
Durante el verano de mil doscientos ochenta y seis, cuatrocientos hombres comenzaron el viaje que les llevaría hasta el lugar en el que se encontraba la fuente del conocimiento universal. Tomando un solo trago de aquel líquido lograrían conocer todo lo necesario para ser considerados sabios entre los sabios.
Lograron sobrevivir los seis primeros meses menos de la mitad. Fieras, tormentas y accidentes fortuitos fueron restando hombres y fuerzas al grupo.
Pasado un año, tan sólo cuatro hombres llegaron hasta el lugar que buscaban. Allí no había fuente alguna. Descansaron un par de días y comenzaron el camino de regreso. Regresaron un año después a su ciudad de origen. Los cuatro.
Contaron sus peripecias, los enormes sufrimientos que pasaron hasta llegar donde creían que había una fuente, la muerte de cada uno de sus compañeros. Un niño que escuchaba atentamente preguntó: ¿Cómo habéis logrado regresar los mismos que llegasteis hasta allí? Supimos evitar los peligros, replicó uno de los hombres. Así que la sabiduría es eso, murmuro el muchacho.
La expediciones se sucedieron año tras año. Los hombres que deseaban hacerse fuertes y sabios escuchaban el relato de los supervivientes, partían y no regresaban jamás. Ni uno solo lo consiguió. Escucharon con atención, sin decir una sola palabra, que ante las fieras lo mejor era luchar espalda contra espalda de un compañero. Entendieron que podrían separarse en parejas sin pensar que las fieras podrían devorar a dos hombres y nunca a cuatrocientos que se defendieran como uno solo. Escucharon, sin decir una sola palabra, que durante una tormenta lo mejor es protegerse en un lugar cerrado. Entendieron que cualquier lugar era bueno y muchos murieron ahogados al encerrarse en cuevas que estaban por debajo de la tierra y se inundaban con gran facilidad.
Poco a poco, los cuatro supervivientes murieron. Y, poco a poco, los hombres dejaron de sentir la necesidad de llegar a aquel lugar.
Hoy, miles de personas van y vienen a un lugar cercano pensando que lo hacen al verdadero. Allí, se venden camisetas y sombreros de paja, limonadas y fruta madura. Van y vienen. Ni pierden ni ganan nada. Tan sólo lo cuentan. Creen ser más sabios. Y, en su ignorancia, son más felices.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
Lograron sobrevivir los seis primeros meses menos de la mitad. Fieras, tormentas y accidentes fortuitos fueron restando hombres y fuerzas al grupo.
Pasado un año, tan sólo cuatro hombres llegaron hasta el lugar que buscaban. Allí no había fuente alguna. Descansaron un par de días y comenzaron el camino de regreso. Regresaron un año después a su ciudad de origen. Los cuatro.
Contaron sus peripecias, los enormes sufrimientos que pasaron hasta llegar donde creían que había una fuente, la muerte de cada uno de sus compañeros. Un niño que escuchaba atentamente preguntó: ¿Cómo habéis logrado regresar los mismos que llegasteis hasta allí? Supimos evitar los peligros, replicó uno de los hombres. Así que la sabiduría es eso, murmuro el muchacho.
La expediciones se sucedieron año tras año. Los hombres que deseaban hacerse fuertes y sabios escuchaban el relato de los supervivientes, partían y no regresaban jamás. Ni uno solo lo consiguió. Escucharon con atención, sin decir una sola palabra, que ante las fieras lo mejor era luchar espalda contra espalda de un compañero. Entendieron que podrían separarse en parejas sin pensar que las fieras podrían devorar a dos hombres y nunca a cuatrocientos que se defendieran como uno solo. Escucharon, sin decir una sola palabra, que durante una tormenta lo mejor es protegerse en un lugar cerrado. Entendieron que cualquier lugar era bueno y muchos murieron ahogados al encerrarse en cuevas que estaban por debajo de la tierra y se inundaban con gran facilidad.
Poco a poco, los cuatro supervivientes murieron. Y, poco a poco, los hombres dejaron de sentir la necesidad de llegar a aquel lugar.
Hoy, miles de personas van y vienen a un lugar cercano pensando que lo hacen al verdadero. Allí, se venden camisetas y sombreros de paja, limonadas y fruta madura. Van y vienen. Ni pierden ni ganan nada. Tan sólo lo cuentan. Creen ser más sabios. Y, en su ignorancia, son más felices.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
8 comentarios:
También hay quien viaja y se pierde por las calles de ese lugar verdadero, charla con los lugareños, comparte la limonada y la fruta y se vuelve a casa con el sombrero de paja lleno de historias. No sé si será más sabio, pero sí más rico.
Me sorprende tanto empeño para tan poca cosa. ¿Puede importarle a cuatrocientos hombres y a la vez el conocimiento universal? ¿Y para qué sirve de verdad? Ya, ya sé que la información es el poder, pero ¿el conocimiento?
En fin, que me sorprende. En todo caso me alegra saber que lo difícil es llegar, y que volver, si es que se ha llegado, ya no supone riesgo alguno. Siempre es un alivio inesperado.
Tal vez me equivoque, pero lo que me ha quedado claro, tras la lectura de su escrito, es que en mil doscientos y pico había ingenuos con pretensiones absurdas, que en este momento, gracias al cielo, lo que de verdad prima es la cordura y el concepto positivo de las cosas, y que es la ignorancia debidamente engalanada la que nos hace felices. Lo dicho, que lo que de verdad nos pone, según concepto coloquial al uso, es la caja, el papel, y hasta el lazo; que nos quedamos con la envoltura, y cuanto más pretenciosa mejor. El contenido ¿para qué?
Muchos van y vienen de un lugar a otro, para poder contarlo, pero sin que les quede ni un ápice de cuanto hayan visto, quizás sus vidas, no tengan otro sentido.
Muchos van y vienen sin haber ido a ninguna parte.
Suscribo lo que dice Svor y añado también una posibilidad complementaria, no moverse de un lugar y sin embargo hallar... sea conocimiento, sea la felicidad.
Un abrazo.
Hola G.
Viajar te hace más grande pues te das cuenta de lo pequeño y frágil que eres.
Un abrazo fuerte.
Pero cual era ese lugar de la sabiduría? y lo más importante ¿hay vuelos de Easyjet?
Es que quiero llevarme el Rosco de pasapalabra como hizo el militar ese del otro día.
¡Hola!
Viajar en sí mismo es una sabiduría. Ya tengo "mono" de viaje....
Besos.AlmaLeonor
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