18/6/09

Confesiones (I)


Cuando ya no pudo más, alzó la mano para decir que era todo mentira. Fue durante una comida familiar. Padres, suegros, hermanos, cuñados, sobrinos, hijos y esposa. No faltaba nadie. Y fue después de aguantar mucho tiempo sin sentir la necesidad de confesarlo.
- Atención -dijo golpeando una copa con la cucharilla del café- tengo algo importante que decir. Soy tan frágil como todos vosotros. Yo diría que soy humano aunque os parezca mentira. Eso es todo.
Le miraron extrañados. Luego miraron la botella de vino que seguía intacta por si era la causa de semejante declaración. Ya se había sentado y comía su trozo de tarta. Pasaron diez o doce segundos. No más. Y las conversaciones continuaron después de encoger los hombros unos y otros. Y los niños siguieron jugando. Sólo ella pareció saber qué estaba sucediendo. Llenó un par de copas. Le ofreció una a él.
- Menudo descubrimiento, amor. Por si te sirve de algo te diré que yo lo he sabido siempre. Desde el primer momento que te vi. Por eso estoy contigo.
- Yo también lo he sabido siempre, dijo sonriendo. A estos no parece que les importe gran cosa.
- También son humanos. Tanto como tú. Y frágiles. Si te escucharan se harían pedazos. A nadie le gusta asumir culpas. Salud.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano

8 comentarios:

Carmen Neke dijo...

Pues como confesión ha sido bastante sosita. A ver si en la entrega (II) la cosa se anima un poco más, y pone ejemplos empíricos de lo frágil y humano que es.

Pepito Grillo dijo...

Pues nada, Gabriel, en la próxima que este hombre salga del armario siendo casado y padre de siete hijos, o que confiese ser el asesino más sanguinario del siglo, o su amor por las aves rapaces con las que duerme a diario. Ser frágil es una mierda. Eso ya no vende.

Isadora dijo...

Yo creo que es un soberbio de narices, ¿a quién, si no, se le ocurriría decir que tan sólo era humano, como todos los demás, a pesar de tener que parecerles mentira a sus interlocutores? Lo dicho, soberbio y, por tanto, débil y, consecuentemente, humano.
Y es que somos lo que somos a pesar de los demás, incluso de nosotros mismos.

Para ser la primera confesión no está mal. Promete.

Edda dijo...

Se asustaron. Ver debilidad detrás de una fortaleza asusta. Miraron para otro lado fingiendo no saber de qué iba el tema, temiendo ser descubiertos.

araceli dijo...

A mi me parece enternecedor.El refugio de los fragiles,es a veces su aparente fortaleza.Su compañera lo entendia perfectamente

Ginebra dijo...

Le tuvo que costar tela.

Gabriel Ramírez dijo...

* Neke: Haré lo que pueda.
* P. Grillo: Este de asesino en serie tiene poco.
* Isadora: Muy bien no le ha caído este hombre. Si el pobre lo único que quería es que le viesen como es realmente...
* Edda: Sí, los importantes son los otros. Su reacción.
* Araceli: A mí también me lo pareció al escribir el texto. Qué ganas tengo de verte por Madrid.
Ginebra: Pero tela, eso te lo digo yo.

Isadora dijo...

No, si me ha caído muy bien. El problema es que me estaba viendo reflejada en el espejo y no me gustaba. Quien suele entender nuestra debilidad suele aprovecharse de ella en determinados momentos; no siempre, por supuesto, pero sí siempre, cuando ese siempre resulta ser el memento menos oportuno para nosotros mismos; y quien la ignora, la ignora a conciencia y porque no le interesa, sabedor que hay un mejor apoyo en la fortaleza de los demás, sobre todo cuando esos "demás" nunca presumirán de su presunta, que no real, fortaleza.
Lo dicho. Que los espejos debieran estar para ver lo que una quisiera y no lo que una es aunque una no quiera.