7/5/09

Haciendo amigos (y II)


Una de las características más importantes de la vida extraterrestre es que es extraterrestre. Esto quiere decir que los humanos no llegan a imaginar qué es lo que tienen enfrente.
G. explotó violentamente y sus pedacitos quedaron esparcidos por aquí y por allí. Pero los trozos se fueron buscando con rapidez, unos a otros, para completar a G. otra vez. Luciendo su forma humana, caminó hasta donde había dejado su nave dotada con tecnología y armamento de última generación. Envió un mensaje de protesta a su comandante en jefe por la falta de información veraz y se introdujo en la cápsula de recomposición molecular y limpieza mental urgente. Aún no había terminado la sesión cuando recibió contestación. El mensaje llegó cifrado y con la categoría de secreto nivel uno. YaAv. Pulsó la tecla para descodificar aquello. Diez segundos. No más. Vaya. Ese era el mensaje. Gruñó, volvió a su aspecto humano, salió de su nave y comenzó a caminar. Doscientos metros más allá se encontró con un ser humano. Llevaba un palo en la mano y se rodeaba de animaluchos que según el manual de asalto eran inofensivos. Por lo visto, se llamaban cabras. El hombre del palo y gorrilla negra le miró. Dijo: “A ti te daba yo lo tuyo, rubia”. Sin mediar una sola palabra más se abalanzó a G. Su intención era violarle sin ningún tipo de miramientos, pero, dadas las circunstancias le violó, luego se dejó violar y, por último, se procuraron placeres mutuos. Las cabras miraban.
El hombre, una vez terminadas las violaciones mutuas y la sesión de placeres impensables para ambos, le invitó a fumar. G. imitó cada gesto del hombre. No le pareció peligroso. ¿Quieres un trago? dijo el cabrero ofreciéndole la bota de vino. Confiado, G. aceptó. Su desintegración fue tan rápida que el cabrero pensó que todo había sido un sueño.
Las partículas se agruparon como pudieron aunque la labor fue difícil. Las más perjudicadas se movían sin rumbo fijo, algunas de dos en dos riendo y cantando, otras fueron encontradas bajo las piedras descansando y sin sentido.
Cuando G. logró ser G. envió otro mensaje a su comandante en jefe. Su queja era insolente y tajante. La contestación no llegó cifrada. “Cuando dije vaya quise decir “oh, lo siento, vaya por jus (dios local)”, imbécil. Quédese quieto y espere instrucciones”.
G. aprovechó ese tiempo para recomponer cuerpo y mente. Empezaba a sentir cierto cariño por los terrícolas. El cabrero, oh, el cabrero, dijo antes de cerrar su único ojo.
© Del texto: Gabriel Ramírez Lozano

10 comentarios:

Carmen Neke dijo...

Ya lo dice el refrán: conocerse es amarse. Cómo me gustan las historias con un final feliz.

POPY dijo...

jaajajajajajaj
Este mensaje no necesito descifrarlo...
Espero impaciente la tercera entrega.
Me da que a G le sienta mal el líquido, creo que necesita algo más consistente y sobre todo tras su "coito intercabrerus" jajajajajaja
Diré que hay similitudes entre esta vida y la del espacio, a los jefes no hay quien les entienda, deberían específicar más..jajajaja
Pobre G, debe estar harto de esparcirse.

Un abrazo.

Svor dijo...

jajaj me parto con estas historias desopilantes.Lo bueno es que G. no haya desarollado el gusto por las cabras. Eh, bueno, eso.

Pepito Grillo dijo...

Jajajajaja.
Por favor, esta noche la tercera entrega.
Cuando te da el punto gamberro eres un crack.

Edda dijo...

Jajaja, y al cabrero no le importó que no abriera la boca, total para qué.
Nuestro G. nos ha salido un poco gamberro, eh. Jaja, qué bueno.

Unknown dijo...

Me encanta 'G'. Que se hipermultiplique hacia el infinito. Una suerte de 'Extraterrario' ¿o Bestiario Extraterrestre? fabuloso el que desarrolla. ;-)

Ginebra dijo...

¿No se quedó ninguna partícula por ahí perdida? mire que elgunas son dificilísimas de ver.
:-)

araceli dijo...

A este pobre no le dan bien las ordenes,pero el se lo pasa bomba,
total por desintegarse un poco.
Me encanta G.

Isadora dijo...

Está claro, por supuesto. Con una bota amiga y un cabrero a mano, ¿qué más se puede pedir a esta vida, venga una de donde venga? Ni recomposición molecular ni limpieza mental que valga; ¡perder el sentido con el cabrero y la compostura molecular con la bota! ¿Y después? ... si es estrictamente necesario, ¡hasta pedir perdón!

Poma- Marta dijo...

jajaja
Me gusta.