
Domingo. Día para el recuerdo mientras los niños disfrutan de sus juguetes, el mayor de una música que convierte en impermeable.
Dicen que es un día triste. No lo creo. Aprovechamos para mover cosas de un sitio a otro y nos encontramos con una fotografía del viaje a Egipto, con un disco que no escuchamos desde hace años, con ese papel que se perdió y tantos quebraderos de cabeza nos produjo. Es como si durante un día nos dedicáramos a recordar quienes somos. O quienes deberíamos ser.
El tiempo perdido nos obsesiona. En un instante queremos recuperar todo aquello que siendo jóvenes despreciamos por inútil. Se acumulan los proyectos perdidos, los recuerdos que nos hacen ser se ordenan en fila de a uno para pasar revista, el futuro se plasma en un deseo eterno que sabemos imposible. Pero los domingos, todo vuelve a su sitio. Las cajas en las que acumulamos nuestro futuro fallido se vuelven a cerrar. Y nos conformamos con lo que somos.
Los niños juegan con muñecas o con las espadas de madera. Nosotros, los adultos, con nuestros recuerdos. Ellos juegan a ser mayores (mamás o caballeros de honor que defienden la verdad). Nosotros jugamos a tener futuro. El que toca. El que nos corresponde. Gonzalo escucha música y se inhibe. Supongo que empieza a comprender que el tiempo pasa y quiere hacerlo suyo. Son las cosas de sentirse poderoso e inmortal. Ojalá le dure siempre.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
5 comentarios:
Un viejo profesor me la regaló: "Ayúdame a que, aquel tiempo perdido, aquel tiempo que perdí, no se traduzca en una dificultad para mi muerte". Tagore.
Para mi el domingo siempre ha sido un día de paz, cuando mis hijos eran pequeños, de vez en cuando, hacíamos el día de NO EXISTIR, no salíamos de casa, nos dedicábamos a jugar, leer y ver "pelis" , sin quitarnos el pijama en todo el día. A los niños les encantaba. Quien pudiera volver a ese tiempo.
Hoy me toca ordenar armarios, solo, los recuerdos se me amontonan, no son tan fáciles de ordenar
Feliz Domingo.
Estoy de acuerdo. Es un día perfecto para volver a ser por un rato lo que fuimos, pero también, y por más de un rato, me temo, dejar de ser lo que somos. Todo traslado tiene un poco de eso, ¿no?
Mucha gente llena el fin de semana de actividades diversas, para no tener que enfrentarse con el tiempo perdido que nos salta a la cara cada domingo por la tarde. Pero bueno es que nos salte a la cara, que nos arañe y que nos duela. Es prueba de que aún estamos vivos, y de que somos conscientes de ello.
Esas cajas que contienen lo que quisimos y queremos ser, mientras se acomoden y reordenen, siempre tendrán un lugar presente que hace un hueco en el futuro. Porque si hay caja hay fe. :)
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