
Ayer tocaba fiesta en el colegio de Guillermo y Guzmán. Despedida del curso. Ambos tenían que subir unos minutos al escenario junto a sus compañeros de curso. A la vez que descargaba una tormenta que daba miedo le llegó el turno a Guzmán. Igual que el resto de compañeros vestía camiseta a rayas, tirantes, tejanos y deportivas blancas. Un lazo hecho por ellos de cartulina al cuello (enorme) además de nariz y mofletes colorados. Estuvieron muy graciosos cantando la mítica “Cómo me pica la nariz”. Un grupito de niños estupendos. Cuando la tormenta se convirtió en el comienzo del fin del mundo le llegó el turno a Guillermo. La cosa iba de un ejercicio circense con pelotas volando de aquí para allá. También estupendos. En fin, una maravilla ver como disfrutan los niños haciendo estas cosas frente a sus padres.
Durante la cena en los jardines del Liceo Europeo (la tormenta cesó a tiempo) me desentendí de los críos. Tenía que hablar con algunos padres y con muchos chavales. La fiesta acaba, cada año, con salto de hogueras y fuegos artificiales a las doce de la noche (impresionante la cantidad de pólvora que se quema) y son tres horas que vienen muy bien para despedidas y comentarios de última hora.
Conocí a Arantxa. Es una señorita de trece años que estará conmigo el próximo año en mis clases de Escritura Creativa. Conserva un diez por ciento de visión aunque puede leer y escribir sin problemas, le gusta la música y es una chica absolutamente adorable. Estoy seguro de que será un placer compartir aula con ella. Estuvimos dando un paseo por los jardines, charlando. Me decía que no escribe bien y le expliqué que eso no es un problema, que lo malo es no tener nada que decir. Espero impaciente el día que nos encontremos delante de un buen relato de Carver o de Mansfield. Intuición. Está por ver que me equivoque con un alumno.
Cuando regresamos a casa los niños estaban convertidos en fosfatina. Y el padre. Los años no perdonan.
Sin embargo no podría entender la vida sin los niños alrededor. A pesar de los momentos en los que el cansancio te impide hablar con ellos con normalidad y quieres que se metan en la cama o que desaparezcan teletransportados a otra galaxia, a pesar de los problemas que presentan Gonzalo en su adolescencia y Guille camino de llegar a ella, a pesar de Gimena llorando o Guzmán interpretando allá donde esté su hit parade personal, a pesar de todo, la vida sin ellos sería otra cosa. Quizás más tranquila o llena de tiempo para poder perder, quizás más anodina o aparentemente más feliz. Ni lo sé ni me importa a estas alturas. El caso es que prefiero terminar rendido después de ver a los chicos subidos en un escenario y buscando a su padre con la mirada, moviendo la manita sin que se note mucho cuando te encuentran. Una elección como otra cualquiera.
© Del Texto: Gabriel Ramírez Lozano
6 comentarios:
¿Elección? Mmm, no sé, hay cosas que se aprenden sobre la marcha. Yo ayer también tuve un día intensivo de niños, propios y ajenos. Y pude comprobar una vez más que hay casos imposibles ya desde la infancia (algunos padres consiguen convertir a sus hijos en auténticos energúmenos en un tiempo récord). Pero también pude comprobar, una vez más, cómo se te llena el corazón con el sincero agradecimiento, aunque apenas expresado, de unos niños de 10 años a los que has guiado durante dos horas a golpe de fusta, pero a quienes finalmente has conseguido enseñar a mirar su ciudad de otra manera. Pese a todos los problemas que hubo y que siempre hay, fue una experiencia altamente satisfactoria, y eso es algo que hace unos años no habría podido ni siquiera imaginar.
Buf!
Llevo unos días con la crisis de no soy buena madre, no sé hacerlo como las otras, se me escapan cosas, quizás estarían mejor sin mí... entonces, justo para la fiesta de fin de curso de la mañana de hoy (a la que no he podido asistir pero que se ha suspendido hasta mañana por la lluvia) te dicen: Mama, ven, ven, intenta venir, la fiesta no será lo mismo sin tí.
Es en ese momento cuando piensas que quizás no lo están haciendo tan mal, y esa es la mejor recompensa (a tantas noches, lloros, gritos y enfados... con sus alegrías, risas, abrazos y besos incorporados).
Ai, gracias por recordarnos que elegimos bien. Que la vida sin ellos no sabemos cómo podría ser pero que sencillamente tampoco nos importa no saberlo. Para nada!
No tener nada que contar no es que sea un problema, es que es lo que te hace callar para siempre. Te lo digo yo (ya lo sabes).
Un día soñé que estaba con una barriga a mitad de camino, redondita. Las manos posadas en ella contradiciendo al minutero.
Una barriga y unas manos hermosas.
Eso fue después de discutir amenamente con el marido y los suegros sobre nombres de bebes. Ese día, el del sueño, Catalina. Fue el único nombre que me fue revelado como un designio bello, tan bello como esa barriga y esas manos que la abrazaban.
Pero pasaron los años repitiendo desde mi boca aquel recuerdo vivido. Por eso, hoy ese nombre lo esta por llevar otro bebe, el bebe de una amiga que cayo rendida ante la pequeña historia y que hubiera deseado que fuese suya. Una bofetada. Nunca lo reconocera porque dice que no recuerda nada.
El bebe y el nombre son de ella. Igualmente la adoro y las dos sabemos que la revelación fue mía aunque lo niegue. Eso me consuela.
Algún día llegara y entonces entenderé este relato.
últimamente tus hisotrias tiene un poso de cansancia, de soledad, de hastío... es bueno ver que al final del relato esbozas una sonrisa.
Besitos
PD.- cuando el adolescente empiece a dcantar cómo me pica la nariz revísale el cuarto.
Lo bueno es poder pisar distintos escenarios y, aunque al acabar el día estés rendido, sentir que has disfrutado de cada uno de ellos.
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