrisa. Debe ser muy duro pasar el día sin decir una sola palabra.
Y digo esto convencido de que antes de acabar el día habré dado un bocinazo a uno y habré salido pitando de la casa de la otra.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano

11 comentarios:

Ginebra dijo...

Una vez dije a mis compañeras de trabajo que la maternidad responsable consistía en no tirar a la niña (de una de ellas, que berreaba sin parar) por la ventana y que para mí (ella) tenía mucho mérito y se puso superofendida, la muy falsa.

Gost dijo...

Al jefe que te destroza la vida, no puedes contestarle como tu cuerpo te pide, o no debes por lo menos (así me enseñó mi padre), pero al final, te importa un carajo que pueda sucederle, si duerme bien, si tiene a alguien que le quiera (querer de cariño, de amar). A tus padres, hijos, etc, te importa hasta si tienen pesadillas y lo pasan mal, aunque al despertar ni se acuerden...a pesar de llevarse la mordida peor que sale de tu boca en algunas ocasiones.
AH! lo del jefe...yo no lo niego...Bona nit.

Wara dijo...

Cuando mis sobrinos eran pequeños y venían a casa y se quedaban durante temporadas interminables llegaba un momento en que mi madre acababa agotada y se decía, hala, que se vayan, que se vayan. Cuando llegaba el día en que lo disponían todo para irse y daban media vuelta en la esquina de la calle, mi madre entraba en casa diciendo: hala, mira que prisas, si ya se han ido... Supongo que es como una ley de vida.

Y de jefes, bueno, un día comprendí que no tenía obligación de querer a la mía, que bastaba con respetarla, y que el respeto fuera mutuo, claro. Nos hundimos juntas, pero esa es otra historia.

Buenas noches, descansa. Como mucho sueña con ese parque precioso que hay en Montreal, el de las figuras, me parece... (alguno habrá, digo yo).

Scri.Ba dijo...

Siempre algo tenemos que decir, es dificil quedarnos callados.

araceli dijo...

Es verdad, cuando los niños son pequeños, a veces, no sabes si tirarlos por la ventana o tirarte tu, pero si, la falta es insufrible
Hace años que tengo lo que llame, la libreta del NO, para escribir en ella las cosas que hacia mi madre y me sacaban de quicio, con el fin de no repetirlas, mi hija ya me recomendó que no escribiera mas, ya haces cosas como la abuela, dijo Las dos se rieron mucho, mi madre mas
No hay quien pueda con los genes, vete preparándote

Señorita Puri dijo...

mi madre me recuerda la frase que le dijo una vez una señora en la playa. yo estaba en la arena, llorando y gritando y haciendo el cabra con la pala y el cubo y la señora dijo a mi madre:
-Señora, si fuera mi hija, le metía una hostia.

Y mi madre respondió
- Estoy totalmente de acuerdo con usted: Si fuera su hija le metía una hostia.

POPY dijo...

Hola G.
En este post de hoy debo darte la razón.
Sacamos lo peor de nosotros con lo mejor que nos rodea. Sí que es rara la naturaleza humana, sí.
En mi caso, no sé si mis padre alguna vez pensaron en arrojar por la ventana a mi hermano o a mí. Apostaría a que sí...Aunque con el paso del tiempo fueron ellos los que salieron pitando, el uno del otro. Primero mi padre salió por la puerta de casa y más tarde mi madre.
Sí que es rara la naturaleza humana, sí.
Creo que la educación, el protocolo...nos hace ser menos nosotros mismos. Aquí lamento decir que la verdad no está ahí fuera sino entre las paredes de la casa donde creces o empequeñeces.

Un abrazo.

Edda dijo...

Somos así, Gabriel, necesitamos perderlos un poquito para darnos cuenta de lo llenan nuestra vida. Cuando vuelvan, te contaré cuánto tiempo tardo en quedame sin sitio.
Una vez más, gracias.

Gabriel Ramírez dijo...

Veo que estamos de acuerdo:
1. Queremos mucho a nuestros niños.
2. Odiamos mucho a nuestros niños.
3. Mataríamos a nuestros niños.
4. Golpearíamos a las señoras que fingen querer sin odiar a sus niños.
Gracias a todos.

Svor dijo...

jajaj mi mama nos tiraba por el balcón las figuritas porque nos sacábamos los ojos por ellas... ahí nos uníamos en una fraternidad inquebrantable... al final sus ganas de tirarnos por el balcón haciendo catarsis con las figuritas daban resultados que ni ella esperaba.

Gabriel Ramírez dijo...

Svor: La cantidad de niños que pasaron horas bajo su balcón esperando el botín. Fue famoso en la Argentina durante años. :)