
No hay explicación. Al menos yo nunca la he encontrado. Un buen día te levantas y ese asunto que tienes pendiente y te está destrozando la vida se convierte en prioritario. No has querido hacer mucho caso, no lo has enfrentado y hoy, precisamente hoy y no otro día, decides que ha llegado el momento. Con toda la tranquilidad del mundo comienzas la tarea que tantas veces demoraste, miras con atención sabiendo lo que hay que hacer, llamas a fulano para que te consiga algo que facilitará el proceso, sabes que estás solo ante toda esa mierda aunque es lo que toca y, por fin, lo asumes. Ese día se convierte en el eje de tu futuro, todo cuelga de él. Curiosamente se caen al vacío cosas a las que te agarrabas y que, simplemente, nunca estuvieron y eran imaginaciones. Caen mientras miras pensando en lo imbécil que fuiste intentando convertir todo eso en forma de vida cuando lo que construías era una mentira que ahora aterra por inútil.
Pasar de ser figurante en el escenario a ser protagonista depende, en buena parte de las ocasiones, de uno mismo. Interpretar una comedia o un dramón en el que no queda títere con cabeza, lo mismo. Es verdad que nacemos con el borrador de un boceto pegado a la piel, pero queda por escribir buena parte de él. Y es en días como al que me refiero cuando debemos pensar en lo que queremos decir, en cómo queremos hacerlo y dónde nos llevará ese texto voluntario casi siempre.
Me he encontrado a los pies de la cama una hoja en blanco. Esa que siempre está por escribir aunque decidimos olvidar cuando salimos de casa pensando que se escribe sola y que nosotros no tenemos posibilidad de rellenar. Acabo de terminar con ella. Y comienzo a subir por la cuerda áspera que alguien me tiende desde arriba.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Pasar de ser figurante en el escenario a ser protagonista depende, en buena parte de las ocasiones, de uno mismo. Interpretar una comedia o un dramón en el que no queda títere con cabeza, lo mismo. Es verdad que nacemos con el borrador de un boceto pegado a la piel, pero queda por escribir buena parte de él. Y es en días como al que me refiero cuando debemos pensar en lo que queremos decir, en cómo queremos hacerlo y dónde nos llevará ese texto voluntario casi siempre.
Me he encontrado a los pies de la cama una hoja en blanco. Esa que siempre está por escribir aunque decidimos olvidar cuando salimos de casa pensando que se escribe sola y que nosotros no tenemos posibilidad de rellenar. Acabo de terminar con ella. Y comienzo a subir por la cuerda áspera que alguien me tiende desde arriba.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
4 comentarios:
Hola G.
Aún no me ha llegado ese día, el día en que me enfrente con lo que me hace la vida imposible aunque creo, intuyo que no queda mucho.
Aunque igual me equivoco.
Hay personas a las que les arrebatan esas hojas en blanco y escriben sobre ellas muy seguros de lo que le conviene a uno.
No sé. Supongo que la cosa es decidirse sin pensar demasiado.
Un abrazo.
Los figurantes pueden comerse a los protagonistas, pero pienso que lo importante es que cada uno conozcamos nuestro respectivo papel. Y claro que podemos personalizarlo, adaptarlo a nosotros, incluso modificarlo. Hay quien no lo apreciará, pero lo espontáneo añade valor.
Ah, y la cuerda, aunque sea áspera, hay que agarrarla bien. Peor sería que no hubiera nadie para tendérnosla.
Un abrazo, Gabriel. Feliz fin de semana.
Seguramente tiene razón. A mi no me agobian los asuntos que tengo pendientes en tanto en cuanto dependan de mi, mis necesidades y yo hemos suscrito un satisfactorio pacto de no agresión, es decir, que nos ignoramos solemnemente; los que de verdad me asustan son los que, siendo asuntos míos, dependen de los demás. Suelo encontrarme con demasiadas hojas ya escritas con una caligrafía que no reconozco, y, además, obligada casi siempre a interpretar el papel del personaje al que se refieren.
¿Querer es poder?
el reto de construir de la nada. no hay cosa mas maravillosa.
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